La Audiencia de Barcelona certifica que el 'oasis catalán' estaba
dirigido por una colla de saqueadores de dinero público, con
Convergencia, al frente
El expresidente de la Generalitat de Cataluña, Jordi Pujol
EFE
"España nos roba",
clamaban desde Convergencia, mientras saqueaban los dineros públicos
mediante el cobro de 'mordidas' a cambio de adjudicaciones de obra
pública. La sentencia de la Audiencia de Barcelona, que condena al
partido y a los prebostes del Palau, supone el epitafio en la tumba del
pujolismo, de Convergencia y de toda esa burguesía catalana
que se hacía pasar por 'sociedad civil' y que no era más que una
bandada de aves carroñeras que se enriqueció con el saqueo
institucionalizado.
Convergencia se quedaba con el 2,5 por ciento, Montull con el 0,5 y yo con el 1 por ciento. Así lo reconoció Félix Millet,
preboste de la entidad músico/cultural catalana, en el juicio por el
latrocinios en las cuentas del Palau a la largo de diez años. De 1999 a
2009. Una década del 4 por ciento. No del 3 por ciento, como denunció Pasqual Maragall en sede parlamentaria. "Ustedes tienen un problema. Se llama tres por ciento", le espetó a Artur Mas.
Y ahí quedó el asunto. Todos lo sabían, nadie hizo nada. Ni el PSC, ni
el PP y, por supuesto, los independentistas, que por entonces estaban
camuflados bajo el manto de 'nacionalistas moderados'.
Artur
Mas presentó su renuncia a la presidencia del PDCat para ejercer de
cortafuegos. El incendio del Palau no ha de salpicar al partido heredero
de Convergencia. Se ha cambiado el nombre, se han embargado las sedes,
se ha borrado el rastro del escándalo. El 'caso Palau' es el símbolo de
las lacras del pujolismo, Más de veinte años de poder absoluto y
omnímodo en Cataluña con la anuencia cómplice de los gobiernos de
Madrid. Felipe González y José María Aznar se asentaban cómodamente en la Moncloa merced a los escaños con los que Pujol les obsequiaba a buen precio.
La 'papelera de la Historia'
El 'oasis catalán' del soberanismo era una pocilga. El 'pal de paller',
el eje de su arquitectura política, Convergencia, el partido sobre el
que se sustentó durante años la fábula de la 'nación catalana', acaba de ser condenado a devolver el montante de su bandolerismo insaciable, y deberá devolver los 6,6 millones del botín. A Daniel Osácar, su tesorero, se le impone una pena de más de cuatro años, en tanto que a los 'arquitectos' de la operación, Millet y Montull, les caen casi diez años y siete años y medio, respectivamente.
El
efecto político de la decisión judicial está amortizado, señalan en las
filas del independentismo. Son asuntos de hace demasiado tiempo. Apenas
quedan representantes de la vieja Convergencia en la cúpula del
partido. Carles Puigdemont limpió su cartel electoral de nombres del pujolismo, creó una 'plataforma del president' para acudir al 21D y envió, finalmente, a Artur Mas a la 'papelera de la Historia", como explicitaron los activistas de la CUP.
Hay
más asuntos vidriosos además del Palau. Está el genuino 'tres por
ciento' que investiga un juez, joven y audaz, de El Vendrell, tras la
denuncia de una concejal de ERC. Están las andanzas de la familia Pujol, todos los hijos imputados, al igual que sus padres. Salpicaduras pestilentes en la férrea coraza de un nacionalismo que, aún hoy, consigue simpatías y adeptos en otras formaciones políticas.
Este
lunes se reúnen los dirigentes del PDECat, de ERC y de la propia CUP
para repartirse las sillas de la Mesa del Parlament. La investidura del
'expresident' está sobre la mesa. El separatismo acusa el golpe, pero no
va a reaccionar. Va a sacar su pecho patriótico en estas horas
convulsas. Quizás, hasta intente pisar el acelerador del desafío, el
reto convertirlo en jefe político de la Generalitat a un personaje con cuentas pendientes con la Justicia.
JOSÉ ALEJANDRO VARA Vía VOZ PÓPULI
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