El premio Nobel de Economía de 1971, Simon Kuznets,
solía decir en sus clases que había cuatro tipos de países: los
desarrollados, los subdesarrollados, Japón y Argentina. Japón, porque lo
tenía todo para ser subdesarrollado, pero no lo era. Y Argentina por la
situación opuesta. Desde este punto de vista, podría decirse sin temor a
equivocarse que Andalucía es “la Argentina de España”: tiene todo para ser líder,
pero se ha acostumbrado a ocupar uno de los tres peores lugares entre
todas las autonomías, en prácticamente cualquier indicador económico que
quiera consultarse.
¿Esos malos resultados se deben a que los andaluces
son menos capaces que los demás? ¿O al clima caluroso? ¿Se explican por
la falta de recursos naturales? ¿Son la consecuencia de falta de
inversiones con fondos europeos? Se podrían completar varios folios con
preguntas similares, pero ninguna de ellas nos daría una respuesta
razonable para explicar los malos indicadores económicos andaluces. ¿Entonces, cuál es el origen del problema? Uno solo: el socialismo.
La naturaleza del socialismo es la restricción de la
libertad. Unas veces, de forma moderada (la socialdemocracia) y otras
de modo extremo (comunismo). Por definición, a mayor restricción de la
libertad, mayor es la cantidad de actividad y empleo que podría
alcanzarse con los recursos disponibles, pero se malogra. Eso se debe a
que las restricciones a la libertad impiden a consumidores y empresarios
aplicar sus recursos de la forma que consideren óptima; deben
conformarse con lo mejor dentro del limitado radio de acción que decidan los socialistas.
Cuanto más tiempo gobierna el socialismo, más
restricciones van quedando establecidas. Tal vez más grave, va permeando
la idea de que ese estado de cosas es “normal”. En el caso andaluz,
pagar un IRPF de los más caros de España, tener un sector público sobredimensionado,
ser la autonomía con mayor tasa de paro (23%, más alta que la de
Grecia), o haber recibido menos del 3% de la inversión extranjera que
llegó a España en los últimos diez años, son todas cosas que se tienen
por “normales”, aunque no lo sean. Todos, ejemplos de las consecuencias
prácticas de limitar las posibilidades de invertir, contratar y
trabajar.
El solo hecho de quitar trabas y obstáculos a la iniciativa privada permitió un progreso acelerado en Argentina
El caso argentino también es útil por otro motivo.
Durante seis décadas (de 1930 a 1990), en Argentina se aplicaron
políticas socialistas (de derechas y de izquierdas), que la llevaron de
ser uno de los países más ricos a uno empobrecido. Esas políticas
desembocaron en la hiperinflación alfonsinista (20.000% de inflación en
12 meses), tras la cual, el presidente Menem dio un
giro de 180º. Aunque peronista, realizó un programa de reformas
profundísimo que, en esencia, significó volver a apostar por la
libertad.
Los resultados fueron espectaculares. En los años
90, Argentina pasó a ser uno de los países de mayor crecimiento, la
inflación fue derrotada, la electricidad dejó de cortarse en verano, el
gas dejó de cortarse en invierno, se comenzó a exportar petróleo,
mejoraron las infraestructuras, empresas de todo el mundo llegaban
continuamente para aprovechar nuevas oportunidades. Argentina le dio una oportunidad a la libertad y la libertad devolvió el gesto entregando prosperidad. Como siempre hace.
Ya sé: la misma Argentina, por esa naturaleza suya
tan peculiar, se volvió a enemistar con la libertad. Lógicamente, los
resultados económicos volvieron a ser los de antes. Lo relevante del
caso es que, en una tierra arrasada por 60 años de estatismo e
intervencionismo, el solo hecho de quitar trabas y obstáculos a la
iniciativa privada permitió un progreso acelerado. Esa es la lección relevante para Andalucía. Esa es la oportunidad que espera latente.
En las elecciones autonómicas, los andaluces
elegirán si se siguen conformando con la mediocridad, si la profundizan o
si comienzan a revertirla. Es decir, qué Argentina quieren ser: la que
asombró al mundo en el siglo XIX y en los 90, de la mano de la libertad,
o la decadente del siglo XX y los años kirchneristas, con la libertad acorralada y las oportunidades perdidas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario