Tanto que las reclaman cuando son ellos quienes las ponen y, en cambio,
lo nerviosos que están ante la posibilidad de elecciones generales. Sin
exagerar, hay canguelo en Waterloo
Puigdemont y Torra.
GTRES
La semana ha empezado mal para Puigdemont y la ex Convergencia en particular y para el separatismo en su conjunto. Este martes los herederos de Jordi Pujol
se desayunaban con la noticia de que la Guardia Civil estaba
registrando la Asociación de Empresas de Ingeniería y Consultorías
Independientes (¡vaya!) de Cataluña, GP Group SA, Audingintraesa SA, BAC
Engineering Consultancy Group S.L, Euro Geotécnica SA y Ayesa
Ingeniería, amén de la Autoridad Catalana de la Competencia.
No, no era por poner urnas, que dicen ellos, sino
más bien por llevarse pasta, presuntamente. Se trata del caso conocido
por el del tres por ciento, concretamente el denominado Petrus.
Financiación irregular presunta de los presuntos convergentes a través
de sus fundaciones, sean estas presuntas o no. Todo presunción, y ellos,
como dice la gran Bibiana, mientras tanto, callados y misteriosos.
Nada presunto es, en paralelo, el cabreo del quince que tiene Pedro Sánchez
con los separatas, él, que se les prometía muy felices con sus
presupuestos y ahora ve como los del gremio estelado dicen que no van a
votárselos, porque hay lo de los presos, el derecho a la
autodeterminación, el mandato popular y tal y cual. Imaginen como deben
andar en la Moncloa que el bachiller Sánchez ha declarado que, si no
consigue sacar los presupuestos adelante, su vocación de acabar la
legislatura “se acorta”. Angélico del Señor. Ante las críticas que el
doctorando de la triste tesis lanza contra PP y Ciudadanos por no
apoyarle, siendo como son sus intenciones buenas y benéficas, tampoco se
cortó un pelo el preclaro líder en decirle a sus ex socios indepes que
“plantean exigencias que no tienen nada que ver con los presupuestos y
que son imposibles de asumir por cualquier presidente”. ¡Carajo, le
costó darse cuenta al hombre!
Pero no es el único que anda más mosqueado que Rato
oyendo la canción “Black is black”. Puigdemont tiene el flequillo
enredadísimo y el pelo a lo Angela Davis de puro pánico. Lo último que
desea el pastelero de Amer es que se convoquen elecciones. Bueno, de
hecho, a esta gente lo de ir a votar no les gusta, salvo cuando se
puedan traer de sus casas las urnas repletas de sus papeletas o, eso
también, si han conseguido engañar a un par de partidos para que vayan
con ellos, empleándolos de pantalla para así ocultar su pasado
bochornoso. Pero como Junqueras ha dicho
que con el fugado no va ni a recoger el gordo de la lotería, al
Flequillín solo le queda la Crida y poco más. Qué lejos quedan las
listas unitarias, las apelaciones a la transversalidad, al carácter
unitario del separatismo.
Todo era, como el resto de esta fea historia,
pura coartada para esconder a la vieja Convergencia del Caso Palau, de Millet, Montull, Prenafeta, Alavedra,
del Junior y su colección de coches deportivos, de los misales
andorranos, del tres, del diez, del ochenta por ciento, de los contratos
de aguas, del pujolismo más descarnado en el cual el sector de los
negocios – un eufemismo, entiéndanme – era quien cortaba el bacalao en
Palau.
Sería una auténtica jugada maestra convocarlas todas juntas, aunque mucho nos temamos que ni Sánchez ni sus fontaneros tengan nivel suficiente para calcular una jugada semejante
Puigdemont se ve más solo que nunca y, lo que le
resulta más terrible, en la tesitura de tener que poner públicamente de
manifiesto esa soledad. Porque si hay elecciones, que es más que
probable que las haya o al menos eso aconsejan a Sánchez desde Europa, y
ahí lo dejo, su partido deberá concurrir solo. Solo, con personalidades
de segunda división y con una Esquerra con muchísimas probabilidades de
pasarle por delante. Es el peor escenario para los neoconvers, que se
han ido labrando la tumba solitos por su falta de coraje político al no
plantarse ante el ex President y enviarlo al guano. Prisioneros de su
relato, han tenido que seguir uncidos al mismo y, mira, mientras la
realidad no hace acto de presencia, todo es vendible. Ahora bien, cuando
llega el momento en el que lo palpable, lo real, llama a la puerta, las
fantasmagorías tienden a desaparecer y ahí es donde les entra canguelo,
jindama y cagarrinas a lo puigdemontianos. El “presidente legítimo”
tendrá problemas para hacer una lista, muchos más para que esta gane en
Cataluña y muchísimos más para quedar por delante de Esquerra.
Demasiadas cosas para tan poco fugado.
Todos rezan en Can Waterloo
para que eso no pase, intensificando los rosarios en el caso hipotético
de que las generales coincidiesen con municipales y europeas, cosa no
descartable según los propios socialistas, aunque Ximo Puig
haya dicho raudo y veloz que él las convoca aparte, porque es muy viejo
Pedro pa cabrero. No sabe nada. Sería una auténtica jugada maestra
convocarlas todas juntas, aunque mucho nos temamos que ni Sánchez ni sus
fontaneros tengan nivel suficiente para calcular una jugada semejante.
Meter en la misma convocatoria tres elecciones requiere un refinamiento
intelectual y una astucia tan infinita que solo podrían hacerlo tres
personas: Fu Manchú, el Doctor No o Alfonso Guerra. Que igual son la misma persona, ojo, porque, que se sepa, jamás se les ha visto juntos en la misma habitación.
Total, que en Waterloo han hecho un pedido extra de Scottex. Qué buen papel.
MIQUEL GIMÉNEZ Vía VOZ PÓPULI
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