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miércoles, 15 de agosto de 2018

HUIR DEL DEBATE POLÍTICO

Querer excluir las cuestiones fundamentales de la discusión entre partidos equivale a reconocer que este ejercicio ha perdido credibilidad


Iñigo Urkullu durante un pleno del Parlamento vasco. Lino Rico


El último en hacerlo ha sido el lehendakari Urkullu, pero prácticamente todos los líderes políticos, cuando han tenido que enfrentarse a un tema delicado, han pedido que el asunto en cuestión se deje fuera del debate político. En este caso, el lehendakari ha hilado más fino, ya que no se ha referido a la discusión política sino al “debate partidista y demagógico”, distinción que se agradece, dado que la deliberación política no debe reducirse a la discusión entre partidos, por muy importantes que estos sean, que lo son.

La expresión del lehendakari nos remite al fondo del problema, la constatación de que el debate político protagonizado por los partidos se enreda, muy a menudo, en los intereses particulares de cada formación, usando la demagogia y la mentira para crear una maraña estéril. Últimamente estamos teniendo buenas muestras de ello: el cruce de acusaciones sobre el derrumbamiento del puerto de Vigo, las alarmas ante los millones de africanos que llegan a España, la inseguridad provocada por los manteros, o las decisiones sobre el acercamiento de los presos de ETA a cárceles vascas son discusiones que se lanzan sin apoyo en datos, ni en precepto legal alguno.

Ante semejante lodazal en que se ha convertido la discusión entre partidos, no es de extrañar que, al enfrentarse a temas especialmente sensibles, aquellos líderes a quienes les toca gestionar o sufrir directamente las consecuencias, pidan dejar estos asuntos al margen del debate, pero con esta práctica los partidos pierden una de sus funciones fundamentales, la de articular el debate público.

En buena lógica deliberativa, clave para mejorar la calidad democrática, cuanto más delicado y trascendente sea un tema, más tendría que ser debatido tanto por los partidos como por el resto de agentes públicos. Asuntos centrales como la educación, la política fiscal, la lucha contra el cambio climático, las estrategias para la migración u otros similares necesitan de un profundo y permanente debate para dar respuesta a retos complejos y cambiantes. Querer excluir las cuestiones fundamentales de la discusión entre partidos equivale a reconocer que este ejercicio ha perdido credibilidad.


                                                                                        CRISTINA MONGE  Vía EL PAÍS 

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