El rebote de la economía española ha sorprendido a todos, pero no podrá competir mucho más tiempo en precios bajos, sino que tendrá que plantear la batalla en el terreno de la productividad
El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, en la inauguración del AVE a Castellón. (EFE)
En las dos últimas semanas España ha recibido un buen puñado de noticias económicas positivas que reconocen el momento económico favorable que vive el país. La subida del 'rating' de Fitch, la caída de la prima de riesgo
por debajo de los 80 puntos básicos o la demanda histórica para la
emisión de un bono sindicado muestran la confianza internacional que
despierta el país. Sin embargo, la autocomplacencia puede ser la peor compañera de viaje.
España ha conseguido una "recuperación impresionante", como calificó el Fondo Monetario Internacional, pero se ha limitado a recuperar el terreno perdido durante casi una década. Se destruyó tanto empleo y se contrajo tanto la producción que el país ha conseguido remontar rápidamente poniendo a funcionar esos recursos ociosos. De este modo ha podido crecer sin generar tensiones de precios, que son el problema recurrente que ha vivido España en su historia.
Además, la fase de crecimiento global, la expansión monetaria de los bancos centrales, la caída del precio del petróleo y un largo etcétera han terminado por apuntalar esta fase de la recuperación en España. Sin embargo, este ciclo de crecimiento tiene fecha de caducidad. Cuando la economía española supere su nivel de equilibrio, no solo necesitará más empleos, sino que cada empleo aporte más valor añadido. En otras palabras, mejorar la productividad.
Los datos de productividad que ofrece la OCDE son reveladores: España se sitúa a la cola de las economías desarrolladas. El PIB por hora trabajada de España en 2016 fue de 47,2 dólares, por debajo de la media de la Unión Europea, que alcanzó los 47,7 dólares, y muy lejos de los países punteros, que superan los 70 dólares por hora de trabajo. Esto significa que el valor añadido del empleo está a la cola del 'club de los países ricos'.
El país necesita reformas estructurales que contribuyan a elevar la productividad de la economía, pero la fragmentación política y el 'procés' en Cataluña ha bloqueado cualquier iniciativa política en el Congreso. Hace un año, la Conferencia de Presidentes acordó una hoja de ruta para abordar una serie de reformas necesarias en esta Legislatura y no solo no ha habido ningún avance, sino que tampoco se espera. Tal es el bloqueo que ni siquiera hay consenso para los Presupuestos Generales del Estado y el Gobierno ya se plantea aprobar algunas medidas por decreto, como la subida del sueldo de los trabajadores públicos.
En la última semana, tanto el Fondo Monetario Internacional, como el Banco Central Europeo han pedido un esfuerzo para retomar la agenda reformista. Para el FMI, la buena marcha de la economía hace que esta sea una "oportunidad única" para pensar en lo estructural. Los expertos coinciden en que el principal reto pendiente de España es el mercado laboral, con dos problemas básicos que se retroalimentan. El primero es la elevada tasa de paro
estructural, próxima al 15% de la población activa, y que sería
intolerable en cualquier otro país. El segundo es el abuso de la contratación temporal, que genera una alta rotación y dificulta el desarrollo del capital humano.
España no podrá alcanzar a las economías punteras mientras la productividad del trabajo sea tan baja, por lo que necesitará una reforma laboral encaminada a fomentar los mejores contratos. "El empleo de calidad, entendido como trabajo estable y equitativo, ayuda a fomentar la productividad a la larga", señala Rafael Doménech, responsable de Análisis Macroeconómico de BBVA Research. La literatura económica ha mostrado que la estabilidad y la equidad son grandes aliados de la productividad, ya que fomentan la inversión en formación y mejoran continuamente el capital humano.
España tiene la segunda tasa de temporalidad más alta de la Unión Europea, solo por delante de Polonia, lo que supone un gran lastre para la productividad. El 26% de los asalariados tiene un contrato temporal, el doble que en Italia y el triple que en Bélgica. Este porcentaje ha vuelto a ser el mismo que había antes del estallido de la crisis económica, lo que demuestra que España no ha avanzado nada para resolver este problema estructural.
El Ministerio de Empleo y los agentes sociales llevan meses de reuniones para abordar la dualidad del mercado laboral, pero apenas se ha avanzado nada. La ministra Fátima Báñez anunció esta semana que propondría sanciones a las empresas que no justifiquen la temporalidad, pero por el momento son solo propuestas y nada en firme.
La OCDE recomienda a España que "reduzca la diferencia en los costes de despido de los trabajadores indefinidos y temporales, lo que reducirá la dualidad del mercado laboral y mejorará la calidad del empleo". También el FMI pide "dar pasos para reducir la dualidad en el mercado laboral".
Los expertos también coinciden en que la futura reforma laboral debería mejorar las políticas activas de empleo, que han resultado claramente fallidas. Las bonificaciones, tarifas planas, etc., han mermado los recursos de la Seguridad Social y apenas han creado empleo. Además, las ayudas a la contratación y políticas de colocación no han sido eficientes. "España tiene que mejorar los objetivos y la coordinación de las políticas activas", señala el FMI.
Por último, para apuntalar el mercado laboral, es necesario mejorar la formación de los trabajadores. Una tras otra, todas las reformas educativas han fracasado en su intento de recortar la brecha con Europa y acabar con el fracaso escolar. La consecuencia es que existen grandes bolsas de desempleados que tienen muy difícil encontrar un trabajo porque, sencillamente, no están adaptados al mercado laboral.
La tasa de paro entre las personas que no han acabado la primaria se sitúa en el 34%, el doble que el desempleo del conjunto de la economía. El problema es que el fracaso escolar no se ha conseguido superar, lo que es un 'filón de parados'. La tasa de paro entre los jóvenes de entre 20 y 24 años que no han conseguido acabar la secundaria es del 50%. La mitad de ellos en paro.
Por el contrario, hay empresas que no pueden seguir creciendo porque no encuentran trabajadores con la cualificación necesaria para satisfacer sus necesidades. El número de vacantes en España se ha disparado en los últimos años hasta el punto de superar los 110.000 puestos de trabajo sin cubrir. El desajuste entre la formación y las necesidades de las empresas frena la inversión y lastra las ganancias de productividad de la economía.
Además del capital humano, el otro pilar de la productividad es el capital físico. España ha conseguido mantener niveles aceptables de inversión, en el entorno del 20% del PIB, en línea con el resto de la eurozona. Sin embargo, los niveles de inversión están muy lejos de los países punteros de Europa. España podría hacer un esfuerzo para elevar su inversión, pero es más importante invertir mejor, en sectores con alta productividad, o que sirvan para mejorar al resto de la economía, como es la energía.
Los países punteros realizan un esfuerzo importante en inversión en I+D, hasta el punto de superar el 3% del PIB, como son Suecia, Austria o Dinamarca. Sin embargo, España apenas destina el 1,22% (dato al cierre de 2015), esto es, menos de la mitad. Un déficit que difícilmente permitirá recortar la brecha con los países más avanzados.
España invertía en casas antes de la crisis y ahora invierte en hoteles. Dos de los sectores que menos productividad aportan a la economía. Por ese motivo el país debería considerar una gran reforma económica destinada a potenciar los sectores punteros. Para el FMI, "España necesita girar hacia los sectores de mayor valor añadido".
La OCDE da una pista: "El crecimiento de la productividad de las manufacturas sigue dejando atrás al crecimiento de los servicios". Este es un buen momento para plantear un programa de industrialización en los sectores punteros. España tiene unos costes laborales unitarios inferiores a los de la eurozona, los tipos de interés del crédito están en mínimos históricos, la logística del país está a la altura de las mejores regiones de Europa y el comercio mundial demanda productos de alta tecnología.
Las empresas también coinciden en la necesidad de apostar por sectores punteros: "Es necesario hacer de España un polo más atractivo de la inversión productiva para crear más empresas e impulsar los sectores de mayor valor añadido", explica la CEOE. En los años noventa la industria aportaba más del 20% del PIB del país, pero en la actualidad apenas supone un 16%. El deterioro de la industria no se ha compensado con un verdadero plan para estimular la inversión, por lo que los datos siguen siendo negativos. España tiene en uso ya el 80% de la capacidad instalada, su nivel más alto desde 2008, lo que significa que para que la industria siga creciendo necesita invertir.
Una vía para estimular la inversión está en la colaboración público-privada. "Es muy importante que la inversión pública sirva para incentivar la privada, por eso la colaboración es fundamental", explica Doménech. España también necesita retomar la inversión pública en infraestructuras en determinadas regiones que se están quedando atrás y que están perdiendo competitividad por este motivo, como es Extremadura.
Durante la crisis se popularizó (y se fomentó) el término 'emprendimiento'. Sin duda la actividad individual impulsa la economía, pero el problema de las microempresas es que condena al país a tener una baja productividad. En España el 99,9% de las empresas son pymes y crean el 74% del empleo del país. Esto significa que la economía española es una de las más dependientes de las pymes de toda Europa. Solo Malta, Letonia, Estonia y Bulgaria tienen más empleo en las pequeñas y medianas empresas.
El problema de este tipo de compañías es que su productividad es mucho más baja que la de las grandes empresas. Por ejemplo, en España suponen el 74% del empleo y solo el 63% del valor añadido bruto, según los datos de Eurostat. Esta atomización del sector empresarial condena al país a tener bajos niveles de inversión, empleo precario y, en consecuencia, baja productividad. "En la mayoría de los países, las diferencias de productividad laboral entre las pymes y las grandes empresas es relativamente alto, y esto es especialmente cierto en las microempresas en sectores de manufacturas y servicios", advierte la OCDE.
El ministro de Economía, Luis de Guindos,
elaboró un plan para facilitar el crecimiento de las pymes, pero la
minoría del Gobierno en el Congreso congeló la propuesta. Sin embargo,
los expertos y los organismos internacionales coinciden al señalar que
España necesita una gran reforma que favorezca el
crecimiento de las empresas. "Cuantas más barreras quitemos al
crecimiento, será mejor para la economía", explica Doménech, "hay que
mejorar el clima de negocio, reducir las cargas administrativas, los
procedimientos, mejorar la competencia interna...".
Según las propias estimaciones del Ministerio, si España consiguiese una estructura empresarial similar a la del resto de la Unión Europea, el PIB crecería un 3,35% y si fuese como la del Reino Unido, avanzaría un 7,5%. El equivalente a tres años de crecimiento intenso. Unos resultados prometedores que hacen que esta sea una de las reformas prioritarias que necesita el país. Sin embargo, dada la fragmentación política y los discursos de telediario, será complicado que los partidos políticos sean capaces de actuar con altura de miras para activar la agenda reformista.
JAVIER G. JORRÍN Vía EL CONFIDENCIAL
España ha conseguido una "recuperación impresionante", como calificó el Fondo Monetario Internacional, pero se ha limitado a recuperar el terreno perdido durante casi una década. Se destruyó tanto empleo y se contrajo tanto la producción que el país ha conseguido remontar rápidamente poniendo a funcionar esos recursos ociosos. De este modo ha podido crecer sin generar tensiones de precios, que son el problema recurrente que ha vivido España en su historia.
Cataluña vuelve a recuperar el pulso económico desde la activación del artículo 155
Además, la fase de crecimiento global, la expansión monetaria de los bancos centrales, la caída del precio del petróleo y un largo etcétera han terminado por apuntalar esta fase de la recuperación en España. Sin embargo, este ciclo de crecimiento tiene fecha de caducidad. Cuando la economía española supere su nivel de equilibrio, no solo necesitará más empleos, sino que cada empleo aporte más valor añadido. En otras palabras, mejorar la productividad.
Los datos de productividad que ofrece la OCDE son reveladores: España se sitúa a la cola de las economías desarrolladas. El PIB por hora trabajada de España en 2016 fue de 47,2 dólares, por debajo de la media de la Unión Europea, que alcanzó los 47,7 dólares, y muy lejos de los países punteros, que superan los 70 dólares por hora de trabajo. Esto significa que el valor añadido del empleo está a la cola del 'club de los países ricos'.
El país necesita reformas estructurales que contribuyan a elevar la productividad de la economía, pero la fragmentación política y el 'procés' en Cataluña ha bloqueado cualquier iniciativa política en el Congreso. Hace un año, la Conferencia de Presidentes acordó una hoja de ruta para abordar una serie de reformas necesarias en esta Legislatura y no solo no ha habido ningún avance, sino que tampoco se espera. Tal es el bloqueo que ni siquiera hay consenso para los Presupuestos Generales del Estado y el Gobierno ya se plantea aprobar algunas medidas por decreto, como la subida del sueldo de los trabajadores públicos.
Los
expertos coinciden en que el principal reto pendiente de España es el
mercado laboral, lastrado por la precariedad y el desempleo
España no podrá alcanzar a las economías punteras mientras la productividad del trabajo sea tan baja, por lo que necesitará una reforma laboral encaminada a fomentar los mejores contratos. "El empleo de calidad, entendido como trabajo estable y equitativo, ayuda a fomentar la productividad a la larga", señala Rafael Doménech, responsable de Análisis Macroeconómico de BBVA Research. La literatura económica ha mostrado que la estabilidad y la equidad son grandes aliados de la productividad, ya que fomentan la inversión en formación y mejoran continuamente el capital humano.
España tiene la segunda tasa de temporalidad más alta de la Unión Europea, solo por delante de Polonia, lo que supone un gran lastre para la productividad. El 26% de los asalariados tiene un contrato temporal, el doble que en Italia y el triple que en Bélgica. Este porcentaje ha vuelto a ser el mismo que había antes del estallido de la crisis económica, lo que demuestra que España no ha avanzado nada para resolver este problema estructural.
El Ministerio de Empleo y los agentes sociales llevan meses de reuniones para abordar la dualidad del mercado laboral, pero apenas se ha avanzado nada. La ministra Fátima Báñez anunció esta semana que propondría sanciones a las empresas que no justifiquen la temporalidad, pero por el momento son solo propuestas y nada en firme.
Empleo quiere que cada trabajador elija los años que sirven para calcular su pensión
La OCDE recomienda a España que "reduzca la diferencia en los costes de despido de los trabajadores indefinidos y temporales, lo que reducirá la dualidad del mercado laboral y mejorará la calidad del empleo". También el FMI pide "dar pasos para reducir la dualidad en el mercado laboral".
Los expertos también coinciden en que la futura reforma laboral debería mejorar las políticas activas de empleo, que han resultado claramente fallidas. Las bonificaciones, tarifas planas, etc., han mermado los recursos de la Seguridad Social y apenas han creado empleo. Además, las ayudas a la contratación y políticas de colocación no han sido eficientes. "España tiene que mejorar los objetivos y la coordinación de las políticas activas", señala el FMI.
Por último, para apuntalar el mercado laboral, es necesario mejorar la formación de los trabajadores. Una tras otra, todas las reformas educativas han fracasado en su intento de recortar la brecha con Europa y acabar con el fracaso escolar. La consecuencia es que existen grandes bolsas de desempleados que tienen muy difícil encontrar un trabajo porque, sencillamente, no están adaptados al mercado laboral.
La tasa de paro entre las personas que no han acabado la primaria se sitúa en el 34%, el doble que el desempleo del conjunto de la economía. El problema es que el fracaso escolar no se ha conseguido superar, lo que es un 'filón de parados'. La tasa de paro entre los jóvenes de entre 20 y 24 años que no han conseguido acabar la secundaria es del 50%. La mitad de ellos en paro.
El
número de vacantes en España se ha disparado en los últimos años hasta
el punto de superar los 110.000 puestos de trabajo sin cubrir
Por el contrario, hay empresas que no pueden seguir creciendo porque no encuentran trabajadores con la cualificación necesaria para satisfacer sus necesidades. El número de vacantes en España se ha disparado en los últimos años hasta el punto de superar los 110.000 puestos de trabajo sin cubrir. El desajuste entre la formación y las necesidades de las empresas frena la inversión y lastra las ganancias de productividad de la economía.
Invertir mejor
Además del capital humano, el otro pilar de la productividad es el capital físico. España ha conseguido mantener niveles aceptables de inversión, en el entorno del 20% del PIB, en línea con el resto de la eurozona. Sin embargo, los niveles de inversión están muy lejos de los países punteros de Europa. España podría hacer un esfuerzo para elevar su inversión, pero es más importante invertir mejor, en sectores con alta productividad, o que sirvan para mejorar al resto de la economía, como es la energía.
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Los países punteros realizan un esfuerzo importante en inversión en I+D, hasta el punto de superar el 3% del PIB, como son Suecia, Austria o Dinamarca. Sin embargo, España apenas destina el 1,22% (dato al cierre de 2015), esto es, menos de la mitad. Un déficit que difícilmente permitirá recortar la brecha con los países más avanzados.
España invertía en casas antes de la crisis y ahora invierte en hoteles. Dos de los sectores que menos productividad aportan a la economía. Por ese motivo el país debería considerar una gran reforma económica destinada a potenciar los sectores punteros. Para el FMI, "España necesita girar hacia los sectores de mayor valor añadido".
Europa es la nueva China: consigue el mayor superávit exterior de la historia
La OCDE da una pista: "El crecimiento de la productividad de las manufacturas sigue dejando atrás al crecimiento de los servicios". Este es un buen momento para plantear un programa de industrialización en los sectores punteros. España tiene unos costes laborales unitarios inferiores a los de la eurozona, los tipos de interés del crédito están en mínimos históricos, la logística del país está a la altura de las mejores regiones de Europa y el comercio mundial demanda productos de alta tecnología.
Las empresas también coinciden en la necesidad de apostar por sectores punteros: "Es necesario hacer de España un polo más atractivo de la inversión productiva para crear más empresas e impulsar los sectores de mayor valor añadido", explica la CEOE. En los años noventa la industria aportaba más del 20% del PIB del país, pero en la actualidad apenas supone un 16%. El deterioro de la industria no se ha compensado con un verdadero plan para estimular la inversión, por lo que los datos siguen siendo negativos. España tiene en uso ya el 80% de la capacidad instalada, su nivel más alto desde 2008, lo que significa que para que la industria siga creciendo necesita invertir.
Una vía para estimular la inversión está en la colaboración público-privada. "Es muy importante que la inversión pública sirva para incentivar la privada, por eso la colaboración es fundamental", explica Doménech. España también necesita retomar la inversión pública en infraestructuras en determinadas regiones que se están quedando atrás y que están perdiendo competitividad por este motivo, como es Extremadura.
El problema de las pymes
Durante la crisis se popularizó (y se fomentó) el término 'emprendimiento'. Sin duda la actividad individual impulsa la economía, pero el problema de las microempresas es que condena al país a tener una baja productividad. En España el 99,9% de las empresas son pymes y crean el 74% del empleo del país. Esto significa que la economía española es una de las más dependientes de las pymes de toda Europa. Solo Malta, Letonia, Estonia y Bulgaria tienen más empleo en las pequeñas y medianas empresas.
El problema de este tipo de compañías es que su productividad es mucho más baja que la de las grandes empresas. Por ejemplo, en España suponen el 74% del empleo y solo el 63% del valor añadido bruto, según los datos de Eurostat. Esta atomización del sector empresarial condena al país a tener bajos niveles de inversión, empleo precario y, en consecuencia, baja productividad. "En la mayoría de los países, las diferencias de productividad laboral entre las pymes y las grandes empresas es relativamente alto, y esto es especialmente cierto en las microempresas en sectores de manufacturas y servicios", advierte la OCDE.
En
la mayoría de los países, las diferencias de productividad laboral
entre las pymes y las grandes empresas es relativamente alto
Según las propias estimaciones del Ministerio, si España consiguiese una estructura empresarial similar a la del resto de la Unión Europea, el PIB crecería un 3,35% y si fuese como la del Reino Unido, avanzaría un 7,5%. El equivalente a tres años de crecimiento intenso. Unos resultados prometedores que hacen que esta sea una de las reformas prioritarias que necesita el país. Sin embargo, dada la fragmentación política y los discursos de telediario, será complicado que los partidos políticos sean capaces de actuar con altura de miras para activar la agenda reformista.
JAVIER G. JORRÍN Vía EL CONFIDENCIAL
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