Artículos para reflexionar y debatir sobre temas y cuestiones políticas, económicas, históricas y de actualidad.
Translate
lunes, 27 de mayo de 2019
La amarga victoria de Sánchez y la dulce derrota de Casado
El espíritu de Borgen se ha
instalado definitivamente en la política. Aquí ganar unas elecciones ya
no significa tener más votos que los demás, sino construir combinaciones
que den mayorías de gobierno
El líder del PSOE, Pedro Sánchez. (Reuters)
Objetivamente, el PSOE arrasó en las elecciones de ayer.
En las autonómicas, quedó primero en 10 de las 12 comunidades autónomas
que votaron. En las municipales, por primera vez en mucho tiempo superó al PP en votos y en número de concejales electos;
en las europeas obtuvo una victoria incontestable, con 4 puntos más que
en las generales, aventajando al PP en 13 puntos y convirtiéndose en el
primer partido socialdemócrata de Europa.
Sin embargo, en la comparecencia de Pedro Sánchez
y su corte había un inconfundible rictus de decepción. Esta vez no se
vieron multitudes en la calle, ni banderas rojas ondeando al viento, ni
discurso entusiasta desde el balcón de Ferraz. Una sobria declaración
para constatar el buen resultado, rostros más bien serios y un preocupado requerimiento a Ciudadanos para que no repita en toda España la jugada andaluza.
Cuando el PSOE habla de “las tres derechas” antes de votar, es para
meter miedo. Cuando lo hace después, es porque tiene miedo. El discurso
de Sánchez no fue muy diferente, ni en tono ni en contenido, al de
Susana Díaz en la noche del 2 de diciembre.
El espíritu de Borgen se ha instalado definitivamente
en la política española. Aquí ganar unas elecciones ya no significa
tener más votos que los demás, sino construir combinaciones que den
mayorías de gobierno. Ya nadie depende solo de sí mismo.
Las victorias se cuentan en gobiernos tejidos con pactos; por eso se ha
convertido en costumbre ganar perdiendo y perder ganando.
En las
elecciones equivalentes de 2015, el PP ganó con claridad y el PSOE
obtuvo un resultado paupérrimo. Pero coincidió con el momento más
apoteósico de Podemos, y el aluvión de votos morados se convirtió en un
negocio espléndido para ambos. El PSOE se encontró con un puñado de
gobiernos autonómicos que no esperaba y a Podemos le cayeron del cielo
las alcaldías de varias de las mayores ciudades de España.
El resultado del PSOE fue excelente en todo el territorio. Vox se desfondó, y ello salvó al PP pese a su mediocre resultado
Ayer el espejo se invirtió. El resultado del PSOE fue excelente en todo el territorio. El
del PP, uniformemente calamitoso. Los socialistas aprovecharon a fondo
el viento de cola de las generales, y a los populares solo los salvó del
siniestro total el cuantioso voto de retorno procedente de Vox. Si el
partido de Abascal hubiera conservado la fuerza de hace un mes, se
habría vivido la noche de los cuchillos largos en Génova, 13.
Pero el caso es que Vox se desfondó, y ello salvó al PP pese a su mediocre resultado.
Y que Podemos entró en barrena, y ello ensombreció el claro triunfo
socialista. A la vista de los datos, nadie creería que a las 12 de la
noche los socialistas se retiraban a reflexionar, entre perplejos y
taciturnos, y los del PP montaban a toda velocidad el balcón de las
celebraciones. Daños colaterales con efectos centrales.
La catástrofe de Podemos
(me resisto a seguir poniendo lo de “Unidos”, sea en masculino o en
femenino) huele a final de trayecto, al menos en lo que se refiere a
Pablo Iglesias. Fracasó en todos los planos: de su imperio municipal de 2015 solo queda Kichi en Cádiz, con el que se detesta recíprocamente.
De tomar el cielo por asalto ha pasado a modesto subalterno del PSOE,
mendigando un ministerio para su persona y, ahora, alguna consejería
menor para los suyos en los escasos gobiernos en que tengan que contra
con ellos. En la Comunidad de Madrid Errejón lo humilló en 300.000 votos,
una especie de Vista Alegre III . Y en el Ayuntamiento es
corresponsable de la derrota de Carmena con su vengativa petición de
voto a la candidatura inviable de IU: 43.000 votos inútiles que habrían
sido preciosos para salvar esa alcaldía para la izquierda.
El secretario general de Podemos, Pablo Iglesias. (EFE)
El otro responsable de esa pérdida es Pedro Sánchez por su elección caprichosa de un candidato absurdo. En la ciudad de Madrid, el PSOE ha obtenido en la urna municipal 12 puntos menos que en la autonómica y Pepu ha logrado el difícil objetivo de empeorar el resultado de Carmona en 2015.
Posiblemente, Madrid es la única capital de España en que el PSOE ha
retrocedido respecto a la elección anterior. No fue una buena idea
estratégica que la izquierda aceptara el reto de jugarse el resultado
político de las elecciones en Madrid. Quizá deslumbrada por el resultado
de las generales y por la luz de sus candidatos, creyó que podría
hacerse con las dos joyas de la corona –el ayuntamiento y la Comunidad- y
asestar al PP el golpe de gracia en su propia fortaleza. Finalmente, la doble derrota de Carmena y Gabilondo se ha convertido en la noticia de la jornada y en un enorme balón de oxígeno para Pablo Casado. Es lo que sucede cuando se juega imprudentemente con las expectativas.
La
catástrofe de Podemos huele a final de trayecto, al menos en lo que se
refiere a Iglesias. Fracasó: de su imperio de 2015 solo queda Kichi en
Cádiz, con el que se detesta recíprocamente
Ciudadanos también ha quedado claramente por debajo de sus expectativas y
ha retrocedido respecto a las generales. Sin embargo, su posición
postelectoral es envidiable. En no menos de siete comunidades autónomas y
en innumerables ciudades, sus votos serán claves para definir las mayorías de gobierno. Casado está en manos de Rivera: todos
los gobiernos a los que puede aspirar dependen del apoyo de ciudadanos.
Y el PSOE, muy a su pesar, también tendrá que recurrir a Cs para
conservar gobiernos importantes, como el de Aragón, en los que la
raquítica 'performance' de Podemos le ha privado de socios efectivos por
la izquierda. Un plan inteligente de acuerdos puede proporcionar a
Ciudadanos una cuota de poder territorial que, en España, imprescindible
si quiere pasar de ser un partido de juguete a una organización que
merezca tal nombre.
Quizá el escenario más interesante sea el que se abre en Navarra.El PSOE será allí el árbitro que decida quién gobierna allí: una coalición de la derecha como Suma Navarra (UPN, PP y Ciudadanos), o una coalición abertzale
con la presencia necesaria de Bildu. Y no puede eludir la decisión,
porque ninguna de las dos suma sin contar con el apoyo socialista. No
será la primera vez que la posición de los socialistas navarros sobre su
gobierno se decide en la cúpula nacional del PSOE; y esta vez con una
investidura presidencial en camino. Me interesa más eso que el final de
'Juego de Tronos'.
En todo caso, los parámetros principales de la
política nacional ya están definidos desde el 28-A y no habrían cambiado
con cualquier resultado de esta elección. Ahora se entiende mejor por
qué Pedro Sánchez decidió que se jugara antes la final que la semifinal.
No hay comentarios:
Publicar un comentario