El Brexit y la crisis política de Italia dejan un hueco enorme para que España se convierta en un actor importante dentro de la UE, la única forma de que Madrid siga siendo relevante en el mundo
Un hombre con la bandera española y la de la Unión Europea. (Reuters)
Hace un lustro que el fuerte acento español no
resuena en las oficinas más importantes de la Unión Europea (UE). La
crisis económica y política que atravesaba España en 2014 dejó al país
infrarrepresentado en la UE tras la renovación de sus principales
cargos. Y cuando no tienes voz en Bruselas, no tienes voz en el mundo.
Cinco años más tarde, la Unión Europea afronta conflictos geopolíticos que amenazan con hacerla irrelevante. Desde el impredecible unilateralismo de Trump hasta la interferencia rusa, pasando por la consolidación china o las múltiples guerras híbridas en un contexto de inestabilidad migratoria y cambio climático.
Por eso, la única manera de que España decida qué ocurre más allá de sus fronteras es a través de la UE, un club al que pertenecen más de 500 millones de personas. Europa es la tercera región más poblada del mundo con el 7% de la ciudadanía global, solo por debajo de China (19,1%) e India (17,6%).
En este contexto, las turbulencias internas generadas por el Brexit, la debilidad del eje franco-alemán y los movimientos euroescépticos y populistas como el italiano han abierto una ventana de oportunidad para España que, si juega bien sus cartas y no llega tarde, podría convertirse en un actor relevante en la toma de decisiones de la UE.
En el mismo tono, pero desde la perspectiva contraria, los que podrían ser socios de Sánchez en el futuro gobierno piden a España otro tipo liderazgo. "No solo por la importancia de nuestro país, sino por los grandes retos que tenemos por delante: el cambio climático, la lucha por los derechos de las mujeres y contra las desigualdades territoriales, sociales y económicas”, considera María Eugenia Rodríguez Palop, líder de Unidas Podemos.
Otros, como Ignacio Torreblanca, son un poco más pesimistas y enfatizan que España está llegando en el tiempo de descuento. Demasiado tarde para el momento político, controlado por una mayoría de países dominados por un centro-derecha con poco apetito por más integración y que tampoco comparte las propuestas españolas de una Europa más social.
Cinco años más tarde, la Unión Europea afronta conflictos geopolíticos que amenazan con hacerla irrelevante. Desde el impredecible unilateralismo de Trump hasta la interferencia rusa, pasando por la consolidación china o las múltiples guerras híbridas en un contexto de inestabilidad migratoria y cambio climático.
Por eso, la única manera de que España decida qué ocurre más allá de sus fronteras es a través de la UE, un club al que pertenecen más de 500 millones de personas. Europa es la tercera región más poblada del mundo con el 7% de la ciudadanía global, solo por debajo de China (19,1%) e India (17,6%).
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En este contexto, las turbulencias internas generadas por el Brexit, la debilidad del eje franco-alemán y los movimientos euroescépticos y populistas como el italiano han abierto una ventana de oportunidad para España que, si juega bien sus cartas y no llega tarde, podría convertirse en un actor relevante en la toma de decisiones de la UE.
Por debajo de su peso
"España boxeó por debajo de su peso en Europa"
durante los gobiernos de José Luis Rodríguez Zapatero y Mariano Rajoy,
resume Ignacio Torreblanca, director en España del grupo de análisis
European Council on Foreign Relations. Torreblanca asegura que hay
bastante consenso para afirmar que, hasta hace poco, las cosas no se
habían hecho muy bien.
No solo la crisis económica y
territorial del país minaron los esfuerzos por hacerse un hueco en
Europa. También afectó a la credibilidad internacional de España los
tipos de liderazgo de estos dos últimos presidentes, con poca
versatilidad diplomática y nulo manejo de los idiomas.
Luis Garicano,
número uno de Ciudadanos para los comicios europeos, achaca a los
gobiernos anteriores no haber sabido colocar a España al nivel que le
correspondía en Europa: “El PP y el PSOE ven a la UE como un retiro
dorado para jubilar a los políticos que les sobran. Así es imposible que logremos cargos importantes ya que la UE funciona por meritocracia”.
El camino de la influencia
Desde
el PSOE, sin embargo, aseguran estar dispuestos a apostar fuerte esta
vez. Con el resultado en las elecciones generales, Sánchez se ha
confirmado como el líder socialdemócrata destacado en Europa y es
probable que la delegación española sea la principal en la bancada socialista del
próximo Parlamento Europeo. Como Ciudadanos, ambas formaciones verán
reforzadas su influencia en sus familias políticas europeas.
“La estabilidad política tiene premio en Europa”, asegura Javi López,
eurodiputado socialista y candidato a los comicios europeos, quien
asegura que el presidente del Gobierno “podrá utilizar su redoblada
influencia en el juego de altos nombramientos” a partir de junio.
Torreblanca
reconoce que la intensa y criticada agenda internacional de Sánchez ha
dado más visibilidad a España y destacó el papel de Josep Borrell, un
ministro “con una gran experiencia europea".
Pero para
la oposición, tener más visibilidad no es sinónimo de estar haciéndolo
bien. "Sánchez ha renunciado a defender el papel de España en Europa y
en el mundo. Lo hemos visto con la crisis de Venezuela [...] o por ejemplo con la política de migración, a la que se ha perjudicado con decisiones como la del Aquarius", afirma Esteban González Pons, número dos del PP a las elecciones europeas.
Pons piensa que España debe jugar un papel relevante en la UE, pero no como bisagra de ningún eje "sino con voz propia" por "por peso específico, por tradición y por Historia".
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En el mismo tono, pero desde la perspectiva contraria, los que podrían ser socios de Sánchez en el futuro gobierno piden a España otro tipo liderazgo. "No solo por la importancia de nuestro país, sino por los grandes retos que tenemos por delante: el cambio climático, la lucha por los derechos de las mujeres y contra las desigualdades territoriales, sociales y económicas”, considera María Eugenia Rodríguez Palop, líder de Unidas Podemos.
Aspiraciones españolas
Pero
si España aspira a ser grande en la UE debe apuntar a los cargos más
influyentes, donde los intereses y opiniones de cada país tienen más
probabilidades de ser escuchados. El regreso de España a las
instituciones comenzó con el nombramiento de Luis de Guindos como vicepresidente del Banco Central Europeo (BCE) en 2018, una batalla personal del propio exministro de Economía que ni siquiera contó con el apoyo de Rajoy. El retorno se reforzó con el reciente nombramiento de José Manuel Campa como presidente de la Autoridad Bancaria Europea.
La
Unión Europea está formada por 28 países, pero está dividida en
diversas alianzas según sus intereses y cercanía geográfica, como la
Liga Hanséatica, de perfil económico conservador y liderada por Holanda.
Por otro lado, también está el Grupo Visegrado, conformado por los
países del Este, que defiende en su mayoría una agenda iliberal. En este
juego de grandes alianzas, la promesa de un frente común de los países
del Sur nunca ha llegado a cuajar.
“Los países del sur
deben ser capaces de defender sus intereses, tal y como hacen otras
regiones", argumenta López, que pide defender los intereses comunes de
España con dureza, como hace ahora Holanda, aunque justo en la dirección contraria.
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La
estrategia no convence a Ciudadanos ni al Partido Popular. Garicano
rechaza la organización por ejes geográficos: “No creo que sea bueno.
Europa es un todo en el que debemos estar unidos en nuestra diversidad”.
En la misma línea sigue González Pons, quien considera que "la UE debe
avanzar unida, no fraccionarse en bloques, más allá de lógicos acuerdos puntuales".
Para
Palop no hay que obsesionarse con los cargos ya que "el verdadero
liderazgo de España” en la Unión debería traducirse en encabezar “la
lucha contra el cambio climático y por una UE feminista”.
Una Europa dividida
Mientras tanto, muchos miran a España. En un momento de desgaste para el proyecto europeo, algunos ven en Madrid la esperanza para relanzar un mensaje europeísta y liderar un frente común que frene la deriva intergubernamental que ha caracterizado la última década.
"Espero que el gobierno de España, a corto o medio plazo, respalde las propuestas que se han planteado para reforzar el carácter supranacional de la Unión",
plantea Belén Becerril, subdirectora del Instituto CEU de Estudios
Europeos. Becerril apunta que el gran reto europeo sigue siendo definir
un interés común en el que “todos los Estados puedan jugar un papel
acorde a su tamaño"
Eso mismo piensa un político europeo
que ha pasado los últimos cinco años tratando de ayudar a evitar el
anquilosamiento de la UE en Bruselas. En confianza, asegura que para que
España gane ese protagonismo que busca, debe primero ser capaz de
defender su agenda europeísta con el mismo ardor que otros defienden su antieuropeísmo.
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Otros, como Ignacio Torreblanca, son un poco más pesimistas y enfatizan que España está llegando en el tiempo de descuento. Demasiado tarde para el momento político, controlado por una mayoría de países dominados por un centro-derecha con poco apetito por más integración y que tampoco comparte las propuestas españolas de una Europa más social.
“La
Alemania post Merkel no es la Alemania de Kohl, es mucho más
intergubernamental, y Macron ha mostrado poco interés por hacer un
triunvirato que incluya a España. España va a estar en minoría y es previsible que vea frustrados sus proyectos por falta de socios europeístas", afirma Torreblanca. "España ha vuelto, pero Europa ha cambiado mucho. Ya no hay mayorías europeístas”.
NACHO ALARCÓN y CARLOS BARRAGÁN Vía EL CONFIDENCIAL
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