Con Venezuela, Borrell ha optado por hacer caricaturas del Tío Sam al
estilo de la vieja izquierda. ¿Será un guiño a Pablo Iglesias de cara a
futuros apoyos?
José Borrell, ministro de Asuntos Exteriores y candidato del PSOE a las europeas.
Efe.
Es curioso cómo a veces algunos personajes se empeñan en desmentir su fama de inteligentes. No me refiero ahora a Pablo Casado y a Albert Rivera con sus reyertas electorales: en estos momentos pienso en Josep Borrell.
La semana pasada, el ministro de Exteriores en funciones
habló sobre Venezuela en una entrevista de TVE. Nadie esperaba del jefe
de la diplomacia un sesudo análisis de coyuntura. Pero el nivel de su
argumentación fue lamentable.
Borrell quiere “una negociación pacífica y democrática que culmine en unas elecciones”. Pero Donald Trump “actúa como un cowboy
diciendo ‘mira que desenfundo’”. En cambio el Grupo de Contacto de la
UE para Venezuela favorece el diálogo y “no está en la misma longitud de
onda que la Administración norteamericana”. Y pasan los meses pero el
presidente interino, Juan Guaidó, no logra “tomar el control de la administración ni del Ejército”.
En resumen: Yo, bueno. Europa, buena. Gringo, malo. Guaidó, calzonazos.
Vayamos por partes:
1.-
La gente normal prefiere negociar y votar; es menos estresante que
andar matándose por las esquinas. Organizar comicios es, de hecho, la
misión que tiene Guaidó, presidente de la legítima Asamblea Nacional,
desde que en enero asumió por mandato constitucional la función de
presidente encargado de Venezuela. El puesto estaba formalmente vacante,
dado que la reelección de Maduro en mayo
de 2018 fue fraudulenta y desconocida por la comunidad internacional. El
problema es que ni Maduro ni sus secuaces son gente “normal”: encabezan
una dictadura, están metidos hasta las cejas en el narcotráfico y han
saqueado el país hasta dejarlo hecho un solar. Y a ellos sí que les
cuesta más hacer elecciones libres que seguir poniendo muertos sobre la
mesa.
Cuando Borrell alardea de la operatividad exterior de la UE me entra la risa floja. ¿Hablamos de Bosnia? ¿De Somalia?
2.- Si hay un pistolero en esta película, ese es el
régimen de Caracas, no el Gobierno de Estados Unidos. Lejos de actuar
como un vaquero zafio, Washington ha impulsado sanciones económicas que
afectan a las finanzas de la élite chavista, ha puesto en marcha una
persecución judicial contra los prebostes implicados en el tráfico de
cocaína, ha tejido una red de contactos con la oposición y con actores
del propio régimen, y está presionando a Cuba y a Rusia. Porque la única
intervención militar que hay en Venezuela es cubana y, en menor medida,
rusa. Pero Borrell prefiere hacer caricaturas del Tío Sam al estilo de
la vieja izquierda. ¿Será un guiño a Pablo Iglesias de cara a futuros apoyos?
3.-
Borrell esboza una falsa dicotomía: Estados Unidos y Europa. Estados
Unidos no está solo. Está alineado con el Grupo de Lima, que reúne a los
principales países latinoamericanos y ha sido, con la Organización de
Estados Americanos (OEA), muy activo en el apoyo a los demócratas
venezolanos.
En cambio, el Grupo de Contacto del que tan pomposamente
habla Borrell es como la carabina de Ambrosio. Se creó en febrero y ha
organizado tres cumbres. De la última, la pasada semana, salió un
comunicado donde el Grupo anuncia que “está listo para llevar a cabo
una misión de alto nivel en Caracas para presentar y discutir opciones
concretas para una solución pacífica y democrática a la crisis”. ¿Qué
opciones? Se anunciarán. ¿Qué misión? Se anunciará.
De
acuerdo: Borrell encabeza la lista del PSOE a las elecciones europeas
del 26 de mayo. Pero cuando alardea de la operatividad exterior de la UE
me entra la risa floja. ¿Hablamos de Bosnia? ¿De Somalia?... Cuántas
veces ha agradecido Bruselas la existencia de un “cowboy” al otro lado
del Atlántico.
Dice Zapatero que la política de Trump es ‘una catástrofe para Venezuela’. Nunca ha dicho eso de la política de Maduro. Qué curioso
Con todo, lo más decepcionante es que el ministro de
Exteriores, hombre cabal, repitiera los conceptos huecos que el
expresidente José Luis Rodríguez Zapatero
había soltado la víspera. “Tenemos la responsabilidad en un país amigo,
hermano, de apostar por la paz, no por la fuerza; por el diálogo, no por
la confrontación; por las ayudas y no por las sanciones”, dijo, con la
solemnidad con la que suele envolver sus vaciedades. Y añadió que la
política de Trump es “una catástrofe para Venezuela”. Nunca ha dicho eso
de la política de Maduro. Qué curioso.
No me extraña que Felipe González,
él sí estadista, diga que “no entiende lo que le pasa” a su
correligionario Zapatero con la cuestión venezolana. A González, gran
conocedor de Latinoamérica, no se le escapa que Cuba “decide casi todo”
en Venezuela, que Maduro “nunca convocará elecciones para perderlas” y
que utiliza el diálogo “para engañar y ganar tiempo”.
Pero
Zapatero sabe más que nadie. No en vano, ha visitado Venezuela “37
veces desde 2015”. Pues muy poco ha cundido, al menos a los demócratas. A
él, no sabemos. La opacidad rodea sus actividades en la antigua
potencia petrolera.
Mientras, en Caracas, agentes de inteligencia han detenido al vicepresidente de la Asamblea Nacional, Edgar Zambrano.
Además, el Tribunal Supremo, en manos del chavismo, continúa retirando
la inmunidad parlamentaria a diputados opositores para facilitar su
captura. Leopoldo López permanece resguardado en la Embajada española.
Zapatero y Borrell pueden seguir pidiendo, como las misses,
que se acaben las guerras y el hambre en el mundo. Yo prefiero esta
frase de Felipe González:“Cuando Maduro ya no gobierne en Venezuela y se
pueda ver con toda claridad el horror de su tiranía, no aceptaré
excusas de que no se sabía lo que ocurría”.
MAITE RICO Vía VOZ PÓPULI
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