Sí, la contracultura del siglo XXI en
España, en Occidente, anida en la Iglesia, aunque no exista voluntad de
tal cosa -más bien la contraria- y en muchos casos tampoco se dé la
conciencia de ello, hecho que ayuda a entender las dificultades, al
menos parte de ellas, para hacer llegar su palabra y testimonio a las
gentes.
Está por sistematizar la relación entre las afirmaciones de Jesucristo y su traducción en la cultura hegemónica, incluso en las leyes. Es un ejercicio necesario, como puede constatarse con unos pocos ejemplos:
Un contraste extremo lo podemos encontrar en las Bienaventuranzas :
depositar la plena confianza en Dios, esforzarse en conocer y servir a
su designio, la humildad, la aceptación del sufrimiento por aquella
causa y el consuelo de Dios, la humildad, la paciencia, el huir de toda
violencia, la ayuda al necesitado, el perdón a los que nos ofenden, la
permanente acción pacificadora, la ausencia de exigencia hacia Dios.
Todo esto configura un marco de referencia absolutamente contrario al
que vivimos cada día, a los valores que promueve la sociedad, donde lo
que prima es entender la justicia como venganza, la liquidación de la
presunción de audiencia, la postulación de un Dios que nos complazca y
muchas cosas más.
Siguendo el mismo texto de Mateo podemos encontrar en 5,22 la condena rotunda a quien odie, insulte y provoque desavenencias. En 5,25 la admonición a esforzarse para cumplir lo acordado, evitar ir a juicio y alcanzar un acuerdo antes; 5,23,
el deber de hacer las paces con quienes estemos enfrentados antes de
presentar tu ofrenda a Dios, el amor manifestado en gesto hacia Él debe
estar precedido de la reconciliación, o al menos de la voluntad de
lograrla con el otro. En 5,28 se da la dura condena del adulterio, incluso del mirar con instinto posesivo a la mujer del otro.
El examen podría seguir y el resultado de la aplicación sería terrible,
tanto que incluso generaría una resistencia psicológica a su
aceptación. Y es que, en realidad, todo lo que dice el evangelio está
muy alejado de lo que vivimos cada día. Y no se trata solo de los
comportamientos individuales, porque estos se han producido siempre a lo
largo de toda la historia, es la condición humana que precisamente por
eso necesita ser redimida. La diferencia radica en que ahora dichos comportamientos están avalados e impulsados por la cultura hegemónica, incluso por las leyes. Estamos más cerca de la situación de los primeros cristianos en el
Imperio que la de los periodos más próximos, con una diferencia en un
punto crucial: La sociedad romana era religiosa, en otro sentido, pero
lo era, y no rehuía ni a los dioses, ni su voluntad, ni la aceptación
del misterio, como sí que lo rechaza nuestra cultura actual.
Vivimos
dentro de un marco de referencia formado por ideas dominantes que son
contrarias al evangelio como forma de vivir, como estilo integral de
vida. Quizás si empezáramos nuestra reflexión por ahí conseguiríamos
transformarnos y transformar la formación y la acción de la Iglesia. Y
en ese proceso un mejor conocimiento de lo que hacían los primeros
cristianos para extraer visiones sobre el que hacer y cómo educar,
serían muy útiles, y todos nosotros seriamos más auténticos y
ofreceríamos esa autenticidad al mundo.
EDITORIAL de FORUM LIBERTAS
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