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domingo, 25 de noviembre de 2018
Macron utiliza el fantasma de la ultraderecha para frenar la protesta social
El Gobierno de Macron responsabiliza
a Le Pen del nuevo sábado de revueltas en París. Los “chalecos
amarillos” muestran el hartazgo ante subidas de impuestos y pérdida de
poder adquisitivo
Manifestantes alimentan un fuego durante las protestas en París, el 24 de noviembre de 2018. (Reuters)
El Arco de Triunfo ocultado por columnas de humo negro; vehículos en
llamas; semáforos por los suelos; adoquines arrancados; mobiliario
urbano utilizado como barricadas; cañones de agua contra manifestantes… La Avenida de los Campos Elíseos se convirtió en el escenario del caos este sábado, en la enésima protesta de los “chalecos amarillos” contra el alza de impuestos sobre el gasoil.
El Gobierno de Emmanuel Macron
sabía que una manifestación sin líderes, sin servicio de orden, sin un
trazado acordado con la Prefectura, podía degenerar, sabiendo que los
“casseurs”, los grupos radicales que aprovechan cualquier manifestación para infiltrarlas y destrozar lo que encuentran a su paso, iban a actuar en la avenida emblemática de la capital.
El
Ministerio del Interior había hecho saber que se oponía a que los
"chalecos amarillos" desfilaran por esta zona y propusieron otro lugar
que los manifestantes rechazaron, El Campo de Marte, bajo la Torre
Eiffel. Las autoridades querían evitar un nuevo sábado de revuelta en París, como hace siete días, cuando grupos improvisados y sin control bloquearon el centro de la ciudad.
Pero para cualquier observador estaba claro que si las fuerzas del
orden hubieran recibido la orden de cerrar los Campos Elíseos no hubiera
sido tan complicado.
El responsable de Interior, Castaner,
apareció a las 11.00 de la mañana para lanzar el mensaje político
decidido para la jornada: los destrozos eran obra de “ultraderechistas”, animados por las declaraciones de Marine Le Pen, que, según él, había llamado a manifestarse por la que los franceses consideran “la avenida más bella del mundo”.
Protesta de los "chalecos amarillos" en París, el 24 de noviembre de 2018. (Reuters)
Los “chalecos amarillos”, un fenómeno que recoge el hartazgo ante las subidas de impuestos y la pérdida de poder adquisitivo,
fue ya menospreciado por el portavoz del Gobierno como “gente que
circula con gasoil y fuma sin parar”, una forma de llamarles, como ya
han hecho otros, “una revuelta de palurdos”, reticentes a la modernidad y desprovistos de sensibilidad ecológica.
Pero en un paso más en la escalada de descalificación del movimiento, el Gobierno les convierte también en ultraderechistas.
La negativa de Macron a ceder, de momento, a renunciar a la subida del
impuesto sobre el gasoil, necesita un mensaje renovado de cara a una
opinión pública que apoya en un 77% esta revuelta. Y la ocasión de
llamar indirectamente “fachas” a los manifestantes se la puso en bandeja
la propia Marine Le Pen. La jefa de Reagrupación Nacional manifestó el
viernes su contrariedad ante la negativa del Gobierno a dejar desfilar a
los “chalecos amarillos” por los Campos Elíseos. Castaner lo vendió a
la prensa como una convocatoria explícita de la líder de RN para
manifestarse allí, al tiempo que asimilaba los supuestos grupos de ultras a Reagrupacion Nacional.
Para Marine Le Pen, las declaraciones de Castaner son “indignas”. “Desde el principio de este movimiento- asegura Le Pen- “el Gobierno organiza la tensión en su interés”, y acusa al Ejecutivo de “convertirla en cabeza de turco para desviar la atención del sufrimiento de la parte del pueblo francés que no puede hacer frente a la política de Macron”.
Protesta de los "chalecos amarillos" en París, el 24 de noviembre de 2018. (Reuters)
Macron hablará el martes
El presidente francés ha hecho saber que el martes se dirigirá a los franceses para anunciar medidas,
aunque sus portavoces insisten en que no se renunciará a la tasa
ecológica. Un poco tarde, según las fuerzas políticas de oposición, que
una tras otra está intentando recuperar políticamente una protesta que
se les escapa.
Los “chalecos amarillos” (por la prenda obligatoria que los conductores deben lucir cuando salen de sus vehículos), un movimiento apolítico nacido en las redes sociales,
se han cuidado de no ser fagocitados ni por partidos ni por sindicatos.
Estos últimos se han hecho invisibles y mudos ante la protesta
amarilla. Para cualquier organización política o sindical es delicado
encauzar las diferentes sensibilidades de un movimiento que pide desde la dimisión de Macron
a la atención de esa Francia periférica desindustrializada que ve
desaparecer hospitales, escuelas, oficinas de correos o comisarias de
policía.
Le Pen y Jean Luc
Melenchon, en el otro extremo político, no han disimulado su apoyo a la
causa amarilla, pero para Macron, que sabe que Marine Le Pen y su partido encabezan lo sondeos para las elecciones europeas de mayo, cualquier ocasión es buena para atacar a su principal rival. Y este sábado tocaba mensaje especial hacia Le Pen.
Los destrozos, los heridos, la negativa imagen de Francia transmitidas el sábado a través de las desoladoras imágenes de los Campos Elíseos
forman parte de una estrategia gubernamental que una mayoría de
franceses no comprende y que puede dañar peligrosamente la relación de
Emmanuel Macron con sus conciudadanos.
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