La imposición de la independencia, los «presos políticos» y toda la retahíla de falacias inventadas por el separatismo ya han invadido el hemiciclo por la incapacidad del Estado para evitarlo
El
separatismo catalán convirtió ayer la sesión constitutiva de las Cortes
en un espectáculo bochornoso que no merece ningún demócrata de bien. Los
cuatro diputados presos acusados de golpismo recurrieron a fórmulas
vergonzantes de acatamiento de la Constitución, y la nueva presidenta
del Congreso, la socialista Meritxell Batet, permitió incluso que el
Parlamento legitimara una mentira flagrante al asumir como fórmula
válida la existencia de «presos políticos» en nuestro país. Hay motivo
para el sonrojo. Y algo muy profundo hay que reformar en nuestra
legislación cuando se consiente que unos reclusos-diputados, que
deberían ser suspendidos de inmediato, eludan un mandato expreso del TS,
campen por el hemiciclo con dispositivos móviles y permitan convertir a
nuestras instituciones en el hazmerreír de Europa. Imágenes como las
vistas ayer deben hacernos reflexionar sobre la calidad de nuestra
democracia. ¿Qué sentido tiene que quien quiere romper la unidad de
España acate la Constitución de modo subrepticio y falsario como
coartada para derogarla de modo unilateral, por la vía de los hechos
consumados, y delinquiendo? Ninguno. Resulta inaudito que haya partidos
que reciban como héroes a los políticos presos, y que justifiquen la
falacia de que son víctimas de una represión política y judicial en
España. Frente a la petición de Oriol Junqueras a Pedro Sánchez
-«tenemos que hablar»-, el Gobierno debería ponerse en guardia, no
decirle «no te preocupes», y no ser cómplice de sus chantajes. Es
perfectamente legítimo defender cualquier ideología por medios legales,
jurídicamente aceptados, y sin violentar la legislación para lograrlo.
En cambio, pretender que un acto de supuesta rebeldía quede impune solo
porque sus autores defienden «ideas» es prostituir nuestra democracia.
Resultan alarmantes la falta de memoria, la pretensión de anular
moralmente un delito en función de criterios ideológicos y no fácticos, y
la justificación de conductas lesivas para los españoles.
La imposición de la independencia, la «república catalana», los «presos políticos» y toda la retahíla de falacias inventadas por el separatismo ya han invadido el hemiciclo por la incapacidad del Estado para evitarlo. Es una afrenta contra la que no conviene resignarse, y cuanto antes sean suspendidos en sus funciones, antes recuperará el Congreso parte de la dignidad perdida en estos días. Por otro lado, la elección de Meritxell Batet con los votos en contra del centro-derecha y del separatismo pronostica una compleja legislatura para Sánchez. La euforia del PSOE, con solo 123 diputados, no está justificada. Es evidente que su dependencia de Podemos y del PNV, más allá del apoyo que pueda pactar con el independentismo catalán cuando lo necesite para aprobar leyes, lo va a mantener atado de pies y manos en un escenario convulso en lo político e incierto en lo económico.
EDITORIAL de ABC
La imposición de la independencia, la «república catalana», los «presos políticos» y toda la retahíla de falacias inventadas por el separatismo ya han invadido el hemiciclo por la incapacidad del Estado para evitarlo. Es una afrenta contra la que no conviene resignarse, y cuanto antes sean suspendidos en sus funciones, antes recuperará el Congreso parte de la dignidad perdida en estos días. Por otro lado, la elección de Meritxell Batet con los votos en contra del centro-derecha y del separatismo pronostica una compleja legislatura para Sánchez. La euforia del PSOE, con solo 123 diputados, no está justificada. Es evidente que su dependencia de Podemos y del PNV, más allá del apoyo que pueda pactar con el independentismo catalán cuando lo necesite para aprobar leyes, lo va a mantener atado de pies y manos en un escenario convulso en lo político e incierto en lo económico.
EDITORIAL de ABC
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