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jueves, 21 de junio de 2018

EL PP ANTE LA LEY DE HIERRO DE LA OLIGARQUÍA

Todo se va a decidir como en aquel anuncio de perfume: "En las distancias cortas es donde un dirigente se la juega: mejor cuanto más cerca"

El expresidente del Gobierno Mariano Rajoy en la convención de Nuevas Generaciones del PP en Córdoba. EFE


Los partidos que han sometido la designación de sus dirigentes a través de primarias libres y competitivas han sufrido (o disfrutado) de un vuelco. La cúpula dirigente, esa oligarquía que se instala en lo más alto de los partidos, ha salido trasquilada cuando la derrota en las urnas y la indignidad pública por corrupción han avergonzado a los afiliados en sus círculos privados. La política militante es una fe que casi siempre torna en cruz que se arrastra.



En consecuencia, en las primarias hay dos tipos de figuras que juegan con ventaja: quien controla la estructura del partido, y quien se gana personalmente a las bases con tiempo y dedicación, escuchando, apretando manos, generando empatía y estableciendo lazos emocionales, no deprisa y en medio de una campaña de primarias. Lo hizo Pedro Sánchez, cuando su coche se convirtió en su despacho y recorrió las sedes socialistas porque no tenía otra cosa que hacer, adulando a una militancia con ganas de pelea, y venció. 
"Las voces de los que siempre quedan al fondo de la sala no suelen llegar a la mesa presidencial. Por eso, cuando pueden, las bases de los partidos dan un varapalo a los dirigentes"
Sánchez leyó bien su victoria interna frente a Madina y Pérez Tapia en 2014. Recogió el deseo de resurrección que había en las bases tras el desplome del PSOE en 2011, les otorgó protagonismo, y consiguió casi un 70% de participación y más de 60.000 votos de los militantes. Lo mismo hizo en 2017, y luego construyó un partido a su servicio, como instrumento de su proyecto personalista.
En el PP todo parece indicar que ese fenómeno se va repetir. Por un lado irán los tecnócratas, dirigentes hasta ahora intocables que conservarán sus viejas costumbres, como el distanciamiento del sentir y deseo de las bases, junto a eslóganes flexibles, encajables en cualquier campaña y partido. Es la candidatura de Sáenz de Santamaría y Montoro.

Su esperanza es que se mantengan los viejos mecanismos de la ley de hierro de las oligarquías que formuló Michels e ironizó Lampedusa: “Que todo cambie para que todo siga igual”. Cifran su éxito en convencer a los compromisarios, elegidos por la militancia en voto secreto, aprovechándose de que carecen de mandato imperativo. Esperan dar la batalla no en las sedes, sino en los despachos, cobijados a la sombra poselectoral y congresual. 

Por otro lado está la estructura del partido, en manos hasta ahora de Cospedal, quien ha dejado su cargo de secretaria general precisamente por no manchar su candidatura con esa ventaja. De hecho, la ex ministra de Defensa ha entregado los avales en Génova acompañada solamente por militantes. El punto fuerte es un vínculo con los cargos intermedios, posibles compromisarios, proporcionado por haber dirigido la organización del PP durante años. Sin embargo, esto no le garantiza la victoria porque cada baronía territorial, incluso cada sede de barrio, es un mundo.

Por último, todo apunta a que Pablo Casado será, o puede ser, la candidatura de la militancia. Relegado durante años a un papel secundario, de comunicador de malas noticias, intentando forjar su rol de esperanza blanca del PP, estuvo recorriendo mucho tiempo las bases, compadreando con alcaldes, concejales, dirigentes locales y afiliados en las entregas de premios, presentaciones, conferencias y cursos de formación.
"Casado, y su liberalismo-conservador, es la peor noticia para un desconcertado Albert Rivera, y eso gusta a una militancia cansada de la prepotencia del Partido de la Ciudadanía"
A esa táctica de acercamiento a la militancia, Casado ha sumado armamento que suena bien en las sedes del PP: rearme ideológico fundado en el liberalismo-conservador, defensa sin complejos de la unidad de la España constitucional, y apelación a la honradez. Es la peor noticia para un desconcertado Albert Rivera, y eso gusta a una militancia cansada de la prepotencia del Partido de la Ciudadanía.

En cuanto Casado despuntó, cierta prensa se le echó encima con una acusación banal de un portavoz de Ciudadanos de la madrileña Junta del distrito de Chamartín. Las bases han entendido que esa acusación mediática respondía a un ataque de los apparatchik, por lo que en lugar de debilitar su imagen puede ser que consigan el efecto contrario. El problema de Casado es que no está habituado a llevar la contraria a “sus mayores” en público, a censurar su comportamiento, a contar todo lo que han hecho mal, y si quiere ganar tendrá que hacerlo.

La batalla por el poder en el PP acabará siendo otra prueba de laboratorio para la ley de Michels, en la que todo se decidirá con el tú a tú con las bases, como en aquel anuncio de perfume: “En las distancias cortas es donde un dirigente se la juega: mejor cuanto más cerca”.



                                                                               JORGE VILCHES  Vía VOZ PÓPULI

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