El expresidente de la Generalitat, Carles Puigdemont.
EFE
O con los calzoncillos, da igual. Las prisas con las que
ha tenido que confeccionar la lista para las europeas, después que la
JEC le prohibiera figurar en ellas, evidencia una realidad irrefutable:
ni Dios quiere estar a su lado.
Si uno puede formarse una idea acerca de un partido por
los tres primeros nombres que encabezan su lista electoral, trabajo les
doy a los seguidores del fugadísimo con la que ha quedado de cara al
parlamento europeo. En ningún otro país de Europa – y me atrevo a decir
que del mundo – se puede dar una contradicción más terrible, una
amalgama más infumable y una anomalía ideológica más palmaria que en la
listica elaborada de prisa y corriendo por Carles Puigdemont. El hereu de la neoconvergencia, del legado pujolista, de aquella Cataluña idílica en la que “La feina ben feta no té fronteres”,
ha mezclado en una indigesta sopa de apellidos a un ex convicto por
delito de terrorismo, el letrado Boye, a un hombre liberal, buena
persona y honorable, Trías, y a una aprovechategui proveniente de las
filas socialistas, Talegón.
Las razones son de causa
mayor, claro, porque Puigdemont, que sigue pensando que esto del estado,
la justicia y el imperio de la ley no van con él, se creyó poco menos
que intocable, acostumbrado como estaba a que en esta Cataluña gobernada
por aduladores nadie le tosiera. No debe extrañar a nadie que el
personaje se muestre indignado y perplejo cuando la ley que tanto
desprecia le coloque en su sitio y le recuerde sus obligaciones para con
la misma. De ahí que la decisión de apartarlo de las europeas tomada
por la Junta Electoral Central, que también afecta a Toni Comín y a Clara Ponsatí, le haya pillado en bragas, como se dice vulgarmente.
Ha
tenido que echar mano de lo que ha podido por dos razones: primera, las
fechas, que apremian; segunda, nadie quiere asociar su persona con la
figura en declive del de Waterloo. Son los únicos motivos de esa
tripleta insólita que encabezará Junts per Catalunya, aunque sería más apropiado denominarla Junts per Puigdemont que, en el colmo del caudillismo, ha hecho figurar su rostro en las papeletas.
Boye
está, imaginamos, como compensación a sus honorarios y no hay mucho más
que decir, salvo que ese nombramiento denigra más al nombrante que al
nombrado. Si la república catalana ha de estar en mano de personajes
así, un condenado a catorce años de cárcel por colaborar con ETA en el
secuestro de Emiliano Revilla al que la banda terrorista tuvo en un zulo inhumano cautivo 249 días, apañados estamos. Eso le reprochaba a Boye, tiempo ha, Bea Talegón, pero se conoce que el cargo lima asperezas.
El proceso lo ha devastado todo, incluso a los convergentes moderados que se vieron en la disyuntiva de, o bien plantarse, o bien dejarse arrastrar por el tsunami
Puigdemont se siente aislado y cada vez más apartado en
un escenario tan complejo como es la política catalana. Pretendía un
golpe de efecto colocando al entrenador Pep Guardiola en esa lista, pero este no quiso. Mucho lacito y mucha hostia, pero, a la hora de la verdad, todo el mundo quieto parao.
Y es que de desagradecidos está el mundo lleno, porque el Govern
nombraba en diciembre pasado a su hermana Francesca como delegada de la
Generalitat para los países nórdicos, sea lo que sea eso. Cesada por el
155 y recuperada por Torra, a Francesca no la quiso ninguna empresa
privada, así que tuvo que volver a la ubre separatista, harto generosa,
por cierto, porque se lleva 85.000 euros anuales. El fugadísimo también
intentó algún otro fichaje de relumbrón con alguna personalidad del
universo mediático catalán, recibiendo sonoras calabazas, porque se vive
mejor haciendo de gallito en TV3 que en primera línea política. No tuvo
mejor serte con la pseudo izquierda caviar catalana. Total, nasti de
plasti.
Lo realmente desolador es que Xavier Trías
forme parte de esa ensalada Baudelaire. Tengo el suficiente respeto y
afecto por este político como para hurgar en la herida, pero me
entristece profundamente que haya consentido figurar al lado de un
personaje tan siniestro como Boye y una medianía como Talegón. Trías
tiene la suficiente categoría humana y política como para no necesitar
estar en esa lista. Fea manera de terminar una brillante carrera que se
caracterizó siempre por un trato humanísimo, una capacidad para el
diálogo sin parangón y una vocación democrática total.
El
proceso lo ha devastado todo, incluso a los convergentes moderados que
se vieron en la disyuntiva de, o bien plantarse, o bien dejarse
arrastrar por ese tsunami destinado a terminar por estrellarse en alguna
pared belga. Una lástima.
MIQUEL GIMÉNEZ Vía VOZ PÓPULI
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