Alberto Núñez-Feijóo durante su comparecencia para anunciar su intención de quedarse en Galicia
EFE
Son tiempos en el PP de guiones rotos. De piezas
descolocadas. De vacío e itinerancia. “¿Dime tú qué hacemos ahora?”. El
interrogante, construido en tres o cuatro versiones semejantes, se
asomaba en la pantalla del móvil, segundos después de que Alberto Núñez
Feijóo dijera sin decir -todo bajo el ornamento gallego-, aquello de que
esta ronda (de primarias) no es para mí. El mensaje que trasladó Feijóo
a su partido, a aquellos que daban por seguro el paso adelante del
cacareado delfín, es tan oscuro como lo fue su propia alocución. Si le
viera un futuro prometedor al PP, tal vez no se quedaría en Galicia.
Dejar el virreinato gallego para viajar a Madrid, ser el líder de la
oposición sin escaño en el Congreso, y resucitar a un PP que boquea
después de perder el Gobierno. Esto es lo que se le pedía. Feijóo huye
del envite. Como lo ha hecho Mariano Rajoy de convertirse en el maestro
de cámara de una sucesión cruenta. Su fulgurante reconversión a
registrador de la propiedad de Santa Pola, a funcionario de a pie, ha
desbaratado la tradición del ‘dedazo’ como mérito para ser presidente
del PP. Aznar fue ungido así, como posteriormente lo fue Rajoy. La
cadena sucesoria se ha roto. O no. Porque el dedo del supuesto heredero
–Feijóo- será el que determine en estas raras primarias del PP quién
será su próximo presidente.
Feijóo no está entre los candidatos a suceder a Rajoy. No
lo está desde hace casi una semana. Pero en Génova y en su entorno, que
se despliega por ayuntamientos, diputaciones y comunidades autónomas,
aún cuesta digerirlo. “Con Alberto (Núñez Feijóo) hubiéramos logrado una
unidad que no sumaremos ni con Soraya ni con María Dolores. Son agua y
aceite. Una excluye a la otra. La que pierda tendrá que dejar el
partido”, comparten en privado algunos dirigentes populares. ¿Y Pablo
Casado? “Todo depende de las ganas que tengan los militantes y
compromisarios de meter el bisturí en esta oportunidad de regeneración.
Su compromiso con el partido es indudable. Dio la cara yendo a tertulias
en los momentos de mayor incendio, cuando el resto se agachaban y
escondían; es un tipo liberal y con mensajes ideológicos claros, pero es
cierto que le pesa su inexperiencia y esa sombra maldita de su máster”,
reconoce uno de estos dirigentes. “Alberto era el sucesor natural. Un
político acostumbrado a gobernar, que conecta con la gente, y que tenía
muchas ganas de cambiar cosas dentro del partido. Le he visto muchos
días abandonar Génova, después de las reuniones de los lunes, con gesto
contrariado, con ganas de no volver porque nada cambiaba pese a todos
los escándalos. Con esa sensación de que no se le escuchaba. Por eso no
entiendo su paso atrás cuando tenía a todo el partido a su favor para
hacer ese ejercicio de catarsis tan necesario”, sostiene otro dirigente
con despacho en Génova.
Había consenso en el seno del
partido y en la opinión pública en cuanto a que el presidente gallego
era el mejor recambio posible: gobierna con solvencia después de haber
logrado tres mayorías absolutas, tiene liderazgo y un perfil centrista que es la mejor vacuna contra Ciudadanos, por donde vienen desangrándose a chorros los populares desde
las elecciones catalanas. ¿Por qué no ha dado entonces ese paso
adelante que le piden todos? Lo cierto es que Feijóo es un caso muy
curioso de liderazgo político nacional que estalla en pleno vuelo. El
presidente gallego lleva muchos años alimentando la expectativa de su
salto a Madrid. No podía darlo, se
justificaba él a sí mismo y a los demás, porque Mariano Rajoy no quería
irse. No le dejaba el sitio vacante. Y ahora, cuando le ha dejado el
trono libre, resulta que no tenía la vocación de líder nacional que el
mundo entero le suponía.
Muchos compañeros de Feijóo en el PP se remontan al año
2016 para encontrar la verdadera causa de la decisión del presidente
gallego. La pírrica victoria de Rajoy en diciembre anterior abrió un
escenario lamentable de bloqueo, que se resolvió con la convocatoria de
nuevas elecciones el siguiente verano. Feijóo sabía que aquel era su
momento. La legislatura en Galicia tocaba a su fin, su compromiso con
los ciudadanos que le otorgaron la mayoría terminaba y el presidente en
funciones no era capaz de articular otra mayoría suficiente para
gobernar. Cierto es que el presidente de la Xunta no esperaba el
ofrecimiento, pero sí pensó que el relevo tenía que ser en la
candidatura electoral a las generales del 26 de junio. Al no producirse,
Feijóo convocó elecciones coincidiendo con las vascas, y asumió un
nuevo compromiso con su tierra que ahora asegura que no va a traicionar.
El gran error de Rajoy en estos últimos años de su presidencia no fue
dimitir aquella tarde de jueves, ni convocar elecciones anticipadas para
evitar la moción de censura. Su gran error de cálculo fue no dar el
paso atrás en el momento exacto y desaprovechar así la capacidad
política de su heredero, que quizás ya jamás lo será, pese a que se ha
encargado de reabrir la puerta en el horizonte de 2020.
El mundo del dinero anda desnortado por su decisión. Durante estos últimos años, se han sucedido los encuentros entre los presidentes del Ibex y el máximo dirigente de la Xunta.
Y es que para entonces, en el veinte veinte -y no falta
tanto- Feijóo quiere tener algo que decir. Porque todavía estará en
activo en la vida pública y, como él mismo dijo, haciendo política
nacional desde Galicia. He ahí un par de advertencias que muchos no han
sido capaces de interpretar en todo su alcance: el futuro de España no
se construye solo en el puente aéreo Madrid-Barcelona-Madrid, del mismo
modo que cómo le vaya al PP nacional va a depender en buena medida de lo
que haga o deje de hacer el Pepedega, no en balde
suma más de cien mil militantes del total de ochocientos mil que hay en
toda España y ostenta el único gobierno autonómico con un respaldo
ciudadano ampliamente mayoritario.
Soraya, Cospedal y
Casado buscan el apoyo de Feijóo. Los tres le dedican gestos y le abren
sus candidaturas. El gallego, sin embargo, no apuntará el índice hasta
que no haya votado la militancia. “No quiero condicionar las primarias”,
aseguró Feijóo en una tourné matutina por un par
de radios la pasada semana. De su ‘dedazo’ está pendiente el PP, pero
también el Ibex, descolocado también ante la espantada de Feijóo. El
mundo del dinero anda desnortado por su decisión. Durante estos últimos
años, se han sucedido los encuentros entre los presidentes del Ibex y el
máximo dirigente de la Xunta. “Siempre dijo que mientras estuviese
Rajoy, él era el presidente pero sí dejaba entrever sus aspiraciones a
nivel nacional. Por eso nos ha sorprendido tanto su decisión”, asegura
el número uno de una empresa del selectivo, que acentúa el ‘nos’ para
referirse al Ibex en su conjunto. “Necesitamos un PP fuerte, pero no
sólo el Ibex, sino España en su conjunto. Pero un PP regenerado que
pueda volver a convertirse en una fuerza de gobierno junto a Ciudadanos y
que entre ambos sumen una mayoría absoluta. Depende del resultado de
esas primarias, veremos si el PP está en disposición de hacerlo o no”,
asegura otro destacado responsable del Ibex.
Al igual
que Feijóo, el mundo del dinero tampoco quiere significarse por ningún
candidato. “No es nuestra guerra”, aseguran en varias empresas. Pero sí
es cierto que los apoyos que están recibiendo unos y otros sí están
empezando a construir las filias y las fobias entre los aspirantes a
suceder a Rajoy. Porque hay apoyos que restan más que suman en el Ibex.
Es el caso de Álvaro Nadal, que ha decidido soportar la candidatura de
Sáenz de Santamaría. No en vano, la exvicepresidenta ha logrado aunar
los apoyos de la mayor parte del equipo económico del antiguo Gobierno
de Rajoy. Salvo Román Escolano, el resto de carteras económicas apoyan a
Soraya. Fátima Bañez, Nadal, De la Serna y, aún en la sombra, Cristóbal
Montoro. Lo que en otros momentos hubiera podido convertirse en un plus
hacia el mundo del dinero ahora penaliza dada la tormentosa relación
vivida entre empresas y gobierno en las legislaturas de Rajoy.
“Evidentemente, tendremos que entendernos y dialogar con el presidente
del PP que elijan sus militantes y compromisarios, pero el mensaje de
Soraya, con el equipo que le está apoyando, ya es conocido y no suena
muy bien”, reconoce otro CEO.
“Con Feijóo se podría
haber iniciado otra nueva etapa. Hubiese sido, sin duda, la mejor
opción”. La frase resume el consenso del mundo del dinero, que también
se viene repitiendo la millonaria pregunta. ¿Por qué renuncio Feijóo a
la sucesión de Rajoy? “La emoción y las lágrimas dejaron al descubierto
que hacía aquello que no quería”, asegura un empresario que conoce bien
al presidente de la Xunta. El mismo que asegura que Feijóo apoya ahora a
Pablo Casado. Tal vez porque comparten verdugo.
MIGUEL ALBA Vía VOZ PÓPULI
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