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sábado, 16 de junio de 2018

LUNA DE MIEL...



Evoquemos hoy –al asomarnos al panorama del día- esa etapa florida que es la “luna de miel” de los matrimonios recién iniciados. 

Evoquémosla, al mirar hoy los primeros pasos efectivos del gabinete de “ministras” y “ministros” que acaba de poner en acto y en marcha el nuevo presidente del gobierno de España, el socialista don Pedro Sánchez. Luna de miel…


La luna de miel, en el sentido más lírico y romántico de la expresión, se constituye por esa primera etapa de la vida en común de los recién estrenados cónyuges, y muestra ese tiempo dulce, risueño, feliz, que los matrimonios viven antes de dar la cara a la verdad del matrimonio, que no está ni puede estar en el “jijí-jajá” de los confettis o del arroz que sigue a la ceremonia, sino que realmente se masca en el dia a día del ir haciéndose efectivamente –con mezcla de amores, de sudores y de voluntad sobre todo- esa “una sola carne”, que proyectara el Divino Hacedor, al diseñar una humanidad emergiendo de la unión del varón y la hembra humanos.

De este modo, la luna de miel se puede llamar la peripecia bonita antes de la verdad del matrimonio; el sueño previo al amanecer y a los sabores –dulces, amargos, agridulces e incluso apestosos- del día; la calma antes de la tempestad o lo que suele significar el caramelo a la puerta del colegio. 


Que algo de todo eso puede ser, o es de hecho, la luna de miel. Es matrimonio, pero no dice casi nunca con precisión lo que va a ser el matrimonio: lunas de miel esplendorosas se han muerto nada más bajar del avión de regreso a casa los esposos.

Don Pedro Sánchez, tras la moción de censura exitosa, ha escogido un llamativo florero de "ministras” y “ministros”, y ha mostrado -al hacerlo- buenas dotes de agudeza y sagacidad. “Demuestra que es listo” –me dijo un avispado amigo, antiguo alumno y buen perceptor de sensaciones a bote pronto, nada más saberse que había escogido a Borrell para la cartera de Exteriores. 

Sí que demuestra ser listo, pero no me basta”, le repliqué al instante; “porque yo distingo listos e inteligentes; y si los listos dan buena imagen por agudos y sagaces, es a los inteligentes –los que saben leer de dentro a fuera la realidad y lo hacen con acierto y acompañamiento de obras- a quienes se han de atribuir los éxitos prolongados y sostenidos. El golpe de chispa del listo es el “flash” vivaz que anima y da esperanza; pero sólo el inteligente consigue hacer buenas las primeras impresiones”. Mi amigo se limitó a escucharme, sin decir ni sì ni no. Tal vez, porque le hizo pensar.

Obra de un tío lislo parece a casi todos -no creo que lo parezca a don Pablo, el de la coleta y el chalet, ni por asomo- el gabinete de don Pedro, que ayer prometía fidelidad a la Constitución ante el Rey.

Pero –me pregunto- este punto de listeza y sagacidad ¿será también muestra de una pareja inteligencia del listo que demuestra ser don Pedro al escoger este gabinete?

Esta calidad –creo yo- aún está por ver. Por buenos que puedan ser los indicios o los augurios que apoyen las caras, la vestimenta, las palabras, las sonrisas, las palmaditas y demás que se están viendo ahora mismo en las ceremonias de trasmisión de los poderes, queda por ver si se trata de meros gestos, guiños para la galería, de apariencias debidamente azucaradas para la ocasión o de verdaderos modos y maneras propios de auténticos personajes de Estado de Derecho y de buen Gobierno. Lo que va de una cosa a la otra puede ser mucha y decisiva para valorar, como es mucho lo que va del guiño al hacer lo que con el guiño se quiere significar o representar.

Me parece claro que, si lo de listo se puede mostrar con primeros actos o pasos, lo de inteligente no se demuestra tanto con las sonrisas, las buenas maneras o las solas palabras de las “ministras” y “ministros”, sino con las obras de hacer buena política –lo de la nueva política, tan cacareada en estos tiempos es para mí otra forma de hemiplejia mental posmoderna-, siempre que, a partir de las apariencias y los relumbrones de primeros planos o de plenas pantallas, se ejerce muy en serio el noble arte de gobernar a un pueblo.

El Sr. Sánchez estrena gabinete y se da un prometedor y reconfortante baño de multitudes, a la vez que descoloca bastante a competidores e interesados amigos; se adscribe, sin embargo, por el momento a una vaporosa e inane “política de gestos”. Del momento, no hay más que eso.

Está mostrando sin duda con ello buenas dotes de listeza y buen tino para la España en que nos hallamos. Pero aún no ha demostrado inteligencia, tal como muchos -y yo con ellos- la entienden: obras racionales, que, secundando primeros impulsos o intuiciones a bote pronto, rubrican trayectorias vulgares y son capaces de hacer de un politicastro cualquiera un providencial estadista. 

Porque gobernar un pueblo en grave dificultad, sin limitarse a unos cuantos experimentos con gaseosa, es ciertamente otro cantar, y cosa de verse mañana o pasado, cuando haya que tomar decisiones, no tanto para la galería o el grupeto de los militantes del partido, sino para los votantes también, e incluso para los que no piensen como él o no le voten y acaso le discuten; sencillamente porque también son “pueblo”, del mismo modo que sus paniaguados de uno u otro signo.

No bastan los gestos en política seria; porque los gestos valen para camerlar adictos, pero no para gobernar un país plural y hacerlo “sin acepción de personas” y con el bien común en el punto de mira de todas las decisiones que tome el gobernante.

Claro que lo tiene difícil el Sr. Sánchez; y, más que difícil, endiablado.

Ya le echan en cara algunos de los llamados al festín de haberse olvidado pronto de quienes le auparon en la moción de censura. Alguno inluso le anuncia el calvario que le espera si no es dócil.

Pero lo ha de tener peor aún cuando los otros –los magnates de la historia falseada, de la mentira por verdad y de la ganancia del pescar a río revuelto- le pregunten una y otra vez: “Y de lo mío, ¡qué!".

Todo el mundo –creo yo- está deseando que acierte y sea, además de listo, inteligente; todos, menos los que esperan de sus “favores” taburetes para subirse a sus hombros y trepar como la hiedra o el musgo pegado como lapa a la corteza del árbol que destaca en el bosque. ¿Será posible que logre adelantar algunos pasos en el arriscado camino por el que ahora mism o transitamos?. Tengo mis dudas…

Hoy, en el primer Consejo de “ministras” y de “ministros” -en esto de la nomenclatura sigue la cursillería-, la ministra portavoz anuncia solamente humo. Que se levanta la intervención –esperemos que no la supervisión- de las cuentas de la Generalitat por cese de la aplicación del art. 155 de la Constitución es humo porque ese cese ya fue anunciado por el PP antes de ser defenestrado Rajoy. 

Y cuando la misma “ministra” entona un canto heroico a una política -“nueva”?- de “escuchar, dialogar y consensuar”, a la vez que desde la Generalitat no se deja de insistir en el derecho catalán a la independencia o se “machaquea” con que la república de Cataluña está ya proclamada y en vigencia desde aquel “referéndum” sin base del uno de octubre último, ¿qué más que humo se podrá ver en el horizonte?.

Está bien, sin duda, todo afán o empeño en quitar hierro a los conflictos, sean dramas o sean comedias esos conflictos. Pero que no se deje de llamar a las cosas por sus propios nombres; y que no se hable de diálogo cuando, a pesar de las palabras bonitas y diálogo lo es, lo que se busca o pretende por los que piden el diálogo es claudicación o tabla rasa de lo que no puede serlo sin caer en injustos o pazguatos.

Y, en cualquier caso, que se pase ya de lo que casi sólo se ve hasta ahora: propaganda, los gestos, las sonrisas edulcoradas o los guiños a la galería o a los tendidos de sol, en merma de las obras de un buen gobernar en democracia. Que la democracia no está en llenarse la boca con el culto o el servicio al “pueblo” para hacer después lo que a uno le parezca; ni es democracia tomar por el “pueblo” a los del partido o a los compadres.

Y sobre todo –cuando los “aupantes” levanten la voz para preguntar “Qué hay de lo mío”, u ofreciendo baratijas o falsificaciones de la historia o del derecho a cambio de las dádivas, pedirle al Sr. Sánchez la 
sabia cautela de “no fiarse mucho de los griegos que hacen regalos”, como sucediera en la antigua Troya. Hay veces que las mitologías enseñan bastante más que algunos brillantes doctorados.


Luna de miel…. ¡Qué bueno y bonito que dure; y que dure lo mas posible!. Pero ¡qué mayor tontería o simpleza fiarse de las “lunas de miel” más que del “día a día” –aunque lo sea con sus dolores, amores, alegrías o pesares, etc.- de los matrimonios; sobre todo de esos matrimonios que, peleándose buenamente a cada paso, no pasa hora sin que extrañen estar el uno sin el otro.

Y ya, al cerrar hoy, no veo cosa mejor para estos días de “luna de miel política” que la frase aquella de La Bruyère (Les caracteres- Les jugements, 87): “Ne songer qu’à soi et au présent, surce d’erreur dans la politique” ¬ Ir o estar en la política para pensar sólo en uno mismo y en tiempo presente es fuente segura de error en un terreno tan delicado y exigente co.mo el de gobernar pueblos.

Por eso me digo a veces que la gente que, siendo “lista”, no es “inteligente”, puede valer para la mercadería o la picaresca incluso, pero no para la política.

¡Ojala don Pedro Sánchez, que en los primeros pasos y nombramientos está mostrando ser listo, resulte también ser inteligente mañana y pasado. Ganarían él y su partido y ganaríamos todos los españoles. Sin duda.



                            SANTIAGO PANIZO ORALLO  Vía PERIODISTA DIGITAL

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