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sábado, 10 de noviembre de 2018

LA CIUDAD QUE FUE

A diferencia de los tiempos en que BCN era una ciudad, y no un Lloret con ínfulas, el Ayuntamiento no sólo no acomoda el progreso, sino que se erige en su principal escollo

La alcaldesa de Barcelona Ada Colau Efe


Colau no quiere que el Hermitage abra sede en la Barceloneta. A diferencia de los tiempos en que Barcelona era una ciudad, y no un Lloret con ínfulas, el Ayuntamiento no sólo no acomoda el progreso, sino que se erige en su principal escollo. El mismo odio de clase, típicamente indocto, por el que la alcaldesa anunció en el minuto uno de su legislatura que no se dejaría ver por el Liceu (un templo del que acaso le conmuevan más los bombazos que la lírica) es el que hoy la lleva a poner bajo sospecha, sin más pruebas que sus propios prejuicios, una instalación fetén. 

Orgullosamente trasmutada, luego de su etapa Supervivienda, en una suerte de bruja Avería inversa (¡muera el Mal, muera el Capital!), Colau no alcanza a comprender que un equipamiento cultural no tenga ente sus objetivos la denuncia del heteropatriarcado ni se plantee un ciclo sobre, pongamos por caso, Revolución y Metalenguaje. Que un museo, en suma, no tenga más ambición que la delectación estética, pudiendo aspirar a parecerse, como el extinto CCCB,  a una franquicia de la Librería La Central, sección Altermundismo.
"Colau no quiere que el Hermitage abra sede en Barcelona. Sin duda también habría impedido los Juegos Olímpicos, invocando el derecho a la mugre"
 Nuestra emperatriz de la ambigüedad (© José Borrell), ténganlo claro, habría impedido los Juegos Olímpicos invocando el derecho a la mugre, o pretextando la participación de Estados Unidos, o, como el gallego que dejó escrito que si moría cerca del mar le enterraran en la montaña, y si moría en la montaña, cerca del mar, por joder. El populismo, y más el que gasta la munícipe, no tiene otro horizonte que la venganza: fuera ese busto, fuera esa calle, fuera el ejército y fuera la Roja. En el último episodio de esta rumbosa centrifugación, la CUP, con la necesaria omisión del colauismo, obligó a que las selecciones de waterpolo femeninas de España e Israel disputaran su partido en Sant Cugat y a puerta cerrada. Como si Barcelona, siquiera en un plano moral, fuera una pedanía de Kabul.

Al hilo de ese periódico, ‘La mitad del camino’, con que Podemos trata de relatar sus éxitos al margen de la objetividad, sin las molestas aduanas periodísticas, cabría considerar la posibilidad de que la prensa convencional, o prensa a secas (la que viene siendo susceptible de expropiación) destine un sumario semanal a la roturación del mundo que propone el podemismo. En la que nos ocupa, ‘Hermitage kills the city’, ‘Piscina liberada’ y ‘Tres comidas diarias y una radiografía’.


                                                                   JOSÉ MARÍA ALBERT DE PACO Vía VOZ PÓPULI

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