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sábado, 27 de enero de 2018

Zidane pasa de ser el mejor gestor a perder totalmente el control de su plantilla

Las decisiones que ha ido tomando desde la consecución de la Duodécima hasta el ridículo ante los vecinos de Leganés han hecho que su propio vestuario dude del maestro


El entrenador del Real Madrid ha perdido el rumbo. (EFE)


En las últimas semanas, el efecto taladro que siempre intenta la gigante campaña de márketing perenne de Star Wars se ha ido disipando. Al público no le entusiasmó 'The Last Jedi', pero la crítica la adoró. En el guion escrito por Rian Johnson hay una frase diminuta, como aquel que la pronuncia, que pasa un poco desapercibida. "El fracaso, el mejor maestro es", le dicen a Luke Skywalker en un momento de incontrolable hundimiento del maestro. El actual Real Madrid está en ese proceso de conocimiento de la autodestrucción, como sugería Tyler Durden que era la única manera de evolucionar. El problema para su gestor, Zinédine Zidane, es que no ha conocido el fracaso, desde que es entrenador nadie le ha sugerido que lo más importante es aprender a fracasar.

Skywalker había perdido a su sobrino Ben porque, según Yoda, nunca le explicó qué era fracasar y, sobre todo, no le enseñó a salir de ahí una vez se falle. Volviendo al fútbol, Zidane ha vivido dos años en el banquillo del Bernabéu acumulando la mayor gloria conseguida por el conjunto blanco en sus 115 años de historia, repitiendo la Champions League, siendo feliz, en definitiva, no habían fallado nunca. En el momento en que lo que antes salía de manera natural se pierde en el mero recuerdo, cuando ya no se gana en el último minuto evitando una derrota avergonzante, cuando ya no se ganan títulos, no ha encontrado el remedio a la enfermedad y pocos a su alrededor creen que al menos el año tenga una solución.



No le creen sus jugadores, quienes son los que deben llevar su mensaje a la realización sobre el campo. Cuando Florentino ascendió a Zidane al primer equipo, lo primero que destacaron los futbolistas era la fantástica relación que mantenían con él y lo fácil que transmitía sus ideas, pues había convivido con ellos, se entendían y eso les hacía mantenerse en la misma onda. Esto, unido a una plantilla descomunal, fueron dando forma a la senda de títulos (ocho de diez hasta la eliminación contra el Leganés). Sin embargo, justo ese celo, esa relación casi de amistad que le une a su plantilla es la que ha acabado por romper los lazos entre entrenador y grupo hasta el punto actual, del que no sabemos si hay retorno.

Las decisiones que ha ido tomando desde la consecución de la Duodécima hasta el ridículo ante los vecinos de Leganés han hecho que su propio vestuario dude del maestro. Más de uno de los titulares habituales quedó sorprendido al conocer la convocatoria, sin Cristiano, Bale, Kroos ni Marcelo y, más tarde, al saber la alineación, la sorpresa se tornó en incomprensión. ¿Para qué reservar a jugadores si no hay ya Liga por la que luchar? Zidane ha querido cerrar este episodio siguiendo firme sobre su línea de otorgar a los secundarios la Copa del Rey, a pesar de que no le han respondido en ninguna de las tres rondas disputadas. Estos jugadores eran también conscientes de que su papel se limitaba a eso, no a los días importantes y no tenían la motivación para competir por un puesto que no iban a conseguir.

Zidane está más solo que nunca. (EFE)
Zidane está más solo que nunca. (EFE)

Especialmente sangrantes son los casos de Isco y Asensio. Los dos futbolistas con más talento natural del equipo han vuelto a caer en desgracia por razones que ninguno de ellos llega a discernir. El mallorquín comenzó el curso como lo acabó, como un auténtico tiro, marcando dos grandísimos goles al Barcelona en la Supercopa y otros dos al Valencia en Liga, y poco a poco empezó a desaparecer del once titular hasta convertirse, una vez más, en jugador de minutos residuales y de la Copa, lo cual ha hecho que se sienta muy intranquilo. Isco, en cambio, ha sido básico, el jugador diferencial en estos meses de decadencia, pero entonces llegó el Clásico y Zidane no le dio ni un minuto y a partir de ese momento, el malagueño ha dejado de ser fijo, a lo cual se une ahora el perfecto estado físico de Cristiano, Benzema y Bale, que le vuelve a cerrar las puertas.

Zidane empezó a perder a su plantilla en verano. Los pesos pesados sabían que había jugadores como Morata, James y Pepe que suponían un plus para el equipo, piezas indispensables en la consecución del Doblete y el escaso hueco (no acorde a su rendimiento) que tuvieron les hizo preferir marcharse antes que pelear por un lugar que, como los actuales suplentes, saben que no tienen. Cristiano, Ramos, los pesos pesados, en definitiva, sintieron que el equipo se desvirtuaba, más después de que las contrataciones fueran futbolistas muy prometedores sin experiencia que se han demostrado muy verdes para jugar en el Madrid.

A todo lo expuesto se une un asunto inmaterial, propio de las sensaciones personales de cada jugador: los buenos no están bien. Zidane ha consagrado su evolución como mánager a los que le han hecho campeón y ahora ya son muchos meses en los que "la pelota no quiere entrar", es decir, que ya no les salen las cosas como en primavera y verano y el técnico no tiene las claves para recuperar ni la ambición ni esas sensaciones de frescura perdidas. Siempre se dice que es mucho más complicado obtener el compromiso incuestionable de un gran futbolista si se trata de un año con Mundial a la vista. Y el Madrid tiene a muchísimos mundialistas potenciales, varios de ellos con la idea en la cabeza del 'ahora o nunca', como son Sergio Ramos y Cristiano, que están reservándose más de lo habitual. El capitán, de hecho, vuelve a ser baja por unas molestias (al igual que Isco), mientras que el portugués está teniendo más descanso que nunca.


                                                                                 JESÚS GARRIDO   Vía EL CONFIDENCIAL

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