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martes, 7 de mayo de 2019

Juan Guaidó, el líder intocable de Venezuela

El presidente encargado permanece libre en un país con las prisiones llenas de presos políticos: 775 hasta la víspera del 30-A más los 273 capturados durante la semana pasada
  

 
El presidente encargado de Venezuela, Juan Guaidó, interviene en una concentración en Maracaibo. Ueslei Marcelino REUTERS
  
Juan Guaidó se puso al frente de la rebelión militar del 30-A y llamó al pueblo a que se le uniera en las calles. Firmó la amnistía de Leopoldo López y reconoció los diálogos con generales para resquebrajar la unidad militar y derrocar a Nicolás Maduro. Un día después, Primero de Mayo, encabezó la protesta callejera y denunció sin ambages los cinco asesinatos y la represión salvaje de las fuerzas gubernamentales. El chavismo respondió acusándole de ser un golpista, cómplice de terroristas y marioneta del imperio, un traidor a la patria bolivariana.
Pero más allá de las acusaciones y las amenazas, la realidad es que transcurrida casi una semana el líder opositor permanece en libertad en un país con las prisiones llenas de presos políticos: 775 hasta la víspera del 30-A más los 273 capturados durante la semana pasada, según el Foro Penal.
 
Y todo ello con los otros protagonistas de la rebelión refugiados en embajadas (Leopoldo López en la de España y 25 militares en la de Brasil) o protegidos en países vecinos, como Cristopher Figuera, director del Servicio Bolivariano de Inteligencia (Sebin).
"Te muestran los dientes, pero no te muerden". Uno de los colaboradores más estrechos de Guaidó resume para EL MUNDO la extraña paradoja que rodea la relativa libertad de movimientos del presidente encargado. Guaidó parece intocable, protegido por un doble escudo: las amenazas directas de EEUU contra Maduro, que pesan en la decisión bolivariana de no actuar contra el líder opositor (más allá de su inhabilitación política y de procesos judiciales que cumplen las órdenes del Palacio de Miraflores) y la debilidad manifiesta del 'hijo de Chávez'.
"Es el gran dilema que Maduro no ha podido resolver y un indicador de que Guaidó cuenta con el apoyo estadounidense, lo que disuade a Maduro", profundiza para este periódico Luis Salamanca, ex rector del Consejo Nacional Electoral (CNE).
"¿Por qué no arremeten contra los insurgentes como hicieron contra Óscar Pérez (ejecutado por fuerzas chavistas tras rendirse)? ¿Por qué no la brutal fuerza represora contra Guaidó? Saben que están pisando arenas movedizas y su principal preocupación es evitar la caída", añade el politólogo Ramsés Siverio.

INTERVENCIÓN ESTADOUNIDENSE

El propio Guaidó usa sin miedo el escudo protector que le rodea, al menos de momento. Preguntado por 'The Washington Post' sobre cuál sería su respuesta si la administración Trump le ofreciera una intervención militar para resolver la crisis, el presidente encargado contestó que "la evaluaremos y probablemente la consideraremos en el Parlamento para resolver esta crisis. Si es necesario, tal vez la aprobemos".
La relativa libertad de movimientos del líder opositor es otro indicador de las dudas en el bando madurista. Vecinos del líder opositor en Santa Fe le fotografiaron cuando acudía a dormir a su apartamento el jueves pasado, cuando en diversos momentos del desafío comenzado en enero se vio obligado a descansar en sitios "seguros" y en medio de una semiclandestinidad evidente.
La libertad de Guaidó, por el contrario, conlleva un precio muy alto. El chavismo no le muerde a él, pero lanza zarpazos contra todos los que le rodean. El cerco revolucionario es asfixiante contra sus colaboradores y contra su propia familia. Los últimos golpeados son los diputados Gilber Caro y Edgar Zambrano, su vicepresidente en la Asamblea Nacional.
El primero, quien milita en Voluntad Popular y ya fue preso político, está secuestrado desde hace 10 días y en paradero desconocido. Naciones Unidas lo considera una desaparición forzada, además de denunciar que se ha pasado por alto su inmunidad parlamentaria.
El segundo es acusado por la Sala Penal del Tribunal Supremo de Justicia por traición a la patria, conspiración, instigación a la insurrección, rebelión civil, concierto para delinquir, usurpación de funciones, instigación pública a la desobediencia y odio continuado. "¿Por qué solamente Zambrano? Yo estuve ahí, ustedes lo vieron", ironizó el propio Guaidó tras conocer la arremetida judicial contra el dirigente socialdemócrata.

CERCO A SUS COLABORADORES

Zambrano y Caro no son, ni mucho menos, los únicos perseguidos. Los dos zarpazos previos del chavismo contra el entorno de Guaidó castigaron profundamente a su equipo de trabajo: su "mano derecha" está en la cárcel y su "mano izquierda" escapó del país en una fuga de película, un hecho desconocido por la opinión pública y que se maneja con mucha cautela entre los colaboradores del presidente encargado.
Roberto Marrero, quien fungió como jefe de Despacho del presidente hasta su detención el 21 de marzo, es una pieza política clave, sustituida sólo en parte por el diputado Sergio Vergara, jefe de la bancada parlamentaria de Voluntad Popular.
Federico Pérez, amigo desde la infancia en la Vargas natal de Guaidó, ejerció desde el primer momento como el jefe operativo del "presidente", como le llama. Cada movimiento, cada situación era cotejada y certificada por Pérez, quien se movía siempre por delante o en paralelo. Si el encuentro era en la Universidad, Pérez daba el visto bueno minutos antes de la llegada presidencial. Si se trataba de un mitin en Chacao, tanto la llegada en varios vehículos como la salida en motocicletas era coordinada por su gran hombre de confianza.
La importancia de Pérez no pasó desapercibida para el Gobierno, que envió a sus agentes en persecución. Allanaron y destrozaron su casa, lo que le obligó a refugiarse durante una semana en una casa de seguridad. Desde una ventana vio cómo se llevaban detenido al mejor amigo de Juan Planchart, primo de Guaidó, también arrestado y acusado de financiar el desafío opositor.

                                                                                      DANIEL LOZANO   Vía EL MUNDO

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