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viernes, 24 de mayo de 2019
César Antonio Molina: "El nacionalismo ha envenenado al PSOE"
El ex ministro de Cultura con
Rodríguez Zapatero publica 'Las democracias suicidas' y se muestra muy
pesimista sobre la realidad actual de la democracia española
César Antonio Molina (EFE)
César Antonio Molina (A Coruña, 1952) es una rara
avis de la política española. Antes escritor e intelectual que político,
fue durante dos años ministro de Cultura en el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero, gabinete del que no salió bien parado, porque, según él, había ya cosas que no le gustaban. Director del Instituto Cervantes
–también con Zapatero- pone por delante sus libros y su trayectoria
como gestor cultural antes que el partidismo político, aunque asegura,
sigue creyendo en la ideología socialista. Eso sí, “del socialismo
clásico”, añade.
'Las democracias suicidas. (Fórcola)
Molina acaba de publicar ahora ‘Las democracias suicidas y otros escritos de política’
(Fórcola Ediciones), un compendio de artículos escritos en los últimos
tiempos en los que desliza, sin ataduras, sus originales opiniones sobre
la memoria histórica, la leyenda negra y la situación de Cataluña,
entre otros muchos temas. No teme dar su visión pues está convencido de
que esa debe ser la función del intelectual, una tarea necesaria que,
como explica en la siguiente conversación, ya apenas podemos observar a nuestro alrededor “porque hay miedo”. PREGUNTA. ‘Las democracias suicidas’ es un análisis de la actualidad con un ojo crítico que no se ve muy habitualmente.
RESPUESTA.
Una de mis críticas a los pocos intelectuales que hay aún en este país y
a la gente de la cultura es que son incapaces de opinar sobre lo que
nos está pasando, y eso es gravísimo. La gente tiene miedo. P. ¿A qué?
R.
Quiero pensar que tienen más miedo que desinterés. Para mí el
desinterés sería peor. Que tengan miedo, lo puedo entender… Unos porque
no los identifiquen con unos, con otros, que no hace falta identificarse
con unos ni con otros. Unos tienen miedo por si no les invitan… O yo
qué sé. Nuestro pequeño mundo de la cultura siempre fue tan misérrimo
que se callan. P. ¿Se ha trivializado mucho el mundo de la cultura?
R.
Habermas dijo, cuando le preguntaron dónde estaban los intelectuales,
que el problema no es donde están sino que no hay lectores con quienes
debatir. Aunque hoy digamos que el 100% del mundo occidental está
alfabetizado y antes el 10%, ese 10% era capaz de debatir con Kant, con
Hegel, Spinoza… Y hoy no. Todo ha ido camino de la vulgaridad, del
espectáculo y la nada. La cultura desde la Ilustración se intentó
extender, con buen criterio, a través del mayor número de gente. En el
siglo XIX con los periódicos se avanzó muchísimo, pero llegó el siglo XX
y la industria de la cultura ha destrozado a la cultura. En vez de
elevar, para llegar a un mayor número de gente se fue bajando, bajando,
bajando, y hoy ya está subterránea.
La
industria de la cultura ha destrozado a la cultura. En vez de elevar,
fue bajando, bajando, bajando, y hoy ya está subterránea
P. Hay quien diría que ese discurso es muy elitista.
R.
¿Hoy la tecnología no es elitista? ¿La maneja todo el mundo? La manejas
mientras eres un consumidor, cuando dejas de serlo ya no la manejas. El
saber y el conocimiento desgraciadamente no se pueden extender a los
miles de millones del planeta, se puede extender a muchos, pero hay una
parte que es muy difícil. ¿Qué es hoy ser elitista? Es tener un saber y
un conocimiento al que otros no pueden acceder. Yo en el mundo de la
cultura puedo ser elitista, pero en la utilización tecnológica soy un
proletario. P. La paradoja es que baja, como usted dice, el nivel cultural, pero, ¿y si el acceso a la cultura no es para todo el mundo?
R.
Eso no es cierto. Ahora puede estudiar todo el mundo porque tiene todo
el bachillerato pagado y en la universidad es ridícula la cantidad que
se paga en este país, lo cual no quiere decir que yo no la pusiera
totalmente gratuita, pero lo que hay pagar es nimio. Eso lo puede hacer
el 90% de la población por lo menos, y quien no lo hace es porque no le
interesa o hace otras titulaciones prácticas y estupendas de Formación
Profesional. Por tanto es una mentira decir que hoy no hay acceso a la
educación y la cultura, lo que pasa es que la gente luego llega a la
universidad y es como si estuvieran en un barco en medio del Atlántico. P. ¿Y qué falla entonces para que exista ese desinterés hacia la cultura?
R.
El desinterés viene, primero, de la falta de medios que debería tener
la educación. Es tremebunda. Después se ha centrado todo en la cuestión
técnica y todas las humanidades han desaparecido del mapa. En mi época
había cineclubs, grupos de teatro, música y hoy todo eso ha
desaparecido. Un niño va al colegio y a las tres de la tarde le echan
para su casa cuando toda la tarde debería estar dedicada a actividades
deportivas e intelectuales.
César Antonio Molina. (EFE)
P. En mi época, que eran los ochenta, eso todavía pasaba. No fue hace tanto.
R.
Pues mejor que mejor. Pero es que ahora la gente llega a la universidad
y pasa lo mismo: no hay medios. Antes acababa la clase y la gente se
reunía, hacía vida universitaria. Pero hoy la vida universitaria ha
desaparecido, y al desaparecer el campus… Volvemos a lo de siempre: la
gente estudia para acabar y le da lo mismo saber o no. La gente confunde
la democracia con el derecho a un título que ha sido ganado por uno
mismo y no porque la democracia tenga que darte algo que tú no has
conseguido… Y como hay esa confusión… P. Y esa confusión de dónde viene.
R.
Los medios cada vez son menores. Ha habido ocho o nueve leyes de
educación en cuarenta años, no ha habido pacto de estado para que haya
una educación consensuada que pueda durar varias legislaturas sin que
nadie la toque. La situación es muy grave. P. Para usted, que fue ministro de Cultura, ¿por qué los partidos no han sido capaces de ponerse de acuerdo?
R.
La democracia se hizo a todo correr. Todo el mundo sabía que Franco se
iba a morir, pero no qué iba a pasar. Se arregló la Constitución, pero
quedaron montones de flecos durante cuarenta años en educación, cultura,
sanidad… Cuestiones de estado, que no son para que se estén peleando en
unas elecciones. Y son todos culpables. Todos deberían haberse puesto
de acuerdo en algún momento, y los que al menos llevan cuarenta años
podrían haberlo hecho porque tenían mayorías, y no lo hicieron. Cómo es
comprensible que no se enseñe la Constitución, la Historia de este país.
Hay mucha gente que no sabe ni en qué país vive porque no le han
enseñado su Historia ni su cultura mientras que los nacionalismos se han
ido aprovechando de eso. Para ellos la educación y la cultura eran
fundamentales como medio político de intrusismo, interferencia y
sectarismo. La democracia española dejó que eso pasara. Pero Pujol y
otros como el PNV lo tuvieron muy claro y así se inventaron reinos,
razas e historias falsas.
Algo de culpa tengo al ir cediendo los símbolos, traspasar museos, archivos a los nacionalistas. ¿El resultado? Pues ya lo vemos
P.
Usted dice en uno de sus artículos que hace un par de años el mensaje
desde el ámbito independentista en Cataluña era mucho más seductor que
el que se lanzaba desde la otra parte de España.
R. Por
supuesto. No le podemos echar en cara lo bien que lo han hecho. Y ojalá
aquí se hubiera hecho como lo hicieron ellos y no lo mal que se hizo
como mandar allí a la policía, organizar aquel follón. Han sido los
mejores aliados que ha tenido el nacionalismo. Y yo algo de culpa tengo
también en eso de ir cediendo los símbolos, traspasar museos, archivos.
¿El resultado? Pues ya lo vemos. P. ¿Y no cree que en estos últimos meses ha cambiado la forma de tratar el asunto desde el Gobierno?
R.
A peor porque hay un complejo de inferioridad. Mientras el nacionalista
tiene fe, que es algo fundamental, los otros no tienen fe en su país.
Los independentistas tienen fe, una fe que es inconmovible, y el resto
no tiene fe en su país. Yo no la he visto en los partidos
constitucionalistas. Y ya no te digo en los que juran o prometen la
Constitución por imperativo legal, que eso no se debería ni permitir. La
democracia ha permitido cosas que la están llevando a la deriva. P. ¿La democracia española se ha suicidado?
R.
Está con pastillas. Y está asistida. Y todavía hay gente consciente de
que hay que evitar esto, pero está en un estado de depresión muy grande. P. ¿Y cuál sería la receta más allá de unas pastillas?
R.
Es muy complicada y a largo plazo. Y todo pasa por la educación, la
cultura, el diálogo, la aplicación de las leyes y no dejar que pase lo
que le pasó a la República. Era lo mismo, pensaba que todos lo arreglaba
la República y se quedó en un sándwich entre extrema derecha, extrema
izquierda y los nacionalistas y se la comieron. A la República no sólo
la mató Franco sino los nacionalistas, sobre todo los catalanes, el
fascismo y el comunismo soviético. Franco tuvo unos aliados
extraordinarios. Él hizo el trabajo sucio pero los aliados fueron
fantásticos, y la República se quedó aislada y en tierra de nadie.
A la República no sólo la mató Franco sino los nacionalistas, sobre todo los catalanes, el fascismo y el comunismo soviético
P.
¿Cree que estamos en ese momento? Hemos visto en las recientes
elecciones que al final un partido como Vox no ha sacado lo que parecía
que iba a sacar.
R. Afortunadamente. También algunos lo
han exagerado para meter miedo. No hay ningún partido que de la noche a
la mañana fuera a sacar 80 diputados. En cualquier caso, hay muchas
formas de meter miedo y a mí en este caso tampoco me parece mal hacerlo.
Vox es, con diseño, porque no se van a presentar hoy con camisa azul y
cantando el Cara el sol y Montañas nevadas... Pero las ideas son las
mismas. Y vemos cómo en Europa va a ganar Le Pen, Salvini, Orban. Y si
me dicen que soy muy exagerado. Ojalá no fuera así, pero no advertir
eso… Yo tengo esa obligación. P. ¿Cómo hemos llegado a los le Pen, Salvini, Orban...?
R.
Primero por la crisis, que fue terrible. Después la inmigración, que a
la gente le inquieta. Es igual que los judíos. Los inmigrantes actuales
son como los judíos: nos van a atacar, nos han robado. O lo que dicen
del resto de los españoles en Cataluña. Echar la culpa a gente que no
tiene culpa de nada. Luego está que las nuevas generaciones ya no han
vivido la guerra y se han olvidado de ella. No la han sufrido. La
democracia se ha equivocado en no enseñar lo que fue la guerra y los
millones de muertos. Después la globalización, que la empresa de al lado
esté radicada en Singapur… Todos esos miedos influyen. P. ¿Cree que el proyecto europeo está a salvo?
R.
Yo quiero pensar que sí. Todavía hay gente racional, consciente y que
no quiere volver a morir en una guerra. Yo ya por edad no voy a morir en
una guerra, pero la gente joven sí puede morir en una guerra. Y sólo
hay que pensar en lo que ocurrió en los Balcanes. Siempre pensamos que
ha habido ochenta años de paz en Europa. Es una mentira que todo el
mundo se calla. Hubo una guerra en la ex Yugoslavia que dio lugar a
miles de muertos. Y era todo gente joven. Por eso a la gente joven
habría que decirle que llevamos 80 años de progreso, bienestar, ¿y ahora
nos vamos a matar? Pero si a los jóvenes no se les lleva a los campos
de concentración, a Normandía para enseñarles… Hay un desprecio, un no
temor a lo que puede suceder, pero las cosas pueden suceder.
A la gente joven habría que decirle que llevamos 80 años de progreso, bienestar en Europa ¿y ahora nos vamos a matar?
P.
En estos artículos habla sobre todos estos temas, como el de la memoria
histórica, la leyenda negra, Cataluña. La sensación es que a usted
parece que últimamente le escucha poco la izquierda.
R.
En realidad no sé si me escucha alguien. De izquierdas o de derechas. Yo
sigo considerándome una persona de izquierdas. Un socialista clásico
como se llama ahora a Felipe, Guerra. Me siento de centro-izquierda,
liberal y socialista. Pero yo no escribo para izquierda o derecha sino
para los que me leen. Al menos bastante libros vendo y por las redes mis
artículos se difunden con no poca fuerza. Y yo estoy contento porque lo
importante es, cada uno, dejar testimonio de su tiempo y de su época y
que no digan que este fue un cobarde, una persona que no se comprometió,
que no dijo la verdad por sacar prebendas, que hay a montones. Toda la
gente sabe que yo nunca he faltado a esa fidelidad con la verdad desde
mi interpretación. P. ¿Y Pedro Sánchez le escucha?
R.
Pues estuvo conmigo en el ministerio y yo creo que algún artículo mío
se habrá leído. No me hará mucho caso, pero me leerá. Y sé que tiene una
buena opinión mía. Pero ha habido gente del partido socialista a la que
yo he oído cosas tremendas de Pedro Sánchez y ostenta cargos
importantísimos. Yo lo he criticado muy poco, excepto la cuestión
nacionalista, que para mí es insoportable. Pero siempre he dicho que es
una persona preparada porque le conocí y sé cómo es. El problema es que
el nacionalismo ha envenenado al partido socialista y yo me he quedado
en el otro lado. Pero eso yo ya lo vi en el año 2010 y me fui del
parlamento y nadie podrá decir que yo me beneficié. He renunciado a
muchas cosas por mantener mi palabra. P. ¿Cómo recuerda su paso por el ministerio de Cultura?
R.
Maravilloso, pero mejor en el Cervantes, porque el Cervantes es la
mejor institución que hay. Mis cuatro años en el Cervantes fueron
maravillosos. Y los dos años en el ministerio, igual. Con mucho lío por
todo esto del nacionalismo, que era lo que más me afectaba. P. ¿Se la tiene guardada todavía a Zapatero por su destitución?
R.
No… A medida que pasan los años uno se hace conformista. No, me
gustaría hablar con él en algún momento y explicarle mis razones. Yo no
soy rencoroso, al contrario. Hubo cosas que me molestaron porque yo fui a
la política para exponer mi prestigio, mi currículo. Yo no fui a
aprovecharme de la política, como muchos, sino que fui a llevarle mi
saber y mi conocimiento. Y no es que me hicieran un favor, sino que yo
también se lo hacía a ellos y a una ideología que sigo estando muy
cercana a ella excepto en los temas del nacionalismo, la extrema
izquierda, Podemos…
Me
gustaría hablar con Zapatero en algún momento y explicarle. Yo no soy
rencoroso, al contrario, pero hubo cosas que me molestaron
P.
También trabajó junto a Alfredo Pérez Rubalcaba. Ahora con su
fallecimiento se ha hablado del espíritu del partido socialista que
representaba Rubalcaba…
R. A pesar de ese funeral
egipcio, y shakesperiano de Marco Antonio quemando las cenizas de César
que en fin, vuelvo a decir que ese socialismo clásico ahora no existe.
Se puede recuperar, pero no lo van a hacer. Porque ese socialismo, ante
el socialismo de vanguardia, pues siempre lo clásico te parece pasado de
moda y viejo. Rubalcaba pertenecía a mi mundo, yo siempre me entendí
con él, y siempre tuve buen trato con él como con todos mis compañeros
ministros y ministras. Yo siempre he sido una persona muy tratable, pero
hay ciertas cosas que ya en mi época, como el estatuto de Cataluña, que
ya contravenían la legalidad, no me gustaban. P. Desde luego, usted es una rara avis.
R.
¡Y me encanta! Un partido no es un convento y hay mucha gente que lo
vive como si estuviera en un convento. Hay gente, por ejemplo, que le
preguntas sobre el aborto y no te dice lo que piensa sino lo que piensa
el partido. Es que no tienen pensamiento propio. Y eso me parece
terrible porque con esa persona no puedes hablar nada. Solo piensan lo
que dice el partido, y esa no es la cuestión. Yo parto de los mismos
principios, desde mi bisabuelo, que era republicano, y no como otros de
padres franquistas, militares franquistas y policía secreta que hoy son
ultrarrojos y dan lecciones a los que hemos sufrido el franquismo. Yo
durante 20 años sufrí a Franco todos los veranos. Y mi familia tenía que
sufrir todavía más por ser Franco de mi lugar.
Por mí como si sacan a Franco del Valle, lo tiren al mar o lo que quieran, pero que no den más la lata
P.
Usted, que también ha escrito sobre la memoria histórica y el peligro
de que se trate de forma partidista, ¿qué piensa de que se saque a
Franco del Valle de los Caídos?
R. A mí que lo saquen, lo
tiren al mar o hagan lo que quieran. Solo he ido una vez al Valle de
los Caídos y me parece un horror, que hagan el museo del diablo o lo que
les dé la gana. Pero que no nos den la lata porque muchos de los que
dan la lata tendrían que desenterrar a sus padres porque fueron
cómplices del franquismo, y ellos comieron del franquismo, pero yo no.
Que nos dejen en paz ya. Hay que hacer como Walter Benjamin. Él estaba
contra los historicistas que decían que la Historia estaba acabada. No.
La Historia tiene que ser una explicación del presente y un aprendizaje
de ese presente. Eso es lo que hizo la democracia: no podemos volver a
repetir la Guerra Civil, no puede continuar el exilio, nos reconciliamos
todos. Y ahí estaban todos. Y ahora hay que buscar a los muertos y
enterrarlos. Ya nos pusimos de acuerdo y ahora hay que seguir. Pero
muchos de los que se quejan ahora son hijos de la guardia de Franco,
hijos de militares franquistas. P. ¿Las instituciones todavía pueden ayudar a la cultura?
R.
El deber de la política es ayudar a la cultura. Pero no a una cultura
partidista, sino la de un estado y un país, que es el sello de su
identidad. No es que venga un partido y diga: a Las Meninas las sacamos
de esta sala y las ponemos en otra. Antes las cosas se hacían así. O
como me dijeron a mí, que por qué no se llevaba alguna obra maestra del
Reina Sofía a un museo de no sé qué. Y mire, cada cosa hay que
mantenerla en su lugar. La cultura y la educación tienen que estar por
encima de la política y tienen que servir al estado y ser permanentes. Y
eso es lo que todavía no se ha conseguido.
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