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jueves, 30 de agosto de 2018
"Los recusados de la Sala Segunda no mueven un papel. El juicio se dilata"
El 5 de septiembre, la Sala del 61
resolverá la recusación de cinco magistrados de la Sala Segunda. Los
procesados presos han logrado dilatar la causa y acercar el juicio a
mayo
Esteladas durante una manifestación en Cataluña. (Reuters)
El próximo 5 de septiembre, miércoles, se reúne la Sala del 61 del Tribunal Supremo para deliberar y resolver sobre la recusación de los magistrados de la Sala Segunda que formarán parte del tribunal de enjuiciamiento de la causa instruida por Pablo Llarena sobre el proceso soberanista. El pasado mes de julio —como en este mismo blog se adelantó el 27 de junio—, las defensas de Jordi Turull, Josep Rull, Jordi Sànchez, Oriol Junqueras y Raül Romeva, en una maniobra claramente dilatoria, recusaron a los magistrados Manuel Marchena, presidente de la Sala Segunda del Supremo, a Andres Martínez Arrieta, a José Ramón Berdugo, a Luciano Varela y a Vicente Magro. Aunque la sala podía haber rechazado de plano la recusación, como hizo Pablo Llarena con la que promovió Carme Forcadell
contra él, la sala ha preferido que la cuestión se debata para que no
pueda aducirse esta cuestión ante un eventual recurso de los procesados
ante la Justicia europea.
La recusación se produce en todos los casos por supuesta parcialidad de los magistrados y
por 'contaminación' de estos en trámites previos al estricto
enjuiciamiento que se producirá en los próximos meses. El asunto lo
deliberará y resolverá la sala que está prevista en el artículo 61 de la
Ley Orgánica del Poder Judicial y que debería estar integrada por 16 magistrados:
tres por cada una de las cinco salas del Supremo (el presidente, el
magistrado más antiguo y más nuevo de cada una de ellas), bajo la
presidencia de Carlos Lesmes, que es el presidente del Supremo y del Consejo General del Poder Judicial.
Sin embargo, la Sala del 61 no podrá completarse porque tres de sus
miembros (Manuel Marchena, Andrés Martínez Arrieta y Vicente Magro)
están recusados y por ello no pueden participar en un debate y posterior
resolución que les afecte directamente.
Fuentes próximas al Supremo informan de que, desde que en julio se produjo la recusación, los magistrados de la Sala Segunda no han "tocado un papel"
de las actuaciones realizadas por Llarena en la instrucción del caso
del 'procés' y que todos los trámites necesarios a lo largo de este
periodo de tiempo —como la excarcelación de Dolors Bassa
para visitar a su madre en una clínica catalana— se han manejado por la
sala de vacaciones del Supremo. Las mismas fuentes transmiten la
impresión de que la recusación de los magistrados no prosperará, pero
advierten de que los políticos catalanes presos preventivamente han
"conseguido retrasar la marcha del proceso". Efectivamente: hasta
finales de septiembre no se espera que la recusación presentada sea
definitivamente resuelta por la Sala del 61, con lo cual las defensas de
los encarcelados habrían logrado dilatar el procedimiento,
que era lo que se proponían con la recusación: aplazarlo hasta intentar
que la vista oral se celebre lo más cerca posible de las elecciones del
próximo mes de mayo (en Cataluña, serán municipales, y en toda España,
europeas y, en algunas comunidades, también autonómicas).
Las
mismas fuentes consideran que la "última maniobra" de los procesados
consiste en desarbolar tanto la instrucción de la causa como
"estigmatizar" la sala de enjuiciamiento para aducirlo luego ante la
Justicia de la Unión Europea.
En ese sentido, se señala que "la demanda civil contra Pablo Llarena en
Bélgica, una vez fracasada la recusación de Forcadell, responde al
propósito de obtener un reproche al magistrado que dé al traste con la instrucción
y reclamar en su momento la nulidad de la actuaciones, además de
dilatar la conclusión del proceso y la previsible condena que recaerá en
él". El Gobierno habría sido informado detalladamente de los propósitos
obstruccionistas de los letrados de los políticos presos y del "enorme
peligro" de desatender la asistencia letrada a Llarena en un juzgado
belga ante el que el magistrado instructor ha sido citado el día 4 de
septiembre.
La demanda contra
Llarena, una vez fracasada la recusación de Forcadell, busca obtener un
reproche al magistrado que dé al traste con la instrucción
Se
espera que la Sala del 61 resuelva la recusación de los magistrados del
enjuiciamiento del 'procés' con una motivación plenamente convincente,
jurídicamente "impecable" y que no deje duda alguna. La Sala Segunda del
Supremo está manejando este asunto con un especial afán garantista hacia los procesados,
cuyos letrados han confirmado que, tras la sentencia que se dicte (y no
se espera hasta muy bien entrado 2019), recurrirán ante el Tribunal
Europeo de Derechos Humanos (que anuló la doctrina Parot), en donde
pretenden dar la batalla que consideran "definitiva". Esa es la razón
por la que la sala penal del Supremo no ha desestimado de plano la
recusación de varios de sus integrantes y ha preferido que, pese al
retraso de la causa que comporta, se debata en una sala especial (se
trata, dicen las fuentes consultadas, de "una especie de pleno del
Supremo") con el inusual número de más de una docena de magistrados del
más alto tribunal español. Una vez se conozca la resolución de la
recusación, la causa del 'procés' volverá adquirir un ritmo procesal
vivo para concluirla "cuanto antes". A salvo, insisten estas fuentes, de
"que surjan nuevos incidentes dilatorios".
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