Independentistas y constitucionalistas se preparan para la madre de todas las batallas: la de Barcelona. Ambos bandos afrontan la contienda electoral entre el caos y las divisiones internas
Montaje de El Confidencial de Jordi Graupera, Ferran Mascarell y Manuel Valls.
Entre socialistas anda el juego. Por un lado, Ferran Mascarell,
consejero de la Generalitat con Pascual Maragall, luego echado en los
brazos de Artur Mas y finalmente encamado con Carles Puigdemont sin que
aparentemente mediara burundanga; por el otro, Manuel Valls,
quien fuera primer ministro de Francia y al que Albert Rivera quiere
convertir en el ‘Ciudadano Valls’, aunque en sus apariciones parece ir
mutando hacia ‘Ciudadano Kane’. Ambos acaparan las miradas. Ambos se preparan para la madre de todas las batallas: la de Barcelona. La Ciudad Condal es el más relevante de los símbolos catalanes. La capital de la república para unos, el bastión de Tabarnia para otros.
Los independentistas son conscientes de que arrebatar la vara de mando a Colau y hacerse con el poder a ambos lados de la plaza Sant Jaume, en la Generalitat y en el consistorio, apuntalaría su hoja de ruta y la proyectaría internacionalmente, algo que no han conseguido pese a sus denodados esfuerzos y la laxitud diplomática de las autoridades españolas.
La marca Cataluña no es conocida en el exterior. La marca Barcelona, en cambio, goza del mismo prestigio que Nueva York. En cualquier parte saben de la Sagrada Familia igual que saben del Empire State Building.
El independentismo está buscando ‘nueva fecha’, esto es, un nuevo momento
para activar una campaña como la vivida en el otoño del año pasado, y
saben que iniciar este proceso con un ayuntamiento en manos de los
comunes no es lo mismo que una Barcelona copada por la ‘guardia de
corps’ puigdemontista y ejerciendo de altavoz para sus proclamas sobre
la falta de libertad de expresión y el totalitarismo en España.
En este sentido, en paralelo al alud informativo con noticias tales que el desplante del Ejecutivo de Sánchez al magistrado Pablo Llarena, la apertura de las embajadas por parte de la Generalitat o la guerra de los lazos, que hacen que la tensión vaya 'in crescendo', se están produciendo movimientos clave encaminados a la conquista de tan importante plaza.
El pasado viernes, tuvo lugar en la localidad de Cardona, provincia de Barcelona, un aquelarre independentista para definir la estrategia de cara a las próximas municipales y conformar una candidatura unitaria para Barcelona. En él participaron Ferran Mascarell, que se postula para encabezar la lista de la mano de Puigdemont; el profesor de Princeton y también alcaldable Jordi Graupera, que se mudó de Nueva York a Cataluña con este mismo objetivo; el exconsejero de Justicia y peso pesado de ERC, Carles Mundó, y el portavoz de Junts per Catalunya, Eduard Pujol, entre otros.
Según los testigos, la única certeza que se pudo extraer de la reunión es que no hay ni una sola certeza que valga. El independentismo navega en un mar de dudas por mor de sus divisiones internas. ¿Va a haber candidatura unitaria? ¿Quién la encabeza? ¿Se celebrarán primarias para elegir al candidato, conformar listas trasversales y aprovechar la movilización, como reclama la ANC? ¿En todas las localidades? ¿Solo en Barcelona? Nadie sabe nada.
En primer lugar, está el interrogante de Graupera. A pesar de que Mascarell se perfila como favorito por su dilatada experiencia política, su discurso armado y articulado —como se pudo comprobar en la cumbre de Cardona— y el apoyo tácito del 'expresident' Puigdemont, Graupera está lejos de tirar la toalla y exige primarias para poder disputarle la candidatura.
Luego está el papel de ERC. Los republicanos no se han cansado de repetir que ellos no participan de los juegos de Puigdemont. Consideran que han pagado un precio muy alto por hacerlo y ahora no quieren ni candidatura unitaria ni tampoco primarias. Ellos solo quieren desembarazarse del abrazo del oso del 'expresident' y presentar a Alfred Bosch como número uno. Las encuestas que manejan les dan como vencedores. Aun así, mandaron a Mundó de oyente por eso de guardar las apariencias.
En tercer lugar, cabe destacar la ausencia de Neus Munté en el citado encuentro. Es otro de los nombres que suenan para la alcaldía y uno de los pocos baluartes de peso que le quedan al PDeCAT. Su negativa a acudir a Cardona resulta reveladora. El PDeCAT no está remando a favor de los intereses de Puigdemont. No lo hacen ni Munté ni muchos alcaldes, que se ven como cobayas en ese nuevo experimento llamado Crida per la República.
En el bando constitucionalista, o lo que queda del mismo, el pandemónium no difiere mucho. Manuel Valls ha tomado la firme determinación de presentarse a los comicios municipales, pero todavía no sabe ni cuándo, ni cómo ni con quién. Lo coherente sería anunciarlo en septiembre, coincidiendo con el inicio del curso político, pero la escalada dialéctica y en algunos casos hasta física de la crisis catalana le está haciendo plantearse la fecha y postergarla a después del 1 de octubre, efeméride del simulacro de referéndum.
Lo haría a través de una plataforma en la que se incluiría Ciudadanos y poco más. El resto de formaciones piensan hacer la guerra cada una por su lado. Alberto Fernández Díaz quiere presentarse de nuevo por el PP y en el PSC dijeron desde un principio que no contaran con ellos, que el suyo era Jaume Collboni. Para compensar, Valls pretende arrebatar nombres de relumbrón al PSOE y presentarlos en su lista. Tiene dudas de la relación de esta plataforma con sus ‘aliados’ constitucionalistas tras las elecciones. También de los apoyos mediáticos que tendrá.
Una alcaldía y tres aspirantes socialistas: Valls, Mascarell y Collboni. Quienes conocen al francés, dicen que es el más inteligente y competitivo de los tres, y que, con una 'mica' de suerte, podría dar la campanada. Para ello, eso sí, ha de cuidarse de los entornos, pisar la calle y entender que Cataluña es algo más que las compañías que se agolpan en avenida Diagonal.
NACHO CARDERO Vía EL CONFIDENCIAL
Los independentistas son conscientes de que arrebatar la vara de mando a Colau y hacerse con el poder a ambos lados de la plaza Sant Jaume, en la Generalitat y en el consistorio, apuntalaría su hoja de ruta y la proyectaría internacionalmente, algo que no han conseguido pese a sus denodados esfuerzos y la laxitud diplomática de las autoridades españolas.
La marca Cataluña no es conocida en el exterior. La marca Barcelona, en cambio, goza del mismo prestigio que Nueva York. En cualquier parte saben de la Sagrada Familia igual que saben del Empire State Building.
El
independentismo quiere hacerse con el poder a ambos lados de plaza Sant
Jaume para apuntalar su hoja de ruta y proyectarse internacionalmente
En este sentido, en paralelo al alud informativo con noticias tales que el desplante del Ejecutivo de Sánchez al magistrado Pablo Llarena, la apertura de las embajadas por parte de la Generalitat o la guerra de los lazos, que hacen que la tensión vaya 'in crescendo', se están produciendo movimientos clave encaminados a la conquista de tan importante plaza.
El pasado viernes, tuvo lugar en la localidad de Cardona, provincia de Barcelona, un aquelarre independentista para definir la estrategia de cara a las próximas municipales y conformar una candidatura unitaria para Barcelona. En él participaron Ferran Mascarell, que se postula para encabezar la lista de la mano de Puigdemont; el profesor de Princeton y también alcaldable Jordi Graupera, que se mudó de Nueva York a Cataluña con este mismo objetivo; el exconsejero de Justicia y peso pesado de ERC, Carles Mundó, y el portavoz de Junts per Catalunya, Eduard Pujol, entre otros.
Según los testigos, la única certeza que se pudo extraer de la reunión es que no hay ni una sola certeza que valga. El independentismo navega en un mar de dudas por mor de sus divisiones internas. ¿Va a haber candidatura unitaria? ¿Quién la encabeza? ¿Se celebrarán primarias para elegir al candidato, conformar listas trasversales y aprovechar la movilización, como reclama la ANC? ¿En todas las localidades? ¿Solo en Barcelona? Nadie sabe nada.
Los
republicanos no quieren volver a participar de los juegos de
Puigdemont. Consideran que han pagado un precio muy alto por hacerlo
En primer lugar, está el interrogante de Graupera. A pesar de que Mascarell se perfila como favorito por su dilatada experiencia política, su discurso armado y articulado —como se pudo comprobar en la cumbre de Cardona— y el apoyo tácito del 'expresident' Puigdemont, Graupera está lejos de tirar la toalla y exige primarias para poder disputarle la candidatura.
Luego está el papel de ERC. Los republicanos no se han cansado de repetir que ellos no participan de los juegos de Puigdemont. Consideran que han pagado un precio muy alto por hacerlo y ahora no quieren ni candidatura unitaria ni tampoco primarias. Ellos solo quieren desembarazarse del abrazo del oso del 'expresident' y presentar a Alfred Bosch como número uno. Las encuestas que manejan les dan como vencedores. Aun así, mandaron a Mundó de oyente por eso de guardar las apariencias.
En tercer lugar, cabe destacar la ausencia de Neus Munté en el citado encuentro. Es otro de los nombres que suenan para la alcaldía y uno de los pocos baluartes de peso que le quedan al PDeCAT. Su negativa a acudir a Cardona resulta reveladora. El PDeCAT no está remando a favor de los intereses de Puigdemont. No lo hacen ni Munté ni muchos alcaldes, que se ven como cobayas en ese nuevo experimento llamado Crida per la República.
En el bando constitucionalista, o lo que queda del mismo, el pandemónium no difiere mucho. Manuel Valls ha tomado la firme determinación de presentarse a los comicios municipales, pero todavía no sabe ni cuándo, ni cómo ni con quién. Lo coherente sería anunciarlo en septiembre, coincidiendo con el inicio del curso político, pero la escalada dialéctica y en algunos casos hasta física de la crisis catalana le está haciendo plantearse la fecha y postergarla a después del 1 de octubre, efeméride del simulacro de referéndum.
Lo haría a través de una plataforma en la que se incluiría Ciudadanos y poco más. El resto de formaciones piensan hacer la guerra cada una por su lado. Alberto Fernández Díaz quiere presentarse de nuevo por el PP y en el PSC dijeron desde un principio que no contaran con ellos, que el suyo era Jaume Collboni. Para compensar, Valls pretende arrebatar nombres de relumbrón al PSOE y presentarlos en su lista. Tiene dudas de la relación de esta plataforma con sus ‘aliados’ constitucionalistas tras las elecciones. También de los apoyos mediáticos que tendrá.
Una alcaldía y tres aspirantes socialistas: Valls, Mascarell y Collboni. Quienes conocen al francés, dicen que es el más inteligente y competitivo de los tres, y que, con una 'mica' de suerte, podría dar la campanada. Para ello, eso sí, ha de cuidarse de los entornos, pisar la calle y entender que Cataluña es algo más que las compañías que se agolpan en avenida Diagonal.
NACHO CARDERO Vía EL CONFIDENCIAL
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