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martes, 6 de noviembre de 2018
¿CÓMO MUEREN LAS DEMOCRACIAS?
Es especialmente preocupante el
hecho de que gente joven educada en países democráticos empiece a pensar
que tal vez un régimen autoritario no sería tan malo
Foto: iStock.
Cuando la Unión Soviética colapsó, la democracia liberal pareció quedar como único jugador en el tablero político. Francis Fukuyama señaló
el “final de la evolución política de la humanidad”, porque se había
alcanzado la forma definitiva de gobierno humano. En 'Biografía de la humanidad',
hemos llegado a la misma conclusión, pero con una cautelosa
advertencia. Una de las enseñanzas incómodas de la historia es que
avances que parecían seguros pueden desaparecer. La democracia moderna
se ha expandido en tres olas. De 1828 a 1926; de 1945 a
1960, y a partir de 1974, con la Revolución de los Claveles. En esta
tercera ola se encuentra la democracia española. Las dos primeras se
frenaron con la emergencia de movimientos dictatoriales y autoritarios
en muchos países, y empieza a preocupar la idea de que pudiera suceder
lo mismo con la tercera. Muchos politólogos están alarmados y piensan
que la marcha hacia la democracia se ha detenido y que podemos volver a
1930. Me resulta especialmente preocupante el hecho de que gente joven
educada en países democráticos empieza a pensar que tal vez un régimen
autoritario no sea tan malo, a la vista de la incapacidad de las
democracias para resolver los problemas.
Comentaré dos libros aparecidos sobre este tema, que resultan esclarecedores para la actual situación española. El primero, 'How Democracy Ends', de David A. Runciman.
No tiene una visión apocalíptica de la situación, y critica a los que
ven fascismos por todas partes, pero comparte la común idea de que la democracia representativa no lo está haciendo bien,
y que el mayor peligro está en pensar que la democracia está
garantizada, lo que puede provocar que se desintegre desde dentro. Los
golpes de Estado, indica, ya no se dan a la vieja usanza, con un golpe
militar. Es más verosímil que ocurran minando invisiblemente las
democracias desde dentro. Por eso es cada vez más difícil detectar lo
que está sucediendo.
Los políticos que tienen éxito son los que manejan mejor las redes, como Trump, Corbyn o Macron
Compara
la situación de Grecia en 1967, cuando hubo un golpe militar visible, y
en 2015, el año del referéndum sobre si se aceptaban las directrices de
la UE. “Cada vez es más difícil decidir lo que es un golpe de Estado y lo que es la política normal”.
Estudia la influencia de la revolución digital, que apareció como una
tecnología políticamente liberadora y está teniendo algunas
consecuencias perjudiciales para la democracia. Me ha recordado dos
obras de Jaron Lanier, un afamado tecnólogo: 'Contra el
rebaño digital' y 'Diez razones para borrar tus redes sociales
inmediatamente'. Runciman piensa que animan a una gratificación
inmediata, mientras que la democracia presupone una capacidad para
soportar la frustración y la paciencia. El populismo es la condición
natural de la política democrática en la era de Twitter. Los políticos
que tienen éxito son los que manejan mejor las redes, como Trump, Corbyn o Macron.
La erosión de las instituciones
El segundo libro que quiero comentar es 'Cómo mueren las democracias', de Steven Levitsky y Daniel Ziblatt,
recién publicado por Ariel. Su tesis es semejante a la del libro
anterior. Las democracias pueden terminar de dos maneras: por golpes
militares o a manos de líderes electos que subvierten el proceso mismo que les condujo al poder. Esto puede suceder a toda prisa, como hizo Hitler
después del incendio del Reichstag en 1933, pero “más a menudo, las
democracias se erosionan lentamente, en pasos apenas apreciables”. Los
expertos en derecho constitucional Aziz Huq y Tom Ginsburg llaman a esta forma de quiebra democrática “regresión constitucional”
(“How to Lose a Constitutional Democracy”, 'UCLA Law Review' 65, 2018).
Desde finales de la Guerra Fría, la mayoría de las quiebras
democráticas no las han provocado militares, sino los propios gobiernos
electos. Como Chávez en Venezuela, dirigentes elegidos
por la población han subvertido instituciones en Georgia, Hungría,
Nicaragua, Perú, Filipinas, Polonia, Rusia, Sri Lanka, Turquía y
Ucrania. En la actualidad, el retroceso democrático empieza en las urnas.
Foto: iStock.
Muchas
personas piensan que siguen viviendo en una democracia, sin darse
cuenta de que las instituciones se están erosionando. El historiador Niall Ferguson
lo ha explicado en 'La gran degeneración'. Lo que preocupa a Levitsky y
Ziblatt es si EEUU está en esa situación. “Debemos aprender de otros
países a detectar las señales de alerta y a identificar las falsas
alarmas. Debemos ser conscientes de los fatídicos pasos que
han hecho naufragar otras democracias. Y debemos apreciar cómo la
ciudadanía se ha alzado para afrontar las grandes crisis democráticas
del pasado y superado las propias divisiones profundamente arraigadas
para evitar la quiebra de la democracia. La historia no se repite, pero
rima. Ojalá descubramos las rimas antes de que sea demasiado tarde”.
Los
autores intentan describir los procedimientos que van erosionando las
instituciones desde dentro. Mencionaré dos. En primer lugar, lo que
llaman “alianzas fatídicas”, mediante las que personalidades con
prestigio aúpan al poder a figuras autoritarias. Rafael Caldera ayudó
a Chávez, que estaba en la cárcel por haber intentado dos golpes
militares. Se refieren en varias ocasiones al trabajo pionero de nuestro
compatriota Juan José Linz, catedrático de Yale, que
estudió el tema en su obra 'La quiebra de las democracias' (1978). Según
Linz, la defunción de muchas democracias puede retrotraerse a la
“afinidad mayor que un partido básicamente orientado al mantenimiento de
un sistema muestra con los extremistas que están a su lado del espectro
político, en vez de con los partidos moderados del sistema al otro lado
del espectro”. Le parecía importante aislar a los extremistas en lugar de legitimarlos.
“Cuando los extremistas se postulan como serios contrincantes
electorales, los partidos moderados deben forjar un frente común para
derrotarlos”, deben mostrar su “voluntad de unirse a grupos
ideológicamente distantes pero comprometidos a salvar el orden político
democrático”.
Cuando líderes populistas ganan las elecciones, suelen asaltar las instituciones democráticas
El segundo peligro, dicen Levitsky y Ziblatt, es que “la ciudadanía suele tardar en darse cuenta de que la democracia está siendo desmantelada,
aunque ello suceda a ojos vistas. Una de las grandes ironías de por qué
mueren las democracias es que la defensa de la democracia suele
esgrimirse como pretexto para su subversión”. Los autores estudian el
caso del presidente filipino Ferdinand Marcos y el del peruano Fujimori. “Los populistas
tienden a negar la legitimidad de los partidos establecidos, a quienes
atacan tildándolos de antidemocráticos o incluso de antipatrióticos. Les
dicen a los votantes que el sistema existente en realidad no es una
democracia, sino que está siendo secuestrada o manipulada por la élite. Y
les prometen enterrar esa élite y reintegrar el poder al pueblo. Este
discurso debe tomarse en serio. Cuando líderes populistas ganan las
elecciones, suelen asaltar las instituciones democráticas”. La historia
se repite. Hamilton, uno de los padres fundadores de
Estados Unidos, escribió en 'El Federalista': “La historia nos enseña
que casi todos los hombres que han derrocado las libertades de las
repúblicas empezaron su carrera cortejando servilmente al pueblo; se
iniciaron como demagogos y acabaron en tiranos”.
No quiero
alargar más este artículo, pero como el libro me ha parecido
extraordinariamente interesante y oportuno, he hecho un resumen que
pueden ver en 'Genealogía del presente'.
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