Colocación de lazos amarillos
Efe
Despejad la calle
El tristemente célebre himno nazi, Horst Wessel Lied, empieza con unas estrofas que todos deberíamos tener muy en cuenta en la Cataluña de hoy. “Die Fahne hoch! Die Reihen fest geschlossen ! SA marschiert mit ruhig festem Schritt»
lo que en buen castellano significa “¡Arriba la bandera! ¡Las filas
prietas! Las SA marchan con paso firme y tranquilo”. El himno en honor
al proxeneta Wessel, que Goebbels transmutó
en héroe y mártir del nacionalsocialismo, concluye afirmando que las
calles deben estar despejadas para los batallones de asalto, las tropas
pardas.
Y bien, ¿acaso en Cataluña no estamos hartos de escuchar
que “Las calles serán siempre nuestras” en labios de los separatistas?
¿Acaso el mismo presidente de la Generalitat Torra
no afirma que ha llegado el momento de atacar al Estado? ¿Los asaltos a
sedes de partidos constitucionalistas, a medios de comunicación
contrarios al proceso, los escraches a personalidades que han tenido que
marcharse de Cataluña por oponerse a la independencia no han servido
como aviso para todo aquel que quisiera ver y oír? La respuesta, triste y
terrible respuesta, es que no. Ha sido preciso que una mujer que se
dedicaba a retirar lazos amarillos de la calle fuera salvajemente
agredida para que algunos empiecen a ver la harina de la que está hecho
el pan del separatismo.
Cuando desde formaciones como Ciudadanos o el PP se
advirtió de que esto iba a acabar mal, cuando algunos periodistas
tildábamos de nazi-fascistas a los CDR, cuando desde Societat Civil, Dolça Catalunya o Somatemps
se insistía en la peligrosísima espiral en la que se hallaba sumida la
vida pública catalana, los biempensantes socialistas se encogían de
hombros. Es más bonito vivir en el La Land de Iceta y sus bailes, claro. Y esperar a ver qué cargos caen desde Moncloa, Pedro, por Dios, échame algo.
Pero
hete aquí que a una mujer, a una ciudadana pacífica, que ejerce su
derecho a retirar propaganda colocada en un espacio público, propaganda
que defiende algo ilegal, propaganda que se usa como método
intimidatorio, como pica en el Flandes catalán, le han roto la nariz de
un puñetazo. Simplemente por eso, por no ser de los que mantienen la
ideología del odio, por no compartir la locura alentada desde los
despachitos oficiales de la Generalitat, del PDECAT, de las CUP, de
Esquerra, de todos los que chupan del bote de la mamandurria
secesionista.
Ahora todo son prisas, urgencias y
aspavientos para, en suma, acabar por no hacer nada. Porque en mi
tierra, sépalo una vez el ministro Marlaska,
los Mossos te pueden multar con cientos de miles de euros por retirar
la propaganda ilegal separatista, los cargos públicos pueden señalar y
poner en la diana, vituperando hasta la náusea, a personas que, como Arcadi Espada,
tienen el coraje cívico de plantarle cara al matonismo supremacista,
jugándose su prestigio profesional, su trabajo e incluso su integridad
física en aras de un ideal superior, pero a los que dan puñetazos no les
pasa nada. Por cierto, Arcadi, toda mi solidaridad, admiración y
afecto.
Libertad de expresión, lo llaman algunos.
Defensa propia contra el aparato del Estado, gritan otros. Legítima
defensa contra la opresión española, claman los chiquilicuatres con
escaño pagado por todos. Es evidente que la nariz de esa heroína cívica
contiene en sí misma al Estado, las fuerzas de seguridad, el 155, el
tratado de Utrecht, Felipe V o Franco. Hace falta ser miserable para justificar tamaña agresión, como han hecho rápidamente los palanganeros mediáticos separatistas.
Pero, para los anales de la historia, quedarán como lo
que son, unos canallas que, a la hora de la verdad, o se piran al
extranjero con el rabo entre las piernas, o se quedan aquí chuleando a
la democracia porque tenemos unos gobiernos que se orinan en los pañales
que se han fabricado con nuestra Carta Magna. Lo dicho,
nazis-fascistas, además de mentirosos y cobardes.
Para TV3 se trata solo de un "incidente"
Es
muy difícil explicarle a alguien que no viva en Cataluña el terrible
desgarro que se vive en mi tierra cada día, a cada momento, en cada
conversación. Todo confluye hacia el albañal de lo mismo, la
independencia, el odio que sienten los separatistas que no conoce de
nada que no sea su grito fanático, su actitud agresiva, su locura que se
alimenta de las mentiras que fabrican los medios separatas.
TV3
ha rebajado a la categoría de “incidente” la agresión física a la
persona que retiraba propaganda separatista. Incidente, poco más.
Algunos dicen que fue ella quien provocó la discusión, que le dio una
patada en los testículos al siempre amable y sonriente separatista que
le afeaba su conducta tan poco digna de alguien que vive, come y respira
gracias a la munificencia de la raza catalana, siempre protectora con
sus inferiores. Veamos qué dice el presunto agresor, Joan Bautista.
Como San Pedro, lo niega todo, pero no tres veces, sino cien y las que
sean menester. No fue una discusión política, no le afeó la conducta por
retirar lazos amarillos, recibió una patada en salva sea la parte y,
claro, entonces le rompió el tabique nasal. Lo lógico cuando discutes
del tiempo, la calidad del agua en las ciudades o el carácter pintoresco
de los lémures.
No contento con eso, dice que fue
perseguido por la señora, móvil en ristre, que menos mal que llegaron
los Mossos y que el pobre padece depresión, toma antidepresivos y no le
gustan las peleas ni se considera una persona agresiva. Es decir, la
señora era poco menos que un sicario colombiano con un mal día y él un
inocente defensor de la democracia, los presos políticos, los exiliados,
la república y el mandato del 1-O. Con todo eso, no es extraño que
padezca depresión.
Lo terrible es que en la calle esto
ya se ve como algo normal, inevitable. La gente, más sabia que los
políticos o los periodistas, dice que cualquier día de estos habrá un
muerto. La voz de Clío, la musa de la historia, habla por ellos. Porque
eso de que Barcelona es una ciudad de paz, como grazna Colau,
es un cuento chino. Barcelona fue ciudad de pistolerismo, dinamiteros y
asesinatos políticos desde mediados del siglo XIX hasta la república.
Barcelona es la ciudad que albergó a las checas de Sant Elíes, Vallmajor
o la de la calle Zaragoza, por citar unas cuantas. Barcelona conoció
los paseos en la carretera de la Rabassada, los atentados de ETA, desde
Hipercor al asesinato de Ernst Lluch, o, más recientemente, el atentado de las Ramblas.
De
paz, poca. Estos pagos son un laboratorio de pruebas para los
extremistas criminales, son el lugar donde se experimenta socialmente a
ver qué pasa. Y, si la cosa tiene éxito, se traspasa el modelo al resto
de España. El resto de compatriotas deberían tener muy presente todo
esto. Hoy ha pasado aquí. ¿Y mañana?
MIQUEL GIMÉNEZ Vía VOZ PÓPULI
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