Los Gobiernos europeos, siempre tan prudentes y pragmáticos en política
exterior, deberían atenerse en esta ocasión a la realidad y a sus
verdaderos intereses y no a sus miedos y a sus análisis de corto plazo.
¿El fin de la teocracia iraní?
La autoinmolación de un humilde y anónimo
vendedor ambulante en Túnez fue la chispa que incendió el mundo árabe en
la famosa primavera que acabó con las dictaduras de Ben Alí, de Hosni Mubarak y de Muamar el Gadafi,
desencadenó la guerra de Siria y provocó disturbios en Marruecos y
Argelia. Las revueltas que se están produciendo en un centenar de
ciudades en Irán desde hace una semana, con un saldo hasta ahora de varias decenas de muertos,
centenares de heridos y millares de detenciones, se han originado
aparentemente por una subida repentina del precio de los alimentos de
primera necesidad, entre los que se ha citado como elemento destacado el
de los huevos, que ha crecido más de un 50% en el último año. Las
revoluciones suelen empezar así, con un suceso concreto que levanta la
tapa de una olla de descontento popular con un largo tiempo de gestación
previa.
Las revoluciones suelen empezar así, con un suceso concreto que levanta la tapa de una olla de descontento popular con un largo tiempo de gestación previa
En el caso de la República Islámica de Irán,
casi todos los medios y los analistas occidentales se han apresurado a
atribuir las actuales protestas, las mayores desde el llamado “Movimiento Verde”
de 2009, a motivos estrictamente económicos, marcando la diferencia con
las de hace ocho años, que fueron fundamentalmente de carácter
político. Sin embargo, la frontera entre la economía y la política no es
una línea definida y los sucesos de estos días en suelo persa, aunque
asociados inicialmente al coste de la vida y a los recortes en programas
sociales del Gobierno de Hassan Rohani,
muy pronto han entrado de lleno en terrenos netamente políticos. Los
gritos de “Pan, trabajo y libertad” o “Los jóvenes no tienen trabajo y
los ayatolás acaparan los empleos” pronto
han dado paso a otros de intención bien evidente como “Muerte al
dictador”, “Muerte a Rohani”, “Reformistas, conservadores, el juego ha
terminado”, “Muerte a Hezbollah” y “Dejad a Siria tranquila y pensad en
nosotros”.
Esta ola de alborotos puede dar al traste con el éxito diplomático y financiero que representó para el régimen la firma del acuerdo nuclear
Un hecho curioso de esta ola de alborotos
simultáneos que han estallado tanto en pequeñas localidades rurales como
en grandes urbes es que puede dar al traste con el éxito diplomático y
financiero que representó para el régimen la firma del acuerdo nuclear
con Estados Unidos, Rusia y la Unión Europea hace tres años,
convirtiendo un acontecimiento, que en principio debía fortalecer a los
clérigos en el poder, en la semilla de la discordia interna que puede
acabar con ellos. Tras la entrada en vigor del acuerdo, la Administración Obama
entregó al régimen iraní mil setecientos millones de dólares en
efectivo y las imágenes de los paquetes de billetes embarcados en un
avión rumbo a Teherán impactaron los ojos de una población castigada por
la penuria y la represión.
Además de esta remesa en cash, se liberaron
activos en el extranjero por valor de más de cien mil millones de
dólares que habían estado congelados por las sanciones. La entrada
masiva de dinero en las arcas del Gobierno se reflejó en una subida del
PIB del 12% en 2016, pero la tremenda decepción provocada en la
ciudadanía al comprobar que, lejos de aliviar sus duras condiciones de
vida, esos fondos iban a parar al patrimonio particular de los jerarcas
del régimen y a la acción exterior en Siria, Yemen, Irak, Líbano y
Palestina, ha dado lugar sin duda a la explosión de cólera en las calles
que tiene ahora al país en vilo.
En las cancillerías europeas reina la cautela ante la agitación que sacude Irán porque la experiencia de la primavera árabe no fue precisamente alentadora
Por supuesto, en las cancillerías europeas reina
la cautela ante la agitación que sacude Irán porque la experiencia de
la primavera árabe no fue precisamente alentadora. La caída de las
dictaduras libia, tunecina y egipcia, así como el caos sangriento
desatado en Siria, han enfriado considerablemente el entusiasmo por la
promoción de la democracia de manera brusca en los países árabes. La
sustitución de regímenes autoritarios y corruptos, pero estables, por
situaciones descontroladas de violencia y por Estados fallidos no parece demasiado atractiva para una Europa bajo la amenaza del terrorismo islamista y de la crisis migratoria.
Ahora bien, esta analogía temerosa no es
aplicable al caso iraní. A diferencia de lo ocurrido en la primavera
árabe, Irán cuenta con una sociedad culta y preparada, una amplia clase
media y una larga historia como nación, que aportan una vacuna eficaz
contra la descomposición o el desorden.
Asimismo, en Irán existe una
oposición perfectamente organizada con medio siglo de actividad
responsable y coherente en favor de la democracia, la separación de la religión y el Estado,
la economía de mercado, la desnuclearización, la abolición de la pena
de muerte y la igualdad hombre-mujer. La líder del Consejo Nacional de
la Resistencia de Irán, Maryam Rajavi,
posee la experiencia, la credibilidad, el coraje y el carisma para
liberar a sus compatriotas del yugo de una casta clerical cruel,
codiciosa y fanática que desde que se apoderó de Irán en 1979, se ha
dedicado a oprimir a su propio pueblo, a enriquecerse escandalosamente y
a exportar el terrorismo por todo el planeta.
Por
tanto, ni el levantamiento popular en Irán es de naturaleza puramente
económica, sino que es explícitamente político, ni hay riesgo de que la
caída de la dictadura religiosa iraní traiga el desorden y el
descontrol. Los Gobiernos europeos, siempre tan prudentes y pragmáticos
en política exterior, deberían atenerse en esta ocasión a la realidad y a
sus verdaderos intereses y no a sus miedos y a sus análisis de corto
plazo. No hay fórmula mejor que combinar los principios morales en los
que creemos con la consecución de los objetivos estratégicos que nos convienen.
ALEJO VIDAL-QUADRAS Vía EL CONFIDENCIAL
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