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martes, 21 de mayo de 2019

La última oportunidad de España para volver a ser grande en Europa

El Brexit y la crisis política de Italia dejan un hueco enorme para que España se convierta en un actor importante dentro de la UE, la única forma de que Madrid siga siendo relevante en el mundo


Foto: Un hombre con la bandera española y la de la Unión Europea. (Reuters)

Un hombre con la bandera española y la de la Unión Europea. (Reuters)


Hace un lustro que el fuerte acento español no resuena en las oficinas más importantes de la Unión Europea (UE). La crisis económica y política que atravesaba España en 2014 dejó al país infrarrepresentado en la UE tras la renovación de sus principales cargos. Y cuando no tienes voz en Bruselas, no tienes voz en el mundo.

Cinco años más tarde, la Unión Europea afronta conflictos geopolíticos que amenazan con hacerla irrelevante. Desde el impredecible unilateralismo de Trump hasta la interferencia rusa, pasando por la consolidación china o las múltiples guerras híbridas en un contexto de inestabilidad migratoria y cambio climático.

Por eso, la única manera de que España decida qué ocurre más allá de sus fronteras es a través de la UE, un club al que pertenecen más de 500 millones de personas. Europa es la tercera región más poblada del mundo con el 7% de la ciudadanía global, solo por debajo de China (19,1%) e India (17,6%).




En este contexto, las turbulencias internas generadas por el Brexit, la debilidad del eje franco-alemán y los movimientos euroescépticos y populistas como el italiano han abierto una ventana de oportunidad para España que, si juega bien sus cartas y no llega tarde, podría convertirse en un actor relevante en la toma de decisiones de la UE.

Por debajo de su peso


"España boxeó por debajo de su peso en Europa" durante los gobiernos de José Luis Rodríguez Zapatero y Mariano Rajoy, resume Ignacio Torreblanca, director en España del grupo de análisis European Council on Foreign Relations. Torreblanca asegura que hay bastante consenso para afirmar que, hasta hace poco, las cosas no se habían hecho muy bien.

No solo la crisis económica y territorial del país minaron los esfuerzos por hacerse un hueco en Europa. También afectó a la credibilidad internacional de España los tipos de liderazgo de estos dos últimos presidentes, con poca versatilidad diplomática y nulo manejo de los idiomas.

Luis Garicano, número uno de Ciudadanos para los comicios europeos, achaca a los gobiernos anteriores no haber sabido colocar a España al nivel que le correspondía en Europa: “El PP y el PSOE ven a la UE como un retiro dorado para jubilar a los políticos que les sobran. Así es imposible que logremos cargos importantes ya que la UE funciona por meritocracia”.

El camino de la influencia


Desde el PSOE, sin embargo, aseguran estar dispuestos a apostar fuerte esta vez. Con el resultado en las elecciones generales, Sánchez se ha confirmado como el líder socialdemócrata destacado en Europa y es probable que la delegación española sea la principal en la bancada socialista del próximo Parlamento Europeo. Como Ciudadanos, ambas formaciones verán reforzadas su influencia en sus familias políticas europeas.

“La estabilidad política tiene premio en Europa”, asegura Javi López, eurodiputado socialista y candidato a los comicios europeos, quien asegura que el presidente del Gobierno “podrá utilizar su redoblada influencia en el juego de altos nombramientos” a partir de junio.

Torreblanca reconoce que la intensa y criticada agenda internacional de Sánchez ha dado más visibilidad a España y destacó el papel de Josep Borrell, un ministro “con una gran experiencia europea".

Pero para la oposición, tener más visibilidad no es sinónimo de estar haciéndolo bien. "Sánchez ha renunciado a defender el papel de España en Europa y en el mundo. Lo hemos visto con la crisis de Venezuela [...] o por ejemplo con la política de migración, a la que se ha perjudicado con decisiones como la del Aquarius", afirma Esteban González Pons, número dos del PP a las elecciones europeas.

Pons piensa que España debe jugar un papel relevante en la UE, pero no como bisagra de ningún eje "sino con voz propia" por "por peso específico, por tradición y por Historia".




En el mismo tono, pero desde la perspectiva contraria, los que podrían ser socios de Sánchez en el futuro gobierno piden a España otro tipo liderazgo. "No solo por la importancia de nuestro país, sino por los grandes retos que tenemos por delante: el cambio climático, la lucha por los derechos de las mujeres y contra las desigualdades territoriales, sociales y económicas”, considera María Eugenia Rodríguez Palop, líder de Unidas Podemos.

Aspiraciones españolas


Pero si España aspira a ser grande en la UE debe apuntar a los cargos más influyentes, donde los intereses y opiniones de cada país tienen más probabilidades de ser escuchados. El regreso de España a las instituciones comenzó con el nombramiento de Luis de Guindos como vicepresidente del Banco Central Europeo (BCE) en 2018, una batalla personal del propio exministro de Economía que ni siquiera contó con el apoyo de Rajoy. El retorno se reforzó con el reciente nombramiento de José Manuel Campa como presidente de la Autoridad Bancaria Europea.

La Unión Europea está formada por 28 países, pero está dividida en diversas alianzas según sus intereses y cercanía geográfica, como la Liga Hanséatica, de perfil económico conservador y liderada por Holanda. Por otro lado, también está el Grupo Visegrado, conformado por los países del Este, que defiende en su mayoría una agenda iliberal. En este juego de grandes alianzas, la promesa de un frente común de los países del Sur nunca ha llegado a cuajar.

“Los países del sur deben ser capaces de defender sus intereses, tal y como hacen otras regiones", argumenta López, que pide defender los intereses comunes de España con dureza, como hace ahora Holanda, aunque justo en la dirección contraria.




La estrategia no convence a Ciudadanos ni al Partido Popular. Garicano rechaza la organización por ejes geográficos: “No creo que sea bueno. Europa es un todo en el que debemos estar unidos en nuestra diversidad”. En la misma línea sigue González Pons, quien considera que "la UE debe avanzar unida, no fraccionarse en bloques, más allá de lógicos acuerdos puntuales".

Para Palop no hay que obsesionarse con los cargos ya que "el verdadero liderazgo de España” en la Unión debería traducirse en encabezar “la lucha contra el cambio climático y por una UE feminista”.

Una Europa dividida


Mientras tanto, muchos miran a España. En un momento de desgaste para el proyecto europeo, algunos ven en Madrid la esperanza para relanzar un mensaje europeísta y liderar un frente común que frene la deriva intergubernamental que ha caracterizado la última década.
"Espero que el gobierno de España, a corto o medio plazo, respalde las propuestas que se han planteado para reforzar el carácter supranacional de la Unión", plantea Belén Becerril, subdirectora del Instituto CEU de Estudios Europeos. Becerril apunta que el gran reto europeo sigue siendo definir un interés común en el que “todos los Estados puedan jugar un papel acorde a su tamaño"

Eso mismo piensa un político europeo que ha pasado los últimos cinco años tratando de ayudar a evitar el anquilosamiento de la UE en Bruselas. En confianza, asegura que para que España gane ese protagonismo que busca, debe primero ser capaz de defender su agenda europeísta con el mismo ardor que otros defienden su antieuropeísmo.




Otros, como Ignacio Torreblanca, son un poco más pesimistas y enfatizan que España está llegando en el tiempo de descuento. Demasiado tarde para el momento político, controlado por una mayoría de países dominados por un centro-derecha con poco apetito por más integración y que tampoco comparte las propuestas españolas de una Europa más social.

“La Alemania post Merkel no es la Alemania de Kohl, es mucho más intergubernamental, y Macron ha mostrado poco interés por hacer un triunvirato que incluya a España. España va a estar en minoría y es previsible que vea frustrados sus proyectos por falta de socios europeístas", afirma Torreblanca. "España ha vuelto, pero Europa ha cambiado mucho. Ya no hay mayorías europeístas”.


                                 NACHO ALARCÓN y CARLOS BARRAGÁN     Vía EL CONFIDENCIAL

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