El rechazo del Vaticano de la condena a muerte debería influir para acabar con esta lacra jurídica
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La “inviolabilidad y la dignidad de la persona” es un principio firmemente establecido por la doctrina católica. Por lo tanto, llama la atención que no se apelara antes a él para rechazar tajantemente la pena de muerte. El portavoz del Vaticano ha esgrimido argumentos de funcionalidad social para explicar por qué se adopta ahora el rechazo a la última pena. Aduce una nueva comprensión acerca del sentido de las sanciones penales por parte del Estado. Pero lo cierto es que las técnicas de rehabilitación y las políticas de reinserción tienen decenios de historia; no son de ayer.
En cualquier caso, la reforma del Catecismo refleja el intento de la Iglesia de dar respuesta a las exigencias sociales desde posiciones más coherentes con el espíritu de los tiempos. Es de agradecer que el Vaticano se comprometa “con determinación” en abolir la pena de muerte en todo el mundo. Ese compromiso, hecho a través de un instrumento de derecho eclesiástico público, debería tener repercusiones visibles en algunos de los países que todavía mantienen la pena capital.
EDITORIAL de EL PAÍS
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