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lunes, 22 de enero de 2018

¿PUEDE HABER DISTENSIÓN?

El primer problema del independentismo es cómo salvar el escollo Puigdemont para poder recuperar la Generalitat


Vista del escaño ocupado en la pasada legislatura por Carles Puigdemont en el hemiciclo del Parlament. (EFE)


El jueves decía que la situación de Cataluña iba a tener una difícil digestión porque todas las partes tendrían que asumir costes desagradables. Los primeros los secesionistas que van a tener que asumir que cualquier iniciativa que implique bordear la rebelión —no digamos ya repetir la ceremonia soberanista del 27 de octubre— es un camino sin salida. El unilateralismo ha sido derrotado.

Pero el Gobierno central también deberá admitir culebras difíciles de tragar. Primera, que el independentismo no era un tigre de papel sobre el que cabalgaban locos descerebrados. Es cierto que midieron muy mal sus fuerzas, pero han mantenido el mismo apoyo de la población que tenían antes del 155. Solo han bajado del 47,7% al 47,5% del voto pese a un sensible aumento de la participación y conservan la mayoría absoluta (68 diputados). Antes tenían 72 escaños, formados por 62 de Junts pel Sí y 10 de la CUP, y ahora tienen 34 de Junts per Catalunya (lista Puigdemont), 32 de ERC y 4 de la CUP. Hay ventajas porque la dependencia numérica y psicológica de la CUP es menor, pero también pasivos por la creciente distancia entre ERC y JXCAT. Además, Junts per Catalunya es una extraña amalgama de gentes del PDeCAT y de puigdemontistas.

Los diputados en el Congreso de ERC Joan Tardà y Gabriel Rufián siguen el pleno de constitución que dará inicio a la XII legislatura. (EFE)
Los diputados en el Congreso de ERC Joan Tardà y Gabriel Rufián siguen el pleno de constitución que dará inicio a la XII legislatura. (EFE)

Pero también Cs va a tener que admitir que ser el primer partido (36 diputados) no le va a permitir gobernar y el PSC y el PSOE que la propuesta Iceta de tercera vía les ha permitido subir algo (no hundirse ante Cs como le ha pasado al PP), pero que con 17 diputados han quedado lejos de los 20 o 21 que creían a su alcance.

¿Cómo se sale de esta pesada digestión? O no se sale y la crisis continua y se agrava, o el secesionismo y el gobierno de Madrid deben iniciar una distensión para recuperar unos mínimos de confianza. Para este camino, el primer gran problema del independentismo es Puigdemont. La investidura del político exiliado —por plasma o con otro diputado leyendo el discurso— reabriría con fuerza las heridas en el parlamento catalán y volvería el clima del pasado 6 y 7 de setiembre cuando se votaron las leyes de ruptura con España, sería recurrida por el gobierno del Estado y, finalmente, no podría llegar a materializarse. ¿Qué habría que hacer entonces? Vuelta a la rebelión (para volver a perder), o búsqueda de otro candidato que —en la vía de lo sugerido por Oriol Junqueras y el propio Artur Mas— pueda formar un gobierno efectivo acorde con las circunstancias.
Para los secesionistas pactar un candidato a 'president' que no sea Puigdemont exigirá un duro forcejeo entre sus distintos sectores

El secesionismo lúcido sabe que lo menos malo sería ahorrarse ahora un nuevo conflicto, otro rebrote de la crispación y una nueva derrota. Pero no está claro que pueda domar a Puigdemont que consiguió ser la lista independentista más votada. El nuevo presidente del parlamento, Roger Torrent, de ERC y alcalde de Sarriá de Ter en tres legislaturas seguidas, ha mostrado sensatez al hablar de la conveniencia de "recoser Cataluña, que es un país plural" y al declarar al diario 'Ara' (independentista, pero a la vez pactista): "Lo que debo hacer es que haya un candidato que pueda ser investido y un gobierno que pueda gobernar desde el minuto 1". Y preguntado sobre si se puede gobernar desde Bruselas, como ha dicho Puigdemont, la respuesta es lacónica: "El gobierno ha de ser efectivo". Además, contra lo que pretendía Puigdemont, no se ha comprometido a visitarle en Bruselas, pero sí ha asegurado que irá a ver a los independentistas encarcelados. Golpe a Puigdemont y a Rajoy.

La idea de Torrent (y de ERC) parece que es reconocer que Puigdemont —que además de ser el 'president' destituido encabezó la lista independentista más votada— tiene derecho a la investidura, pero intentar por todos los medios no violentar ni la legalidad ni el reglamento del parlamento con una investidura no presencial y dejar en su mano cómo podría afrontar la investidura. En la esperanza que Puigdemont acepte alguna solución negociada que pase por su renuncia. El PDeCAT estaría en una posición de fondo similar (en privado aseguran que habrá un gobierno efectivo antes de que acabe el plazo de dos meses).

El problema radica en el sector de la lista de JXCAT (entre 15 y 19 diputados) que parafraseando aquello de "referéndum o referéndum", ahora cierran filas: "Puigdemont o Puigdemont". Elsa Artadi, una brillante economista que trabajó con Mas-Collell y que fue la directora de campaña de JxCAT, ha llegado a decir que el exilado de Bruselas tiene inmunidad porque es parlamentario.

Artadi es economista y no jurista, pero no es ingenua. ¿El "Puigdemont o Puigdemont" es una posición inicial para negociar después la investidura de otro nombre de su candidatura, o es una posición de fondo que podría llevar hasta la repetición de elecciones porque no habría candidato alternativo con la mayoría necesaria? Nadie lo sabe y lo cierto es que cuando Puigdemont dimitió de alcalde de Girona para ser 'president', tras la renuncia de Mas por el veto de la CUP en enero de 2015, generó un gran caos en el ayuntamiento de Girona porque para sucederle eligió a un hombre de su confianza que ocupaba el lugar 18 en la candidatura, obligando a renunciar a los que le precedían y no eran concejales, y que poco después tuvo que dimitir por su conflictiva relación con otros grupos municipales ya que CDC no tenía mayoría.

El 'expresident' catalán ve un partido del Girona en Bélgica. (Reuters)
El 'expresident' catalán ve un partido del Girona en Bélgica. (Reuters)

Pero la realidad es que pronto o tarde habrá que proponer otro 'president'. ERC cree que, fracasado Puigdemont, Oriol Junqueras podría ser una opción con la legitimidad de haber sido el vicepresidente del gobierno destituido por el 155. Pero la lista de JxCAT tuvo dos diputados más y es difícil que el PDeCAT quiera renunciar a rehacerse desde la presidencia de la Generalitat, o que Puigdemont renuncie a tener cierto derecho de veto sobre su sucesor. Y lo seguro es que su relación actual con Junqueras no es buena ya que ha declarado que prefiere ser 'president' a presidiario, y que se puede gobernar desde Bruselas pero no desde la cárcel.

Mariano Rajoy tendrá que "coexistir" con un gobierno catalán separatista y aguantar al mismo tiempo la creciente presión de Ciudadanos

Entonces, ¿quién podría ser el próximo 'president'? En principio alguien que tuviera la confianza simultánea del PDeCAT y de Puigdemont y que no se encontrara con un veto de ERC. Y además debe ser diputado. Felipe González se equivocó hace unos días —no al decir que no veía delito de rebelión en Junqueras y otros secesionistas, que eso es opinable— sino al descalificar la investidura de Puigdemont diciendo que si todo lo que no prohibía el reglamento estaba permitido, entonces sería posible elegir a un elefante. No es así porque en 1980 Jordi Pujol, el PSC y el PSUC fijaron en el Estatut que el 'president' tenía que ser diputado. Se garantizaban así que Josep Tarradellas —que ya había dicho que no concurriría a las elecciones— pudiera ser el último recurso.

Resultado. Al final se elegirá un diputado que de alguna manera tenga el aval de Puigdemont. Los 'exconsellers' Jordi Turull y Josep Rull son del PDeCAT y próximos a Puigdemont pero tienen el inconveniente de que quedarán inhabilitados cuando dentro de unos meses se abra el juicio contra ellos. Y además un 'president' teledirigido o condicionado por Puigdemont sería de difícil digestión para el Gobierno de España, condicionado ahora por la actitud más "constitucionalista" de Cs que ha sido la lista más votada en Cataluña y al que las encuestas, de 'El País' y el 'ABC', colocan ahora por delante del PP si se adelantaran las elecciones.



El independentismo tendrá que inflexionar su discurso y todavía más su praxis. Rajoy deberá negociar con alguien que lo más probable es que consulte sus movimientos con Puigdemont. Y ambos comprobarán que la coexistencia pacífica deberá superar dos nuevos obstáculos. El proceso del Supremo contra los dirigentes separatistas, que enturbiará el clima, y el ascenso de Cs. El PP empieza a comprobar que el conflicto catalán ya no le da dividendos en España, sino que el primer beneficiario —tanto en Cataluña como en el resto del Estado— es Albert Rivera.


                                                                   
                                                                                        JOAN TAPIA  Vía EL CONFIDENCIAL 

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