Quizás estemos viendo subir a Ciudadanos porque todos los demás han decepcionado demasiado, no porque sea la solución sino porque no parece un problema
Albert Rivera e Inés Arrimadas tras la victoria de las elecciones catalanas. (EFE)
Las próximas encuestas pueden venir con sorpresa. Es probable que
eleven las expectativas del partido naranja, incluso por encima de lo
esperado. Cuando los números lleguen, cuando tengamos una idea sobre el
'qué' y el 'cuánto', habrá que investigar el 'por qué'. Olvidar el pronóstico y trabajar el diagnóstico. Buscar los motivos, aunque sea complejo y costoso.
Cuesta porque la pregunta habitual “¿a qué partido votaría usted mañana si se celebrasen elecciones?” no puede ir seguida de un “¿por qué?”. “¿Por qué, amable señora, elige usted esa opción y no otra?”. Es una pena que esa respuesta no pueda tabularse, ni insertarse en una tabla con la que trabajar. Lo bueno es que quedan el análisis y la interpretación.
Mañana no habrá elecciones, así que conviene asumir que las cifras servirán más para acercarnos al estado anímico social en un momento determinado, que para fijar en piedra los porcentajes y los decimales. Pensemos en las isobaras de los mapas del tiempo. Clima social.
Preguntémonos por qué está aumentando el respaldo a Ciudadanos justo ahora. Lo primero que viene a la cabeza es Cataluña, claro. La crisis territorial lleva mucho tiempo en el primer plano de la opinión pública. Además, la situación no se disolverá de un día para otro, las aguas seguirán agitadas, todavía quedan olas altas por llegar. Visto así, hay un motivo para dudar de que el ascenso de Ciudadanos sea efímero. Pero podría haber más.
Quizá, bajo la superficie, existan corrientes de profundidad menos identificadas. Es posible que el último estudio del CIS ofrezca un punto de luz. Atención, pregunta: “¿Coincide usted con esta expresión: en un mundo tan complicado, lo mejor es confiar en lo que digan las autoridades y los expertos?”. 17% de acuerdo. 62% en desacuerdo. Datos para el perímetro de la crisis de autoridad moral que vive España. La dimensión de un vacío, enorme.
Enorme, no solo porque falten líderes dotados de un 'criterio superior', también porque los partidos no parecen precisamente centrados en la tarea de entregar a la sociedad un proyecto que merezca tal nombre. Me pregunto si después de tantos años seguidos de citas con las urnas, la comunicación política ha devorado el pensamiento y cegado la visión de país.
Esa carencia podría resultar ahora más notoria y más impactante por una razón que encontramos en nuestras propias biografías. Pensemos en nuestros últimos 10 años, en nuestra vida y en las de nuestros amigos y familiares. Ha sido duro. Las crisis económica, social, institucional y territorial ha venido encadenando 'la década del estrés'. Es lógico que exista hoy un deseo compartido de calma y una innegociable intolerancia a la corrupción. Una demanda social de estabilidad higiénica.
Sánchez e Iglesias pueden reflejar limpieza, pero no garantizar estabilidad. Rajoy puede brindar estabilidad pero no limpieza. Solo Rivera
está en condiciones de prometer las dos cosas. Por un lado, contribuye a
la estabilidad sosteniendo gobiernos de populares y socialistas. Por el
otro, a la ausencia de casos turbios hay que añadir la falta de desgaste por estar dentro de las administraciones.
Añadan a eso un ligerísimo toque 'cosmo-posmo' y tendrán unas siglas sin mancha ni caspa. Cuesta imaginarse a Arrimadas manifestándose junto a un obispo contra el derecho a querer libremente. España ha dejado de ser católica, esta vez sí.
Supongamos que la magia existe y Cataluña deja de abrir las noticias de todos los medios.
Supongamos que se produce un cambio climático masivo en la opinión pública y desaparece la demanda de estabilidad higiénica. Vale, sigamos. Bajemos hacia aguas todavía más profundas.
El sistema de partidos de nuestro país entró en crisis y la salida no parece cercana. El PSOE sufrió un golpe electoral en 2011 comparable al experimentado por el PP en 2015. La diferencia no está tanto en la magnitud del impacto, está en que la izquierda no fue capaz de ganarse en las urnas la posibilidad de forjar una alternativa que no pasase por someter al Gobierno de España a los separatistas. Fue el primer fracaso.
El segundo está ocurriendo ahora. Quizá merezca la pena preguntarse cómo es posible que el castigo a Rajoy que reflejan las encuestas no se traduzca en un aumento significativo de las opciones de Iglesias o de Sánchez. ¿Dónde está el premio a la oposición? No existe. Y como los huecos en política siempre se llenan, el gran beneficiado es Rivera, precisamente la formación que mantiene en pie al Gobierno del Partido Popular. Llama la atención la sola posibilidad de que Ciudadanos puede hacer con el PP lo que no ha podido la izquierda: superar su número de votos.
Lo llamativo no es la crisis estructural del partido que lidera Rajoy. No hay sorpresa. Su organización ha venido envejeciendo como él. No en vano, es el único candidato de sus siglas en todo lo que va de siglo. El desgaste por la corrupción endémica se ha producido a ojos vista de todo el mundo. La falta de brío frente al separatismo no ha sido un secreto para nadie. La lista de candidatos a sucederle que casualmente han desaparecido del escenario ha dejado vacío el cascarón de Génova. Nada hay por debajo de él, nada.
Lo llamativo no es eso. Es el hecho de que al mismo tiempo que suenan las sirenas en el PP por riesgo de colapso, haya centenares de miles de personas que antes votaron socialista declarando su voto a Ciudadanos. La dinámica del desencanto tiene esas cosas. Llega un momento en que no se admite otra decepción.
Quizás estemos viendo subir a Ciudadanos porque todos los demás han decepcionado demasiado, no porque sea la solución sino porque no parece un problema. En definitiva, una opción señalada por descarte. Podría ser. Quedaría una incógnita, eso sí. Saber si una elección de ese tipo puede o no puede llegar a cristalizar en ilusión. Hoy no lo sabe nadie, seguramente lo descubriremos todos.
PABLO POMBO Vía EL CONFIDENCIAL
Cuesta porque la pregunta habitual “¿a qué partido votaría usted mañana si se celebrasen elecciones?” no puede ir seguida de un “¿por qué?”. “¿Por qué, amable señora, elige usted esa opción y no otra?”. Es una pena que esa respuesta no pueda tabularse, ni insertarse en una tabla con la que trabajar. Lo bueno es que quedan el análisis y la interpretación.
Mañana no habrá elecciones, así que conviene asumir que las cifras servirán más para acercarnos al estado anímico social en un momento determinado, que para fijar en piedra los porcentajes y los decimales. Pensemos en las isobaras de los mapas del tiempo. Clima social.
Ciudadanos sería hoy la tercera fuerza parlamentaria, según un sondeo
Preguntémonos por qué está aumentando el respaldo a Ciudadanos justo ahora. Lo primero que viene a la cabeza es Cataluña, claro. La crisis territorial lleva mucho tiempo en el primer plano de la opinión pública. Además, la situación no se disolverá de un día para otro, las aguas seguirán agitadas, todavía quedan olas altas por llegar. Visto así, hay un motivo para dudar de que el ascenso de Ciudadanos sea efímero. Pero podría haber más.
Quizá, bajo la superficie, existan corrientes de profundidad menos identificadas. Es posible que el último estudio del CIS ofrezca un punto de luz. Atención, pregunta: “¿Coincide usted con esta expresión: en un mundo tan complicado, lo mejor es confiar en lo que digan las autoridades y los expertos?”. 17% de acuerdo. 62% en desacuerdo. Datos para el perímetro de la crisis de autoridad moral que vive España. La dimensión de un vacío, enorme.
Enorme, no solo porque falten líderes dotados de un 'criterio superior', también porque los partidos no parecen precisamente centrados en la tarea de entregar a la sociedad un proyecto que merezca tal nombre. Me pregunto si después de tantos años seguidos de citas con las urnas, la comunicación política ha devorado el pensamiento y cegado la visión de país.
Esa carencia podría resultar ahora más notoria y más impactante por una razón que encontramos en nuestras propias biografías. Pensemos en nuestros últimos 10 años, en nuestra vida y en las de nuestros amigos y familiares. Ha sido duro. Las crisis económica, social, institucional y territorial ha venido encadenando 'la década del estrés'. Es lógico que exista hoy un deseo compartido de calma y una innegociable intolerancia a la corrupción. Una demanda social de estabilidad higiénica.
A
la ausencia de casos turbios hay que añadir la falta de desgaste por
estar dentro de las administraciones. Añadan un toque 'cosmo-posmo'
Añadan a eso un ligerísimo toque 'cosmo-posmo' y tendrán unas siglas sin mancha ni caspa. Cuesta imaginarse a Arrimadas manifestándose junto a un obispo contra el derecho a querer libremente. España ha dejado de ser católica, esta vez sí.
Supongamos que la magia existe y Cataluña deja de abrir las noticias de todos los medios.
Supongamos que se produce un cambio climático masivo en la opinión pública y desaparece la demanda de estabilidad higiénica. Vale, sigamos. Bajemos hacia aguas todavía más profundas.
El sistema de partidos de nuestro país entró en crisis y la salida no parece cercana. El PSOE sufrió un golpe electoral en 2011 comparable al experimentado por el PP en 2015. La diferencia no está tanto en la magnitud del impacto, está en que la izquierda no fue capaz de ganarse en las urnas la posibilidad de forjar una alternativa que no pasase por someter al Gobierno de España a los separatistas. Fue el primer fracaso.
Rajoy vuelve a proponer pactos al PSOE para sostener la legislatura y ningunear a Rivera
El segundo está ocurriendo ahora. Quizá merezca la pena preguntarse cómo es posible que el castigo a Rajoy que reflejan las encuestas no se traduzca en un aumento significativo de las opciones de Iglesias o de Sánchez. ¿Dónde está el premio a la oposición? No existe. Y como los huecos en política siempre se llenan, el gran beneficiado es Rivera, precisamente la formación que mantiene en pie al Gobierno del Partido Popular. Llama la atención la sola posibilidad de que Ciudadanos puede hacer con el PP lo que no ha podido la izquierda: superar su número de votos.
Lo llamativo no es la crisis estructural del partido que lidera Rajoy. No hay sorpresa. Su organización ha venido envejeciendo como él. No en vano, es el único candidato de sus siglas en todo lo que va de siglo. El desgaste por la corrupción endémica se ha producido a ojos vista de todo el mundo. La falta de brío frente al separatismo no ha sido un secreto para nadie. La lista de candidatos a sucederle que casualmente han desaparecido del escenario ha dejado vacío el cascarón de Génova. Nada hay por debajo de él, nada.
Llama
la atención la sola posibilidad de que Ciudadanos puede hacer con el PP
lo que no ha podido la izquierda: superar su número de votos
Lo llamativo no es eso. Es el hecho de que al mismo tiempo que suenan las sirenas en el PP por riesgo de colapso, haya centenares de miles de personas que antes votaron socialista declarando su voto a Ciudadanos. La dinámica del desencanto tiene esas cosas. Llega un momento en que no se admite otra decepción.
Quizás estemos viendo subir a Ciudadanos porque todos los demás han decepcionado demasiado, no porque sea la solución sino porque no parece un problema. En definitiva, una opción señalada por descarte. Podría ser. Quedaría una incógnita, eso sí. Saber si una elección de ese tipo puede o no puede llegar a cristalizar en ilusión. Hoy no lo sabe nadie, seguramente lo descubriremos todos.
PABLO POMBO Vía EL CONFIDENCIAL
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