Pedro Sánchez.
EFE
Qué espectáculo. Qué fantástico aquelarre de enemigos de
la nación y del sistema. Qué exaltación de odio contra el mejor proyecto
de convivencia que han tenido nunca los españoles. Con la mayoría de
los medios oficiando de encantados enterradores del régimen del 78. No
sé si tenemos una democracia garantista o simplemente idiota. Lo que
está claro es que una democracia que no sabe defenderse, o peor aún, que
ha renunciado a hacerlo, es una democracia muerta, aunque quizá ella no
lo sepa. Todavía. Los líderes separatistas contaron con el respaldo de
ERC y de JxCat, 22 diputados en total, pero también de los 42 de
Podemos, los 6 del PNV y los 4 de Bildu. Un total de 74 escaños detrás
de quienes intentaron un golpe de Estado contra la Constitución del 78.
Súmenle los 123 diputados socialistas dispuestos a llegar a acuerdos con
los catalazis para investir a Pedro Sánchez
y pagar el precio correspondiente, y llegaremos a la conclusión de que
los defensores de esa Constitución están en minoría en el Congreso de
los Diputados. Hasta aquí hemos llegado. Navegamos a bordo de un Estado
suicida que avanza a toda máquina hacia el acantilado. Fin del ciclo
iniciado con el referéndum de 1978 y entrada en lo desconocido.
La nominación como presidenta del Congreso de una señora
que hace apenas dos años se alineó por tres veces con los separatistas,
hasta el punto de ser multada por el entonces responsable de la gestora
del PSOE, Javier Fernández, es un síntoma más, deslumbrante como pocos,
de ese fin de ciclo. Lo de Meritxell Batet
viene a suponer un nuevo golpe de Estado -más blando, más delicado, no
menos insidioso que el ocurrido el 1-O en Dinamarca del Sur-, con el
agravante de haber sido protagonizado en plena sede de la soberanía
nacional y con la dupla de ese presidente del Senado, Manuel Cruz, que ayer mismo abogó por la absolución de los líderes del prusés.
La guinda al proceso de envilecimiento de nuestras instituciones la ha
puesto la entronización como secretario primero de la Mesa del Congreso
de un tal Pisarello, un argentino cuyo
nivel de vida mantienen los impuestos que pagan los españoles, que
desprecia la nación y sus símbolos, y que lo primero que ha hecho recién
llegado a la Carrera de San Jerónimo ha sido quitar la rojigualda de su
despacho.
Estamos recogiendo la cosecha del entreguismo de Felipe y Aznar a Jordi Pujol, la irresponsabilidad del pirómano Zapatero y la dejación criminal de los Marianos
Estamos recogiendo la cosecha del entreguismo de Felipe y Aznar a Jordi Pujol, la irresponsabilidad del pirómano Zapatero (el drama de aquel 11-M que cambió para siempre el rumbo de la nave española) y la dejación criminal de los Marianos.
Han sido tantos los esfuerzos de tanta gente por vaciar de contenido
nuestra democracia, no sin antes haberla desplumado, que al final la han
dejado en los huesos. Esto tiene difícil arreglo, porque el PSOE de
Sánchez, el partido más importante de la izquierda, ya no está en el
bloque constitucional. Revertir la situación, asunto que a muchos se
antoja misión imposible a estas alturas, exigiría volver a recuperar
para la causa constitucional a este PSOE podemizado hasta la náusea, lo
que pasa por derrocar a quien se ha hecho con todo el poder en el
socialismo, para, desde la mayoría formada por socialistas y “derechas”,
poder abrir la Constitución e introducir los cambios pertinentes. No
sería mucho pedir. Después de más de cien años de historia, el viejo
PSOE de siempre, el PSOE de los Felipe, Guerra y Cía., le debe una, al menos una, a esta pobre España sempiternamente apaleada. Y va siendo hora de empezar a pagar la deuda.
La víspera de las generales del 28 de abril, Felipe González visita a Alfredo Pérez Rubalcaba
en su casa de Majadahonda. Hay testigos de lo acontecido. Tras pasar
revista a la situación, ambos convienen en que la victoria de Sánchez
parece inevitable. Miradas perplejas. A Alfredo le parece una ironía
macabra tener que ir al día siguiente al colegio electoral “para votar a
este indeseable”, y en parecidos términos se expresa Felipe. Al caer la
noche, el que fuera presidente del Gobierno durante casi 14 años deja
una frase lapidaria sobre el tapete: “Bueno, Alfredo, a partir de mañana
toca empezar a pensar en España”. Cuando Felipe volvió a ver a su amigo
lo encontró embutido en una caja de pino expuesto en la sede del
Congreso. La emoción del velatorio.
Las posibilidades
de revertir la situación son mínimas. Muchos años sembrando en
barbecho, mucho tiempo perdido en la inaplazable tarea de la
regeneración desde dentro, ningún interés en acometer la corrección de
los fallos de diseño que las urgencias del momento hicieron inevitables
(el peso excesivo de las minorías nacionalistas en la gestión de la
política nacional, la cesión de competencias que han desarmado el poder
integrador del Estado hasta el punto de hacerle prácticamente
desaparecer en algunas regiones, la sumisión de la Justicia al poder
Ejecutivo) a la muerte del dictador. No es hora de buscar culpables,
aunque los hay a paladas sin necesidad de refugiarse en el tópico de esa
depauperada clase política nuestra, a la que ascienden, con sus
excepciones, los más tontos y ambiciosos del lugar.
“Que no nos quiten lo que hemos ahorrado”
Culpable
ese poder económico financiero que estos días anda muy asustado, porque
esa idea suya de un Gobierno de coalición Sánchez-Rivera con el que
pensaban en el peor de los casos salvar los muebles, se ha ido al
traste, y a estas horas lo de un Gobierno de Pedro y Pablo es algo más
que una simple amenaza. “Que no nos quiten lo que hemos ahorrado en
nuestra vida”. A eso se reducen hoy las aspiraciones de muchos.
Empresarios cobardes, con un miedo atroz a hablar alto y claro lejos del
cenáculo, pero siempre dispuestos a la componenda desde dentro, a la
presión silenciosa, a robarle a las urnas lo que las urnas han dictado.
La Telefónica como sociedad de socorros mutuos, o el Santander de la
familia Botín como ejemplos de lustre. Los
grandes responsable del desastre de la corrupción –el disolvente que ha
terminado por quebrar el Sistema- callados ahora cual muertos y forrados
hasta las cejas. A ellos les importa poco que el señor marqués de
Galapagar amenace el bolsillo de las clases medias: han puesto su dinero
a buen recaudo, como los millonarios hijos de la izquierda progre, los Wyoming, Ferreras
y compañía… Ello por no hablar de la responsabilidad de un periodismo
corrompido hasta la médula, además de rendido a los dogmas de la
izquierda cultural.
Resiste el Rey en Palacio –curioso
guiño el del mejor Borbón en el peor momento de nuestra historia
reciente-, y resisten algunos jueces dispuestos a hacer su trabajo con
honor en un país donde todo el mundo se escaquea, nadie cumple las
responsabilidades del cargo, todos se esconden. Revertir la situación
parece tarea imposible con un PSOE dispuesto a gobernar con los
comunistas de Podemos y los separatistas catalanes si llegara el caso, y
una derecha en plena descomposición, cuyo mejor ejemplo es ese PP que,
con Pablo Casado en plena depresión, no
parece haber encontrado más remedio a los males del marianismo que más
marianismo (“Si Mariano hubiera sido candidato el 28-A, habríamos
arrasado”, dice Alvarito Nadal, de los
Nadal de toda la vida). La pura realidad es que la continuidad del
régimen del 78 pende de un hilo, cada nueva legislatura más débil que la
anterior, más desprotegido, casi inerme. Y con cuatro años por delante
de sanchismo, tiempo más que suficiente para
certificar ese final de régimen con vistas al mar de la incertidumbre de
esa España confederal que propugna el señorito. Entrada en lo
desconocido. Viaje al fin de la noche.
Desde esta
perspectiva, las elecciones de hoy tienen en mi opinión escasa
importancia a la luz de ese otro trascendental envite que tiene que ver
con el futuro de la España constitucional. Me temo que la pérdida de
fuelle de VOX –¿tormenta de una noche de verano?- ayude a Casado a
salvar el match ball que el marianismo le ha planteado en la persona de Feijóo, retrasando el final –“alargando el número de sus agonías”, que dice Borges en su Aleph-
de un partido llamado a desaparecer en justo castigo a sus pecados. Lo
ideal sería que Ciudadanos tomara cuanto antes el relevo del PP como un
centroderecha laico y liberal, capaz de abarcar desde el 4 hasta el 7
del espectro ideológico, con un partido conservador a su derecha que
sería el resultado de la fusión de VOX con los restos del PP.
El clavo ardiendo de un Gobierno en solitario
¿Todo
está perdido? Hay quien cree que no. “Sánchez ha cogido muchas tablas”.
Hay quien piensa que de la levedad ideológica de un personaje capaz de
casarse con Ana o con su hermana en tanto en cuando le aseguren su
condumio cabe esperar cualquier cosa, incluso la sorpresa mayúscula de
intentar gobernar en solitario (dependerá de lo que pase este domingo)
con la vista puesta en el bien común, apelando al apoyo alternativo de
izquierda o derecha según los casos, un terreno en el que podría
encontrar el apoyo de Rivera en leyes tan importantes como los PGE. Es
una opción que podría cobrar fuerza si hoy las urnas terminaran por
certificar el viaje a los infiernos de Podemos, un proyecto que
pretendía conquistar el cielo antes de conformarse con una lujosa dacha
en Galapagar con vistas a la sierra de Madrid. La debilidad manifiesta
del señor marqués le dejaría con escaso margen para exigir la luna de
esos ministerios que ahora reclama. La situación de la pareja no deja de
ser complicada, necesitados como están de seguir ingresando en casa
esos 18.000 euros mes que ahora acumulan entre ambos, y es ahí donde
Sánchez les tiene bien cogidos por el faldón de sus urgencias. “El PSOE
les va a confeccionar un traje a la medida”. Y los gritos airados desde
el atril pasarán a convertirse en suaves trinos de tumbona junto a
piscina.
Nunca desde la muerte de Franco estuvo España
tan a merced de un solo hombre. Nunca nadie con tan poco dispuso de
tanto. En el horizonte, la sentencia del juicio a los golpistas del 1 de
octubre con la respiración contenida. Se anuncia campaña salvaje contra
el tribunal juzgador, con el juez Marchena
en el centro de la diana. (“El peligro se llama Manuel Marchena”
titulaba ayer un digital portavoz de la izquierda radical). Exigir la
absolución de los sublevados poniendo el poder Judicial al servicio del
Ejecutivo (Sánchez) y sus edecanes en el Legislativo (Batet y Cruz). El
Estado en manos de los enemigos del Estado. Todo en el aire. Todo
pendiente de un hilo. Tiempo de incertidumbres.
La Transición está
definitivamente enterrada y hemos entrado en un nuevo ciclo histórico de
perfiles desconocidos, al que convendría enfrentarse sin más dramatismo
que el estrictamente necesario. Asegurar la convivencia, y si es
posible el bienestar material, podría ser tarea prioritaria del
inmediato futuro.
JESÚS CACHO Vía VOZ PÓPULI
No hay comentarios:
Publicar un comentario