QUIQUE GARCÍA / EFE
ES DE suponer que los prometedores resultados del PSOE en las últimas
encuestas avalan de manera automática todas las iniciativas del nuevo
Gobierno. Tiene su lógica: la única medida del éxito político es la conquista y conservación del poder.
¡La posteridad, para los archiveros! Hay razones, pues, para seguir
como hasta ahora. Eso incluye a Cataluña, donde la reunión de la
Comisión Bilateral entre el Gobierno central y el autonómico constituye
la mejor expresión del famoso "enfoque político" prometido por Sánchez cuando lideraba la oposición.
El cálculo del Gobierno es que mediante esta maniobra de seducción podrá desactivarse al independentismo más coyuntural, reduciéndose a porcentajes manejables el número total de secesionistas. Esto convertiría el procés en algo que se hizo contra el PP y no contra España. Es verdad que con ello se avala una vez más el marco explicativo nacionalista, conforme al cual el golpe de septiembre/octubre fue consecuencia inevitable de una recentralización opresiva. O que se sigue hablando de "Cataluña" para designar a una parte minoritaria de los catalanes, devueltos así a su estado primario de invisibilidad política. Se renuncia, en definitiva, a dar la batalla ideológica contra el nacionalismo. Pero no se puede tener todo.
Serán
los votantes quienes juzguen si con el nacionalismo se puede seguir
haciendo lo que se ha hecho siempre, conllevarlo mediante concesiones, o
si el procés ha dejado una huella más honda de lo que parece en nuestra conciencia pública. De momento, nos conformamos con las encuestas.
MANUEL ARIAS MALDONADO Vía EL MUNDO
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