La defensa de la igualdad entre hombres y mujeres realizada por la consejera ejecutiva del Santander generó reacciones encontradas y ha dejado una curiosa lectura política
Ana Botín. (Reuters)
El artículo de Ana Botín acerca del feminismo, publicado
en su perfil de Linkedin y reproducido después por diferentes medios,
ha generado efectos curiosos. La acogida en las redes ha sido positiva, las alabanzas no han sido pocas, pero también ha provocado animadversión, en general entre personas de izquierda que se habían significado a menudo a favor del feminismo.
En
primera instancia, los argumentos profeministas de la directora de un
banco globalmente importante, uno de los mayores del mundo, demuestran
que el debate ha penetrado en el suelo público de una manera definitiva,
y que la aceptación de este 'new normal' va en aumento, también entre
las clases con más recursos. No es una señal aislada: el comité de
dirección del último Foro de Davos estuvo formado íntegramente por mujeres y es frecuente que las élites globales se signifiquen a favor de la igualdad de oportunidades.
Las élites y el pueblo
Los
avances son notables en ese terreno si contemplamos cómo eran las cosas
en décadas anteriores y, dado que seguimos pensando de forma optimista
que los tiempos que vendrán serán mejores que los actuales, mucha gente
cree que la igualdad dejará dentro de un tiempo de ser algo formal para
convertirse en real, al menos en Occidente. El hecho de que personas con
tanto poder como Ana Patricia Botín se signifiquen públicamente a favor
del feminismo es una prueba evidente de su aceptación por el
'establishment', al mismo tiempo que la manifestación del 8-M demuestra que estamos ante un movimiento socialmente poderoso, prácticamente imparable.
La
izquierda intenta convertir el feminismo en una baza electoral; implica
una apuesta por otro tipo de política y por salirse de los viejos
marcos marxistas
Sin
embargo, a pesar de coincidir en la necesidad del feminismo, las
contestaciones que el artículo ha provocado en buena parte de la
izquierda han sido bastante hostiles. Y es natural, porque además de un asunto muy relevante socialmente, es un terreno de combate ideológico y electoral, y el texto de Botín ha atacado la línea de flotación estratégica de algunas fuerzas políticas.
Adiós a lo viejo
La
izquierda lleva bastante tiempo intentando convertir el feminismo en
una baza electoral. En cierta medida, porque necesitan compensar la
pérdida de apoyo en voto en terrenos que les debían ser favorables, pero
sobre todo porque implica una apuesta por otro tipo de política, por
salirse de los viejos marcos marxistas y entrar de lleno en aspectos de
la vida cotidiana. Es un intento tanto de separación de lo viejo como de
demostración de que están en sintonía con los tiempos. La manifestación del 8-M habría sido una prueba palpable del gran apoyo social,
de la conciencia diferente de las nuevas generaciones españolas y del
deseo de cambio de una buena parte de la población, por lo que la
defensa del feminismo era un asunto en el que los partidos de izquierda
solo podían salir ganando, ya que eran quienes tradicionalmente lo
habían apoyado.
Creen que la
forma de lograr una mayoría electoral en EEUU pasa por activar el voto
femenino, lo que parece sencillo con un presidente como Trump
No era solo una convicción de la izquierda española. El movimiento estadounidense metoo ha sido también un terreno en el que han escarbado los progresistas a lo Hillary Clinton
a partir de una convicción firme: la manera de lograr una mayoría
electoral en EEUU consistía en activar el voto femenino, lo cual parecía
relativamente sencillo con un presidente como Trump, descaradamente machista, acusado de abusos y que se jactaba públicamente de hacer lo que le venía en gana.
Los machistas y la joven sociedad
Un movimiento como metoo
era perfecto, ya que les permitía colocar encima del feminismo el marco
preferido por los liberales, el del enfrentamiento entre el pasado y el
futuro; de una parte están los viejos machistas, de derechas y de
izquierdas, que quieren vivir en el pasado y que siguen ignorando los
cambios sociales que ya se han producido, y de otra una sociedad
pujante, joven, moderna, que quiere conseguir sus derechos y que sabe
que el mundo que viene será feminista o no será. Trump, además, era el
villano idóneo: el viejo macho abusador contra el nuevo mundo.
El
problema para la izquierda es que la apuesta por el feminismo puede ser
realizada por ellos y por sus rivales, como demuestra el artículo de
Botín
Pero esta apuesta política no es tan ganadora como parece. En primera instancia, porque hay muchas mujeres que se sienten feministas y que votan a la derecha;
otras que se alinean con los valores conservadores, y otras que sienten
que estamos avanzando pero que se alejan de ciertos excesos verbales de
estos discursos. Y además, en el caso americano, porque la pelea
política no va solo en una dirección. Sea cual sea la causa de la
filtración, es evidente que el escándalo de Asia Argento, una de las iniciadoras del movimiento metoo,
será utilizado políticamente para minar esta reacción: según 'The New
York Times', Argento abusó sexualmente durante un rodaje de un joven de
17 años y existen documentos que prueban que pagó casi 400.000 dólares
para evitar un juicio.
Gana parte del PSOE y de Cs
El
problema de fondo para la izquierda es que la apuesta por el feminismo
puede ser realizada por los suyos y por los rivales, como demuestra el
artículo de Ana Botín. Y quien más está apostando por articular las
cuestiones culturales, de las que el feminismo forma parte importante,
es el liberalismo de centro izquierda representado por buena parte del
PSOE y el de centro derecha vinculado a Ciudadanos. Han
sido medios de comunicación progresistas, ligados a esos estratos,
quienes más han insistido en estos asuntos como punto central de la
política: apoyaron la huelga de manera decidida, una parte no menor
de su programación o de su contenido se centra en temáticas culturales y
su compromiso con el feminismo es innegable. Hoy por hoy, es ese
espacio ideológico el que más réditos políticos va a conseguir con lo
cultural.
En este giro
cultural late la sospecha de que no es más que una táctica para reducir
el asunto de la igualdad al de la igualdad de género
Otra cosa es que esa apuesta electoral sea realmente pragmática, que de verdad esa activación de la conciencia feminista tenga una relación directa con el aumento de votos
para el liberalismo de izquierdas o que en un contexto en el que están
triunfando líderes fuertes, ese giro sea suficiente. Y en el fondo, late
la sospecha de que todo esto no es más que una táctica para reducir la
igualdad a la igualdad de género. Del mismo modo que unos acusaban a la
vieja izquierda de interesarse mucho por los asuntos de clase mientras
perpetuaban el abuso masculino, ahora parece existir una intención
explícita por parte del liberalismo de sustituir la pelea contra la
desigualdad por una versión limitada de ella. Y más aún cuando, al
hablar de feminismo, se centran en las dificultades de las mujeres para
ascender en trabajos de prestigio, lo cual es relevante, pero desde
luego no constituye la totalidad del problema.
El golpe de Botín a la izquierda
A
quienes les viene verdaderamente mal este giro es a esa parte del PSOE
menos liberal y más de izquierdas, así como al resto de fuerzas que
circulan por ese espectro ideológico, como Podemos, porque les deja con poco margen de maniobra en un espacio que pensaron que les pertenecía.
Por eso el artículo de Botín ha suscitado animadversión. Las críticas, a
menudo, se limitan a descalificar a la autora en lugar de combatir las
ideas de fondo; en otras ocasiones, se señala que el feminismo de Botín es falso, porque el verdadero es anticapitalista. Y cuando se entra en la crítica ideológica, se hace para regresar
a las desigualdades de clase. Y para volver ahí, para acabar
descalificando las posturas de Botín desde lo material, tampoco se
entiende que se esté priorizando el giro cultural.
No
deja de ser curioso el golpe que Ana Botín, con un artículo sobre el
feminismo, acaba de dar a la estrategia de la izquierda española.
ESTEBAN HERNÁNDEZ Vía EL CONFIDENCIAL
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