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miércoles, 15 de agosto de 2018

UGT: 'PAL DE PALLER'

Álvarez, durante los actos del 130 aniversario de UGT en Barcelona, el pasado domingo. FONTCUBERTA / EFE


En el acto de conmemoración del 130 aniversario de la UGT, la ministra de Trabajo, Magdalena Valerio, pronunció un brillante discurso en el que tuvo a bien evocar a las mujeres sindicalistas, antaño silenciadas. UGT es el segundo sindicato más antiguo de Europa. Suma casi un millón de afiliados. Aunque se han hinchado algunos de sus hitos, no se puede soslayar su aportación a la clase trabajadora en España. Tampoco sus sombras, como la orgía de los ERE. O los ecos de 1934, según Pla, el movimiento revolucionario "más extenso y profundo de la historia contemporánea", tal como se recoge en Tres periodistas en la Revolución de Asturias (Libros del Asteroide).

Tras emanar de la IIInternacional y del fermento de los gremios, la organización pasó del marxismo de Pablo Iglesias, que alumbró estas siglas en la calle Tallers de Barcelona, a la barricada de Nicolás Redondo en la huelga general de 1988. Será difícil que UGT vuelva a ser lo que fue. El sindicalismo se ha visto minado por sus propios errores y por las sucesivas reformas laborales. Y la economía industrial ha transitado a un modelo precario, digital y fragmentado, lejos de los elementos en los que las centrales eran fuertes, como la empresa o los convenios sectoriales. El asturiano Josep Maria Álvarez -Pepe Álvarez-, su actual líder, exhibe un discurso menos melifluo que el de su predecesor, pero le persigue la rémora de haber ajado en dos mitades al sindicato en Cataluña. A Sánchez le conmina a hacer cambios que excedan la gestualidad: más derechos para los parados, devolver el peso a los sindicatos en la negociación colectiva y aumentar los recursos de la Seguridad Social para blindar las pensiones. No todas estas peticiones están al alcance del Gobierno. Pero es una noticia que el dirigente sindical que durante tanto tiempo hizo bandera del derecho a decidir, ahora priorice las reivindicaciones laborales.

Basta leer Empantanados (Península), el magnífico libro de Joan Coscubiela sobre el procés, para comprender la aviesa complejidad que supone el tablero catalán para el sindicalismo. No sorprende, por tanto, que Álvarez exija la liberación de los políticos presos. Lo que sorprende, y espanta, es que las direcciones de los dos principales sindicatos de clase sigan cebando la viscosa y cegadora retórica identitaria. Máxime teniendo en cuenta la orientación burguesa y neoconservadora de las élites indepes.

Un régimen liberal caciquil, dos dictaduras, una guerra civil, tres constituciones y varios golpes de Estado después, la UGT sigue ahí. Tiene sentido si es para defender pensiones justas y un modelo productivo sostenible y respetuoso con el trabajador. No lo tiene si es para continuar ejerciendo de pal de paller -en este caso, una mezcla entre pilar y coartada- del soberanismo.


                                                                                                 RAÚL CONDE  Vía EL MUNDO

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