En apenas quince días, la derecha ha perdido el gobierno, la atención de
los medios, y a uno de sus capitanes. Todos los planes de futuro de sus
dirigentes son papel mojado
Reunión del PP.
EFE
Dos semanas en política son una verdadera eternidad.
Hace dos semanas, los dos partidos de la derecha española tenían motivos para estar satisfechos. Mariano Rajoy
había sacado adelante los presupuestos, ganándose un año entero de
plazo para desactivar la crisis catalana, aunque fuera por aburrimiento,
y confiar que el crecimiento económico continuara hasta el final de la
legislatura. Albert Rivera había conseguido
colocar varias de sus prioridades políticas en los presupuestos, iba
como un tiro en las encuestas y estaba siempre en el centro de todos los
debates.
Entonces llegaron la sentencia de Gürtel, la
moción de censura, la oferta de Podemos a Rivera que hacía casi
inevitable el voto afirmativo del PNV, el extraño espectáculo del líder
de Ciudadanos votando a favor de mantener
al PP en el poder, y la caída y dimisión de Rajoy. En apenas quince
días, la derecha había perdido el gobierno, la atención de los medios, y
uno de sus capitanes. Todos los planes de futuro de sus dirigentes eran
papel mojado.
Cierto político dijo que la política es
peor que la guerra, porque al menos en una guerra sólo pueden matarte
una vez. Aunque la palpable desmoralización del PP
y Ciudadanos es más que comprensible tras haberse llevado una de las
tundas políticas más contundentes que recuerdo en apenas quince días,
nadie debería darles por muertos, en gran medida porque no lo están.
Muchas de las ventajas estructurales que llevaron a Rajoy al poder
siguen ahí, y Pedro Sánchez, aunque ahora
tenga a periodistas, contertulios y bases del partido deslumbrados con
su aura presidencial, sigue siendo el líder de un partido que controla
menos de una cuarta parte de los escaños del congreso. Si quiere
recuperar el poder, sin embargo, la derecha antes deberá afrontar muchos
de los problemas estructurales que le han llevado a este desastre, y
deberá hacerlo rápido.
- No minusvalorar a Pedro Sánchez
En
política siempre es difícil esclarecer si el que te ha ganado la
partida es un genio o un tipo con muchísima potra. En el caso de Pedro
Sánchez, el hecho que el tipo parece vivir en esa burbuja de felicidad
en la que habitan los hombres inusualmente apuestos ha hecho que muchos
comentaristas se decanten por la segunda opción. No seré yo quien vaya a
ofrecer el veredicto definitivo sobre el talento del líder del PSOE,
pero cuando alguien se escapa de tantas encerronas para acabar en La Moncloa, creo que es señal de que quizás no sólo es cuestión de suerte.
Aunque tiene un grupo parlamentario que cabe en un par de taxis, es muy poco probable que Sánchez sufra una moción de censura; podrá convocar las elecciones cuando él quiera, es decir, más tarde que pronto
PP y Ciudadanos deben entender lo antes posible la enorme
desventaja que representa no estar en el gobierno. Sánchez, por el mero
hecho de ser presidente, va a tener un micrófono delante y 30 segundos
de telediario cada vez que abra la boca. Él y sus ministros (y se ha rodeado de un equipo sólido)
pueden marcar la agenda con mucha más facilidad que cualquier partido
de la oposición, y si la economía sigue funcionando, llevarse los
méritos sin hacer nada en absoluto.
2. No será una legislatura corta
El
PP es un partido tóxico, y lo será durante bastantes meses hasta que
acabe la pelea sucesoria. Todos los partidos del congreso o temen u
odian a Ciudadanos, sea porque temen su auge en las encuestas (PP, PSOE)
o porque detestan su agenda política (el resto). En el sistema
constitucional español tener una mayoría parlamentaria
estable es mucho menos importante de lo que parece. Lo que hace y
deshace gobiernos es en el parlamento es la existencia o no de una
oposición coherente capaz de formar mayorías alternativas, algo que ni
PP ni Ciudadanos son capaces de construir ahora mismo.
Dicho
en otras palabras: aunque Pedro Sánchez tiene un grupo parlamentario
que cabe en un par de taxis, es muy poco probable que sufra una moción
de censura, y podrá convocar las elecciones cuando él quiera, es decir,
más tarde que pronto. Esta legislatura va a alargarse.
3. La soledad de la derecha española es un problema
Los
sistemas parlamentarios se basan en la construcción de coaliciones para
formar mayorías. En un país tan complicado y culturalmente diverso como
España, esto inevitablemente exige negociar y llegar a acuerdos con un
grupo considerable de partidos si que quiere llegar al poder.
Durante
los últimos meses, sin embargo, la derecha española parece haberse
olvidado de este detalle. Lejos de intentar mantener un discurso lo
suficiente abierto y flexible como para poder mantener alianzas,
Ciudadanos y PP se han lanzado a competir en falta de cintura,
inflexibilidad y cierre de miras. En un país donde la definición de lo
que es España está bajo un debate constante, han convertido su idea
sobre españolidad en una posición innegociable. Esta estrechez de miras
les ha costado la Moncloa.
A pesar de haberse llevado una de las tundas políticas más contundentes que recuerdo, en apenas quince días, nadie debería dar por muerto al PP, en gran medida porque no lo está
La crisis catalana exige una respuesta firme. Es una crisis real, cierta y urgente, y la decisión de Rajoy de invocar el artículo 155
estaba plenamente justificada. La derecha española, sin embargo, debe
dejar de ver intentar arreglar un desafío nacionalista con más
nacionalismo, y debe dejar de caer en la trampa de creer que este es un
conflicto entre España y Cataluña cuando es un conflicto entre catalanes.
Hasta que no aprendan a tejer alianzas, y dejar de ver la política como
una guerra, el PSOE siempre tendrá la ventaja de ser el mal menor para
el resto del hemiciclo.
4. Partido Popular: hacer limpieza a fondo
Los
nuevos líderes del PP, sean quienes sean, deben entender que la
corrupción del partido no es un tema de “casos aislados”. Cuando una
formación política pierde presidentes a nivel nacional y autonómico por
escándalos de corrupción con la regularidad del PP, el problema es
estructural, no cuestión de manzanas podridas. Hay algo en cómo el
partido está organizado y en su interacción con las instituciones donde
gobierna que produce incentivos perversos de forma sistemática y
problemas legales constantes.
Esto quiere decir que cualquier renovación del partido no puede quedarse en cambiar las caras y confiar en la virtud de sus nuevos dirigentes. Sin cambios reales
en la formación, y reformas institucionales serias y reales cuando
lleguen al poder, la nueva cúpula acabará exactamente como sus
predecesores.
5. Ciudadanos: No todo es Cataluña
Durante
los últimos meses las declaraciones de los dirigentes de Ciudadanos
seguían dos mensajes claros. Por un lado, una frase siguiendo la
estructura “sujeto + predicado + España”. Por otro, oraciones con la
composición formal “sujeto + predicado + separatistas”.
Era un mensaje simple, pero ahora ya no basta. Rivera ya no compite con Rajoy,
sino con un PSOE que, aunque es visto con recelo en Sant Jaume, es
desde luego considerado como una alternativa preferible a Ciudadanos.
Dado que La coalición independentista muestra señales de división
interna, Sánchez tiene más opciones que Rajoy de poder romper el
bloqueo, así que apostar todo o nada al tema catalán puede dejarles sin
discurso sin el nuevo presidente tiene suerte. Y suerte, precisamente,
es algo de lo que no parece ir escaso.
6. Entender los dos puntos débiles de Sánchez
El
PSOE tiene dos puntos débiles claros, pero explotarlos exige paciencia.
El primero es Cataluña, el único tema que realmente genera divisiones
peligrosas dentro del partido. Tanto PP como Ciudadanos deben entender
que una crítica al gobierno es mucho más efectiva cuando viene de dentro
del partido que desde la oposición. Si Sánchez está dando demasiadas
concesiones a los secesionistas, la derecha española debe aprender a
controlar sus impulsos, aparentar lealtad, y dejar que sea Susana Díaz
y el resto de los barones del PSOE los que hagan la oposición por
ellos. Los socialistas son muy vulnerables a esta clase de divisiones
internas (no en vano, fueron la causa de una de las muertes políticas de
Sánchez), así que hay que tener paciencia para poder explotarlas.
Sánchez y sus ministros pueden marcar la agenda con mucha más facilidad que cualquier partido de la oposición, y si la economía sigue funcionando, llevarse los méritos sin hacer nada en absoluto
Segundo, la economía va a dejar de crecer tarde o
temprano. Aunque parezca mentira, la gran recesión acabó hace más de
seis años (casi nueve años en Estados Unidos); ninguna expansión
económica dura eternamente, así que la economía mundial va a sufrir un ajuste,
tarde o temprano. Es poco probable que sea otra catástrofe como la del
2008-2009, pero una recesión pequeñita bastaría para poner a Sánchez en
aprietos importantes, especialmente porque no tendrá capacidad
parlamentaria para responder a ella.
El PSOE, por
cierto, ha sido un partido especialmente gafe que se las ha arreglado
para estar en el poder en dos de las últimas grandes crisis económicas
(93 y 2008), así que no es descartable que repitan.
ROGER SENSERRICH Vía VOZ PÓPULI
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