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miércoles, 29 de mayo de 2019

Cuba, Venezuela y la historia por venir

Cuba necesita apuntalar el régimen de Maduro y que este sea capaz de revertir una situación económica insostenible


Foto: Cuba, Venezuela y la historia por venir. (EFE)

Cuba, Venezuela y la historia por venir. (EFE)


En abril del año pasado, en su discurso con motivo de la clausura de la sesión constitutiva de la Asamblea Nacional Cubana, Raúl Castro advertía de dificultades económicas crecientes y de la posibilidad de que la situación empeorara en los próximos meses, aunque descartaba una vuelta al Periodo Especial de los años noventa, cuando la 'caída del campo socialista', es decir, la desaparición de la URSS, privó a Cuba de cerca de un 30% de su PIB.

Lo que preocupaba y preocupa a la dirigencia comunista cubana es Venezuela, cuyo PIB ha caído del orden de un 60% en un proceso de deterioro creciente que aún no ha visto el final. En los mejores años de la alianza cubano-venezolana, el comercio entre ambos países representaba un 20% del PIB cubano. Los cálculos disponibles apuntan a que aún hoy un 12% del PIB de la isla depende de los intercambios con Venezuela, entre los que destacan la importación de petróleo en favorables condiciones de mercado y la exportación de servicios profesionales —médicos y maestros—, en un curioso proceso en el que el Gobierno cubano vende en dólares el trabajo de sus ciudadanos, a los que paga en pesos no convertibles.




Cuba necesita apuntalar el régimen de Maduro y que este sea capaz de revertir una situación económica insostenible. Se ha escrito, y probablemente con razón, acerca del control de los servicios venezolanos de Inteligencia por parte de sus homólogos cubanos. El problema es que el férreo control de la sociedad venezolana no es suficiente y Cuba nunca ha querido implantar reformas económicas como las que Deng Xiao Ping utilizó en los años ochenta para dar la vuelta a la economía china. No obstante, Cuba tiene su propia receta económica, que aunque no ha servido para mejorar la situación económica de sus ciudadanos, ha contribuido de manera formidable a la consolidación del régimen: entregar a las Fuerzas Armadas el control de sectores clave de la economía.

Gaesa (Grupo de Administración Empresarial SA), propiedad de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR), es el mayor 'holding' empresarial existente en Cuba. Entre sus participadas, destacan:
  • El Consorcio Gaviota, el mayor propietario de hoteles de Cuba, cuya gestión encomienda a grupos internacionales.
  • Cimex, consorcio que engloba —entre otras actividades— multitud de tiendas minoristas, una naviera, zona franca, alquiler de coches, agencia de viajes y negocios inmobiliarios.
  • Financiera Cimex, que tiene el monopolio del envío de remesas a Cuba y controla en la isla los procesamientos de las tarjetas internacionales Visa y Mastercard.
  • Habaguanex, que incorpora un centenar de comercios minoristas en dólares, 21 hoteles y hostales, y una amplia red de cafeterías y restaurantes, brazo económico de la oficina del historiador de La Habana, Eusebio Leal, cuyos ingresos han sido esenciales en la restauración del casco histórico habanero.
  • Banco Financiero Internacional, la principal entidad de su tipo para la gestión internacional de divisas.
Son todos ellos negocios propiedad de los militares, dirigidos por militares, con sistemas retributivos ligados a parámetros de eficiencia y, por supuesto, sujetos a la cadena de mando militar, en cuya cúspide se sitúa el presidente de Gaesa, el general Luis Alberto Rodríguez López-Calleja.

Si en Cuba el turismo y sus negocios colaterales son una de las principales fuentes de riqueza, en Venezuela ese lugar de honor en la pirámide económica lo ocupa el petróleo. En noviembre de 2017, fueron cesados en sus cargos Eulogio del Pino, ministro de Petróleo, y Nelson Martínez, presidente de PDVSA. Días después, ambos fueron detenidos por la contrainteligencia militar, bajo acusaciones de corrupción. Ambos cargos fueron asumidos por Manuel Quevedo, mayor general de la Guardia Nacional. Otros cargos directivos de la petrolera estatal venezolana también fueron ocupados por miembros de las Fuerzas Armadas.

El resumen es que en un país que vive del petróleo y que necesita importar casi todo lo que consume, el ejército se ha hecho cargo de ambas funciones

Un año antes, en 2016, el presidente Nicolás Maduro había decidido ampliar la presencia de los militares en el ámbito empresarial, con la designación del ministro de Defensa, Vladimir Padrino López, como responsable de la Gran Misión Abastecimiento Soberano que, asegura, "ayudará a mejorar la producción y economía nacional". Según los medios publicados en esos momentos, el ministro sostuvo que "la unión cívico-militar logrará regularizar la distribución de los productos de primera necesidad que le hacen falta al pueblo venezolano".

El resumen es que en un país que vive del petróleo y que necesita importar casi todo lo que consume, el ejército se ha hecho cargo de ambas funciones. Es ese mismo ejército y ese mismo ministro de Defensa al que se dirigieron todas las miradas hace unos días pensando que iba a contribuir a la caída de Maduro. Nunca el colectivo militar, sobre todo su cúpula dirigente, va a estar mejor que bajo el modelo cubano, que les otorga el control de la economía y, por tanto, de los flujos de fondos que le son inherentes.

Estados Unidos ha empezado a presionar al Gobierno de Maduro y además a Cuba, a la que con razón atribuyen una responsabilidad creciente en la situación venezolana. Activación de la Ley Helms Burton, limitación de remesas, prohibición de hacer negocios con empresas controladas por las Fuerzas Armadas e, incluso, amenaza de un embargo total.




Por otra parte, se suceden iniciativas negociadoras entre Gobierno y oposición venezolanos. La próxima etapa tendrá lugar en Noruega. Por cierto, una de las iniciativas de este tipo dio lugar a la propuesta de plan económico efectuada por Unasur (Unión de Naciones Suramericanas), que al margen de cuestiones políticas trataba de paliar la sangría económica derivada del modelo bolivariano. Cuentan las crónicas que la propuesta en cuestión fue desechada gracias a la intervención de Alfredo Serrano, gaditano, doctor en economía por la Universidad de Barcelona, coautor de un libro con Íñigo Errejón, seguidor de Podemos y asesor de Maduro. Según acuñó en uno de sus artículos, el plan no era otra cosa que una "neosocialdemocracia bolivariana" o un "viraje neoliberal en versión suave". Anécdotas aparte, las reformas económicas de corte liberal no forman parte del catecismo cubano.

Se han cumplido 60 años de la revolución cubana. El mundo ha cambiado desde entonces, pero el férreo poder del comunismo cubano no ha cedido un ápice de terreno. Habrá quien crea que las presiones surtirán efecto en Venezuela, o que las negociaciones llegarán a un final feliz. Se recomienda un sano escepticismo: la historia por venir pasa por La Habana, y es dudoso que deseen para otros, a los que necesitan, lo que no desean para sí.


                                                       NEMESIO FERNÁNDEZ-CUESTA  Vía EL CONFIDENCIAL

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