SEAN MACKAOUI
Señor Sánchez: Está a punto de cumplirse un año del golpe separatista contra nuestra democracia, uno de los episodios más negros vividos en los últimos 40 años en las instituciones españolas. En aquellos días de septiembre, que ningún demócrata debe dejar de recordar, el nacionalismo catalán consumó el desafío al Estado que llevaba décadas cultivando y meses acelerando y, mediante una violación flagrante de la Constitución, el Estatuto de Autonomía y los derechos más elementales de los ciudadanos, aprobó las leyes de ruptura que pretendían ser la base de la secesión de Cataluña. Todo ello silenciando a la oposición que representaba a más de la mitad de los catalanes, triturando las resoluciones del Tribunal Constitucional y haciendo caso omiso de las advertencias de los letrados del Parlament, que alertaron reiteradamente de los atropellos.
Fueron los días de la infamia del nacionalismo catalán (tendrían todavía dos corolarios: el intento de referéndum ilegal del 1-O y la esperpéntica declaración de independencia), cuando mostraron como nunca su verdadero rostro, quedando al desnudo con toda crudeza un carácter totalitario y antidemocrático que solo permanecía oculto a los ojos de quien no quería verlo. Dieron un auténtico golpe de Estado en una de las democracias más avanzadas y garantistas del mundo, pero si llegaron tan lejos se debió en gran parte a que esta cometió el error de no defenderse con todos sus instrumentos constitucionales de quienes planeaban con toda publicidad su liquidación. Aprendamos de ello.
La democracia española acabó imponiéndose. Nunca agradeceremos lo suficiente al Jefe del Estado su crucial intervención del 3 de octubre, capital para convencer al bipartidismo de que solo aplicando sin ambages la Constitución se podía neutralizar el desafío. Vital resultó también la actitud de los dirigentes de la Unión Europea, encabezados por Juncker, Tajani, Merkel o Macron, poniendo en su sitio sin contemplaciones a los golpistas. Y los catalanes constitucionalistas jamás olvidaremos las masivas y emocionantes manifestaciones de octubre con las que se rompió una espiral del silencio larvada a lo largo de cuatro décadas. La mordaza impuesta por el nacionalismo al discrepante saltó por los aires, la mayoría silenciada se revolvió valiente y decidida contra la deriva antidemocrática de Puigdemont y cía, dijo "basta" y el mundo entero comprobó cómo se desmontaba el castillo de mentiras independentistas.
Este clima le empujó, señor Sánchez, a aceptar la aplicación del artículo 155 en Cataluña, el cese de los golpistas y la convocatoria de elecciones autonómicas. Su partido todavía y pese a todo tuvo tiempo de dejar dos episodios de vergonzante contemporización con el nacionalismo (el rechazo a la moción de apoyo al Estado de derecho presentada por Ciudadanos en el Congreso y la espantada de los senadores Montilla y Antich para no votar el 155), pero logramos articular una respuesta conjunta del constitucionalismo para sofocar la rebelión. Cs, PP y PSOE nos unimos para desactivar el golpe, desalojar a unos dirigentes desleales con el Estado y dar la palabra a los catalanes. Cs ganó esas elecciones con unos resultados históricos y solo la injusta ley electoral impidió a Inés Arrimadas constituir el primer gobierno no nacionalista de la historia democrática de Cataluña.
Los separatistas aprovecharon su minúscula e injusta mayoría de escaños para volver al poder y lanzar una reedición del golpe a la democracia. La Generalitat está hoy presidida por un racista títere de Puigdemont que nos considera "bestias taradas" a los españoles, que en su investidura prometió "trabajar sin descanso por la república", que en el aniversario de los atentados del 17-A llamó a "atacar al Estado" y que esta misma semana ha vuelto a mostrar su intención "insoslayable de implementar la república catalana y hacerla real". Un señor al que usted desgraciadamente legitimó pactando con él para llegar al poder y al que debe la presidencia del Gobierno. Con el que usted compartió charla, regalos, paseos y risas en La Moncloa para oprobio de los demócratas en julio, prometiéndole "diálogo sin cortapisas" y sin exigirle siquiera que retirara de la fachada de una institución del Estado, la Generalitat, esa pancarta que nos insulta a todos los españoles diciendo implícitamente que nuestro país es una dictadura.
Si algo han demostrado estos últimos 40 años los nacionalistas es que son insaciables. Su partido, señor Sánchez, y el PP acumulan un historial de cesiones ante ellos que no han servido para nada más que para permitirles copar espacios crecientes de poder y avasallar impunemente a los millones de ciudadanos que no comulgamos con sus ideas supremacistas y sus planes rupturistas.
Esa política, dejar permanentemente la gobernabilidad de España en manos de quien quiere destruirla, ha sido un desastre, un tremendo error. Como lo fue no mantener y extender el 155 tras la investidura de un Torra que se niega a acatar la ley (y así se lo trasladé a Rajoy en nuestra reunión en Moncloa del 17 de mayo). Como lo fue que usted cometiera la irresponsabilidad de buscar, pactar y aceptar el apoyo de los golpistas para llegar al poder. No todo vale.
Le pido que, a la luz de la deriva autoritaria de Torra, dé marcha atrás. El presidente de Cataluña está actuando directamente contra la mayoría de sus ciudadanos y en general contra el pueblo español, alienta la ocupación del espacio público con simbología ilegal o ideológica, utiliza a los Mossos d'Esquadra como policía política para amedrentar a quienes rechacen esa ocupación, hace de la radio y la televisión públicas insoportables aparatos de agitación y propaganda separatista, reabre por todo el mundo las embajadas para desprestigiar a España que cerramos con el 155, ha puesto a sueldo de la Generalitat a golpistas prófugos de la justicia... El máximo representante ordinario del Estado en Cataluña utiliza todos los recursos que esa posición le proporciona para ir contra el Estado. Es surrealista, el mundo al revés, y no podemos tolerarlo. Usted tiene la obligación de actuar y defender a España, por encima de sus intereses personales.
Señor Sánchez, en nombre de mi partido y de sus millones de votantes y en mi condición de diputado de la Nación y de catalán constitucionalista que sufre a diario el acoso y el odio de los separatistas, le solicito encarecidamente una rectificación. Le emplazo a que admita que se ha equivocado de socios, que no se puede gobernar España de la mano de quienes quieren liquidar España y que los constitucionalistas tenemos que rehacer la alianza que hace un año permitió salvar nuestra democracia, esta vez para que no vuelva a ponerse a prueba la fortaleza de nuestro sistema y para proteger a los catalanes no separatistas.
Haga uso de sus facultades para, al amparo del artículo 155 de la Constitución, requerir a Torra a que asuma explícitamente el marco constitucional y su obligación de cumplir y hacer cumplir las leyes, empezando por la Carta Magna, y las resoluciones de los tribunales. Y, si se niega, aplique dicho artículo para quitar competencias a un mandatario que se sitúa fuera de la ley. Ciudadanos está dispuesto a sentarse a hablar de las formas de esa intervención, de las competencias concretas sobre las que debe efectuarse (Mossos, medios de comunicación públicos, finanzas, educación...), de la duración y los objetivos de la misma. Pero hay que actuar ya, antes de que sea demasiado tarde.
La situación es insostenible. Jueces, fiscales, policías, guardias civiles, concejales, periodistas y ciudadanos en general sufren a diario el señalamiento y el acoso separatista por hacer su trabajo o simplemente por no aceptar los postulados nacionalistas. Por hacer lo que usted no hace: cumplir con su obligación. Ese acoso lo está alentando la política de Torra y usted no puede abandonar a su suerte a quien lo padece. El Estado ha ido desapareciendo de Cataluña con los sucesivos gobiernos de PP y PSOE y desamparando a los constitucionalistas; es momento de revertir esa tendencia y de garantizar la libertad, la convivencia y la democracia en Cataluña. Tiene la obligación moral, cívica, democrática, de hacerlo. Para que triunfe el mal, basta con que los hombres de bien no hagan nada, constató Edmund Burke. Usted, señor Sánchez, no solo no está haciendo nada para frenar a Torra, sino que está legitimando su deriva por aguantar un tiempo más en La Moncloa. Rectifique, acepte nuestra mano tendida y vuelva al consenso constitucionalista; de lo contrario, usted también será responsable de todo lo que los separatistas hagan para sacar adelante sus planes de ruptura.
ALBERT RIVERA* Vía EL MUNDO
*Albert Rivera es diputado y presidente de Ciudadanos.
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