Rajoy ha debido llegar a la misma conclusión que Susana Díaz, que Ciudadanos es un partido tan exigente a la hora de firmar acuerdos como maleable a la hora de cumplirlos
El líder de Ciudadanos, Albert Rivera. (EFE)
De usar y tirar. Un partido clínex. Ese es el problema de Ciudadanos, que pueda calar en la opinión pública aquello que ya se deduce de sus actos de sumisión en algunas de las instituciones en las que sostiene al Gobierno, como ocurre en el Congreso de los Diputados con el Partido Popular o en Andalucía con el PSOE, sus dos referencia políticas más notables. Un partido clínex porque la vorágine de una legislatura siempre acaba orillando los principios que la inspiraron, plasmados en un documento que se trasnocha nada más proclamarse el resultado de las votaciones que resuelven el drama inicial del desgobierno.
Y porque la fidelidad en política es un concepto vacuo cuando se aplica entre compañeros de un mismo partido político, y siempre es una estratagema cuando se invoca en las relaciones con el adversario. Un partido clínex, ese es el riesgo de Ciudadanos, o por lo menos eso es lo que se percibe, que tanto en el Gobierno de la nación como en el Gobierno andaluz han sido engullidos por la vorágine implacable de la gobernabilidad, consagrada ya como fin último. ¿Qué ha sido de todo aquello que con tanto énfasis exigieron como condiciones irrenunciables para apoyar al partido que había ganado las elecciones?.
El último episodio del ‘partido clínex’, detectado en Andalucía, reviste caracteres de tragicomedia política. Ciudadanos, el partido que se muestra como luchador implacable contra la corrupción política, ha concluido la comisión de investigación sobre el enorme despilfarro de los cursos de formación de la forma más patética imaginable: con un ‘corta y pega’ de publicaciones anteriores que se introducen en el dictamen final de la comisión como si fueran deliberaciones de los parlamentarios.
Eso, después de exculpar de toda responsabilidad a Susana Díaz y de reducir el análisis de lo ocurrido a una responsabilidad ‘in vigilando’ de los anteriores presidentes de la Junta de Andalucía. Quien ha presidido esa comisión de investigación ha sido un diputado regional de Ciudadanos, Julio Díaz, y en su informe final no se le ha ocurrido otra cosa que cortar y pegar párrafos enteros de publicaciones anteriores de Fedea, la fundación de estudios económicos en la que se apoya el partido de Albert Rivera. “Ha sido un error de transcripción tras beber de muchas fuentes”, ha acabado admitiendo el diputado de Ciudadanos que presidía la comisión. Y en su descargo, ha añadido que el ‘corta y pega’ no afecta a las conclusiones, como si fuera un mérito. En fin...
A ver, es cierto que esa comisión de investigación del Parlamento andaluz, como todas las que se constituyen en la política española, lo único que ha logrado demostrar en los dos años de reuniones es la inutilidad de las comisiones de investigación. Pero eso, como siempre es así, ya estaba descontado. La pregunta es, ¿qué gana Ciudadanos cuando se ofrece para presidir una comisión de investigación y no hace otra cosa que disculpar al investigado? Para eso ya estaban los diputados socialistas en el Parlamento andaluz. O la propia Susana Díaz, que se basta y se sobra para renegar de todo lo que no le atañe explícitamente.
Susana Díaz, en vez de sentir la presión constante de Ciudadanos, está tan a gusto con el apoyo naranja que hasta les ha ofrecido un par de sillones
En Andalucía, de forma periódica, se reproducen en los periódicos los mismos titulares, como una cantinela política, “Ciudadanos se pliega a Susana Díaz”. Ese mismo titular ha servido para resumir la negociación de los Presupuestos andaluces, para soslayar la imputación de algunos consejeros del Gobierno andaluz, para disculpar los incumplimientos del pacto de legislatura sobre recortes de burocracia política, para aplazar la aprobación de reformas o para frenar la marea blanca de Spiriman y evitar que llegase hasta el Parlamento andaluz. La cuestión es que Susana Díaz, en vez de sentir la presión constante de Ciudadanos, en vez de vivir con la angustia de unos votos prestados que la han hecho presidenta, está tan a gusto con el apoyo naranja que hasta les ha ofrecido un par de sillones en su Gobierno.
En el Gobierno de la nación, Rajoy ha debido llegar, a raíz de la experiencia andaluza, a la misma conclusión que Susana Díaz, que Ciudadanos es un partido tan exigente a la hora de firmar acuerdos como maleable a la hora de cumplirlos. Por lo que se decía antes, parece como si la gobernabilidad acabara convirtiéndose en un fin en sí mismo y que el objetivo de Ciudadanos ahora es evitar, a toda costa, que la legislatura pueda romperse por sus exigencias para cumplir lo pactado en agosto. Solo así se puede entender la displicencia con que los portavoces del Partido Popular se refieren ahora a lo firmado para la investidura de Mariano Rajoy, las “lentejas” de las que habla Fernando Martínez Maillo. Lentejas, primero se piden y luego se dejan.
No es que Bárcenas, como se decía en agosto, no vaya a ir a declarar al Congreso de los Diputados, es que ya se descarta que se pueda avanzar en alguno de los otros ‘puntos irrenunciables’, como la limitación de mandatos, la eliminación generalizada de aforamientos o la reforma de la Ley Electoral. El Partido Popular, de acuerdo a sus intereses políticos legítimos, seguirá ganando tiempo hasta que, cuando esta legislatura no dé más de sí, disuelva las Cortes y convoque nuevas elecciones generales. Entonces, Ciudadanos tendrá que centrar todos sus esfuerzos en explicar a sus votantes que, aunque firmó un acuerdo que solo sirvió para hacer presidente a Mariano Rajoy, su utilidad es mucho mayor que esta vorágine política de partido clínex de la que no sabe salir.
JAVIER CARABALLO Vía EL CONFIDENCIAL
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