El centrismo, como dice Feijóo, es una pose. No es un ideario, sino
oportunismo bien vendido que tiene en Cs a su mejor intérprete. La vida
política española se ha teatralizado, y quien no lo entienda, perderá
Arrimadas, Rivera y Villegas.
EFE
Los pactos de Ciudadanos con PP y PSOE
van a depender de dos cosas: la procedencia de sus votos y el
equilibrio centrista. La formación de Rivera fracasó el 26-M en su
estrategia para hacerse con el liderazgo de la oposición al socialismo;
es decir, ser el nuevo PP. Al cerciorarse de que se había entrado en un
ciclo de hegemonía débil del PSOE, decidió en 24 horas cambiar de
estrategia. Es oportunismo puro. En lugar
de ser la alternativa, debía volver a su rol de centro, de elemento
templador de “rojos” y “azules” como decía antes Rivera.
Ese papel adoptado durante la madrugada del 27-M va a condicionar los pactos.
El equipo de Ciudadanos calibra su discurso y su acción siempre
teniendo en cuenta los sondeos, la procedencia de su votante y la
fidelidad del voto de los adversarios. Esto supone que si los sufragios
recibidos en una circunscripción como Madrid proceden en su mayoría de
electores cuyo recuerdo de voto es el PP, y el sondeo dice que rechazan
un pacto con la izquierda más que con Vox, la solución es fácil: van a
pactar con los populares.
Es
una cuestión básica de sociología electoral: responder al resorte
psicológico de su elector. El equipo de Ciudadanos ha tenido presente
que el votante más indeciso en las sucesivas convocatorias electorales ha sido el suyo, con porcentajes muy altos de volatilidad hacía el PP y el PSOE.
Ciudadanos acabará apoyando en Castilla y León y Murcia al PP, porque es de las filas del partido de Casado de donde proceden la mayoría de sus votantes
Por esta razón va a ocurrir lo mismo en Castilla y León.
Francisco Igea ha tenido que comerse sus palabras. Hizo una campaña
basada en la regeneración de esa comunidad autónoma, para lo cual,
decía, había que echar al PP, y en consecuencia pactar con el PSOE.
No obstante, los estudios han mostrado a la cúpula de Ciudadanos que un
porcentaje mayor de sus votantes proceden del PP, y que no quieren un
gobierno de izquierdas. Demasiado coste. Resultado: Igea se ha convertido en el nuevo mejor amigo de Mañueco, el popular.
Otro tanto ocurre en Murcia, donde el dominio del PP
durante décadas dejó un poso que ahora es muy difícil desatender. Llegó
la hora de tocar poder, pero los murcianos no perdonarían a un
Ciudadanos que, sin subir, se lanza en brazos de los socialistas. Cs
obtuvo en Murcia menos votos que en 2015, pero más escaños por el hundimiento de Podemos. El coste de pactar allí con Vox
es menor en comparación con hacerlo con los socialistas, y por la misma
razón: la procedencia de sus votantes (los desencantados de la
legislatura 2011-2015) y la altalealtad de los electores del PP en esa región, superior al 80%.
El otro condicionante de la política de pactos que llevará Ciudadanos es su papel de centrista constitucional,
como resultado, decía, de su fracaso de liderar la oposición. Esto
supone más una postura discursiva que una realidad práctica; esto es,
tienen que compensar con el discurso lo que se hace en las
instituciones.
¿Qué va a suponer esto? Que la retórica de Ciudadanos va a ser muy dura,
con exigencias que se escapan a la lógica del gobierno local, pero que
tienen una perspectiva nacional. Por esta razón reclama una declaración
de apoyo al 155 aunque todavía Torra no
haya infringido la ley, y de repudio a Sánchez, lo que es ridículo. Una
cosa es negociar, pedir máximos para obtener mínimos, y otra quedar en
evidencia.
No se puede ser el centro equilibrador entre socialistas y populares y sentarse con Abascal, que no es precisamente maestro de la moderación
A esto hay que añadir una cuestión de posicionamiento: el centro se caracteriza por su distancia de los extremos. Hasta Manuel Valls ha
dejado la advertencia, o la excusa según se mire. Nada con Vox, pero no
porque no haya puntos en común, sino por la imagen. El daño de la foto
de Colón, su pertenencia al “trifachito”, aleja a Ciudadanos del nuevo
papel que quiere adoptar desde su fracaso del 26-M. No se puede ser el
centro equilibrador entre socialistas y populares, aunque acabe siendo
el soporte del nuevo bipartidismo, y sentarse con Abascal, Ortega-Smith y compañía, que no son precisamente maestros de la moderación.
La imposición de condiciones duras al PSOE no supone que
Ciudadanos no pacte con los socialistas en algunas localidades
acogiéndose al comodín de la responsabilidad.
En el peor de los casos, las exigencias del equipo de Rivera a los de
Sánchez tiran al PSOE a la izquierda cómplice del independentismo, y
sitúan a Cs en el centro constitucionalista.
De esta manera, los populares podrán gobernar en muchas capitales de provincia y autonomías, como Zaragoza, Oviedo o Córdoba.
El PP saldrá reforzado sin moverse un milímetro, asentado en el
centro-derecha, pactando a izquierda y derecha con Ciudadanos y Vox.
Casado podrá seguir diciendo que el PP es lo que ha sido siempre, pero
renovado, y que Ciudadanos ha regresado al centro, así, sin adjetivo.
El centrismo, y ahí tiene razón Feijóo, es una pose,
es imagen, es algo que está en el imaginario colectivo, en el mundo de
representaciones mentales de la gente. No es un ideario, sino oportunismo bien vendido.
Por eso es tan potente un discurso como una acción de gobierno, o quizá
más, y Ciudadanos lo aplica. La vida política española se ha
teatralizado, y quien no lo entienda, perderá.
JORGE VILCHES Vía VOZ PÓPULI
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