Para sobrevivir, las personas, las empresas o las instituciones deben aprender al menos a la misma velocidad con que cambia el entorno
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Voy a escribir un artículo provocador y, como tal, inevitablemente exagerado y parcialmente injusto, intentando generar una polémica que nos saque de la indolencia educativa
en que vivimos. Por ello, estoy dispuesto a hacer las precisiones
necesarias, en el foro de esta sección. Cualquier persona que viva en la
realidad sabe que hemos entrado en la 'sociedad del aprendizaje',
que se rige por una ley implacable: “Para sobrevivir, las personas, las
empresas o las instituciones deben aprender al menos a la misma
velocidad con que cambia el entorno. Y si quieren progresar, habrán de hacerlo a más velocidad”.
No es de extrañar que el mundo educativo esté en estado de ebullición. He dedicado estos últimos años a analizar lo que está pasando
en él, por qué se habla tanto de la necesidad de refundar, reinventar,
rediseñar, reimaginar, transformar, recontextualizar la escuela, sin que
nadie acierte a decir cómo. Esa confusión provoca dos movimientos
extremistas de diferente signo. Un rechazo de la pedagogía, considerándola enemiga de la escuela; o un rechazo de la escuela, a la que hay que anular, desinstitucionalizar, deslocalizar, en beneficio de la educación.
Sociedad de aprendizaje
He
recogido el resultado de esas investigaciones en 'El bosque pedagógico:
y cómo salir de él', libro en que fundamento cosas que aquí solo puedo
enunciar. La conclusión no es halagüeña: no tenemos una pedagogía
a la altura de los tiempos. Necesitamos que nuestras facultades de
Pedagogía o de Ciencias de la Educación dejen de sentirse de segunda
categoría, y tengan la potencia intelectual suficiente para reivindicar, sin complejos y sin pereza, que en una sociedad del aprendizaje tienen un papel esencial.
No
es posible una buena pedagogía si no se basa en una buena teoría del
aprendizaje. Y esta tampoco lo es si no se basa en una buena teoría de
la memoria
Tienen que moverse en un nivel de
conocimiento superior al del resto de las facultades, por su amplitud y
por la transversalidad de sus objetivos. Los educadores son los
encargados de preparar el futuro y eso les exige ser unos profesionales
de élite.
Por ello, me parece incomprensible una noticia que hace unos meses
conocí por la prensa. La Universidad Nacional de Educación a Distancia
(UNED) había impartido un curso de 'educación holística', sobre el
método ASIRI y los 'niños índigo'. Algo como si en la Facultad de Física
hubiera un curso sobre astrología o sobre el flogisto.
Inteligencias múltiples
Pero conviene seguir buscando responsabilidades. Una parte importante de la pedagogía se basa en la psicología, y creo que la psicología no está proporcionando a la educación los conocimientos que necesita. Sin duda alguna hay notables psicólogos e interesantes investigaciones, pero no acaban de sernos útiles, en primer lugar por su fragmentación. La archiespecialización, que sin duda es imprescindible para el progreso científico, produce efectos negativos en la psicología, porque no nos proporciona un modelo integrado del sujeto humano, que la pedagogía y la educación necesitan.
Recibo
diariamente decenas de artículos que investigan exhaustivamente sobre
temas mínimos, que resulta difícil integrar en modelos unificados. La
American Psychological Association, la más poderosa asociación de
psicólogos, tiene 56 divisiones, muchas de las cuales
no se hablan entre sí. Cada una defiende su chiringuito investigador.
Las teorías sobre la inteligencia, aplicables a la educación, están
llevando a la proliferación de métodos, estrategias o programas.
Hay
un interés universal por estudiar las '21th century skills', las
destrezas del siglo XXI. El sistema europeo de educación se basa en ocho competencias.
En España están de moda tardíamente las 'inteligencias múltiples'. Todo
esto supone convertir al sujeto humano en una gavilla de destrezas,
habilidades, inteligencias, competencias, sin decirnos cómo se
organizan, unifican y priorizan en una personalidad. Como decía el
romance antiguo: “Entre tanta polvareda, perdimos a don Roldán”.
Memoria y/o aprendizaje
Ocurre
lo mismo con la neurociencia. En 2002, la OCDE afirmó, con notoria
presunción, que la educación estaba en un estado precientífico. Los
asombrosos avances de la neurociencia han producido pocos resultados en
el mundo de la educación, que sigue admitiendo demasiados 'neuromitos'
('Neuromyths in Education: Prevalence among Spanish Teachers and an Exploration of Cross-Cultural Variation', Marta Ferrero, Pablo Garaizar y Miguel Ángel Vadillo, 2016).
Les pondré un ejemplo que me parece especialmente grave.
No es posible una buena pedagogía si no se basa en una buena teoría del
aprendizaje. Y no es posible una buena teoría del aprendizaje si no se
basa en una buena teoría de la memoria. Sin embargo, las investigaciones sobre 'aprendizaje' y 'memoria' se desarrollan de forma separada.
Leo en un reciente libro de Evans y Frankish: “Uno de los fenómenos más
curiosos de la revolución cognitiva fue el efecto que tuvo en el
estudio del aprendizaje y la memoria” ('In Two Minds', Oxford University Press).
Durante
el conductismo, el paradigma central fue el aprendizaje. La psicología
cognitiva en cambio se interesó por la memoria, estudiando sus límites y
estructura. “¿Cómo podrían ser el aprendizaje y la memoria cosas diferentes?”,
se preguntan con razón los autores. Esta separación arbitraria ha
favorecido que se repitan frases como “no hay que aprender las cosas de memoria”, que es tan absurda como decir: “No hay que jugar al tenis con los músculos”. La memoria es el órgano del aprendizaje. Solo se aprende con la memoria.
En el origen de este equívoco está una anticuada y falsa concepción
de la memoria, convertida en un pobre sistema de guardar y repetir, que
se sigue transmitiendo en la mayoría de nuestras facultades. Ahora
sabemos que la memoria es un sistema activo y omnipresente. Todas las
operaciones mentales las realizamos desde la memoria, personal o
filética. Si tuviera que elegir el concepto neurocientífico más
importante para la educación en los últimos 20 años, posiblemente me decantaría por el de 'memoria operativa' ('working memory').
La
atención es la encargada de poner en relación la memoria a corto y
largo plazo y la que nos permite resolver problemas, entre otras muchas
funciones
Está tan presente en todas las operaciones cognitivas de alto nivel y en la regulación de la conducta, que algunos autores la identifican con la “inteligencia general”, otros con la capacidad creativa o el razonamiento, otros con la atención. Es la encargada de poner en relación la memoria
a corto plazo y la memoria a largo plazo, la que codifica la
información, la que activa los conocimientos y destrezas necesarios para
realizar la tarea que tenemos entre manos, la que nos permite resolver
problemas. La mayor parte de las dificultades de aprendizaje tienen que
ver con ella. Y, lo más interesante, la 'memoria operativa' se puede educar.
Considerando que la 'educación' es lo que determina la evolución humana,
teniendo en cuenta que nos encontramos a las puertas del
'transhumanismo', creo que deberíamos tomarnos en serio la elaboración
de una ciencia educativa, teórica y práctica, de altísimo nivel, con la
calidad suficiente para pedir al resto de las ciencias que trabajen para
ella. En el caso de la psicología y de las neurociencias, necesitamos que nos proporcionen un modelo de sujeto humano —cognición, emoción, voluntad, creatividad, comprensión, etc.— adecuado para elaborar un pedagogía menos errática.
JOSÉ ANTONIO MARINA Vía EL CONFIDENCIAL
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