La pésima situación en la que se encuentra el Partido Popular es
consecuencia de su actitud frente a las dos amenazas que gravitan sobre
la Nación, el secesionismo nacionalista y el colectivismo totalitario
Cospedal y Casado se saludan en el Congreso.
EFE
España es un país extraño. El líder del partido de
referencia en el centro-derecha ganó las elecciones en 2011 por mayoría
absoluta y acumuló la mayor cuota de poder político y territorial jamás
obtenida por un presidente de Gobierno desde la Transición, reemplazó a
un antecesor verdaderamente desastroso que dejó a la oposición
desarbolada y se encontró así en disposición de emprender todas las
reformas estructurales pendientes sin resistencia para dotar a la
sociedad española de competitividad y fe en sí misma y de neutralizar
definitivamente a los separatistas catalanes y vascos. Partiendo de esta
posición envidiable que le dio la oportunidad de pasar a la historia
como uno de los mejores dirigentes políticos que se recuerden en
nuestras latitudes, desaprovechó su primera legislatura sumido en la
pasividad y en la indolencia, permitió que el secesionismo catalán
se encrespase facilitándole la tarea con su inacción, contribuyó a
crear una fuerza anti-sistema y liberticida para dividir a la izquierda,
perdió un tercio de sus escaños en favor de un competidor en su mismo
espacio surgido al calor de su inanidad, gobernó a continuación en
minoría siguiendo la misma tónica de verlas venir sin mover un dedo y ha
culminado este brillante recorrido siendo descabalgado por una moción
de censura encabezada por un tipo sin otro mérito que su audacia y su
desmedida ambición, que se ha apoyado para tal maniobra en golpistas y
populistas.
Del terceto de aspirantes reales, una tiene un estilo expositivo que duerme a las ovejas y la otra, cuando habla, parece que recite un tema de oposición
Una vez logrado este desastre que ha sumido a sus siglas en el declive y que casi acaba con la Nación, ha hecho mutis por el foro
y se ha refugiado en un registro de la propiedad de un placentero
pueblo de Levante. Lejos de ser objeto del repudio de sus
correligionarios y de la censura más severa por los medios afines, ha
sido despedido con elogios por la elegancia de su retirada y las
emocionadas loas a su trayectoria no cesan de brotar de los labios de
sus antiguos compañeros y colaboradores. Hay ocasiones en las que, si el
patriotismo no lo impidiese, el deseo de cruzar la frontera para no
volver sería irresistible.
Ahora cabe preguntarse qué porvenir le espera al Partido Popular a la vista de los siete candidatos que optan a suceder a Mariano Rajoy,
de los cuales tres son irrelevantes, uno se ha presentado para
divertirse y quedan tres con posibilidades de pasar a la segunda vuelta.
En el momento en que se crea un vacío a la cabeza de una organización
política, la elección de un nuevo número uno ha de atender a cuestiones
de forma y de sustancia. En lo que afecta a su personalidad y
capacidades es obvio que la experiencia, la energía, la determinación,
el coraje y las dotes de comunicador son determinantes para el acierto
en la selección. Desde esta perspectiva, del terceto destacado una de
las aspirantes tiene un estilo expositivo que duerme a las ovejas y la
otra cuando habla parece que recite un tema de oposición.
En
cuanto a su dinamismo y su valor, han quedado patentes en la manera
como han secundado sin una protesta la siesta permanente de su antiguo
jefe. El más joven contendiente las supera netamente a ambas en fluidez
de discurso, en atracción empática y en frescura de actitud. Por tanto,
si consideramos los aspectos relacionados con el potencial para ganar
adhesiones y movilizar a la opinión, entre el dúo femenino y su
treintañero rival, no hay color.
Dado que ni Cospedal ni Santamaría van a modificar la línea abúlica de su desaparecido mentor, es tarea de Casado recuperar para su partido la identidad perdida
Yendo a los contenidos, ni a Soraya Saénz de Santamaría ni a María Dolores de Cospedal
se les conoce aportación doctrinal alguna más allá de los lugares
comunes del consenso socialdemócrata, la apelación ritual al respeto a
la legalidad y el seguidismo servil de los tópicos progresistas de la
izquierda. Por supuesto, ninguna de las dos ha introducido el menor
elemento ideológico en sus presentaciones de campaña limitándose ambas a
invocar los manidos lugares comunes de su lealtad al partido, la
necesidad de volver a ganar y la garantía de eficacia que ofrecen sus
respectivos itinerarios públicos. Pablo Casado,
en cambio, sí ha mencionado algunos principios reveladores de que
sustenta ciertas convicciones morales. También en este terreno sale con
ventaja.
En cualquier caso, la pésima situación en la
que se encuentra el Partido Popular es consecuencia de su deshuese
axiológico y del abandono de cualquier voluntad de afrontar con firmeza
las dos amenazas existenciales que gravitan sobre la Nación, el
secesionismo nacionalista y el colectivismo totalitario,
dos caras igualmente dañinas del populismo antidemocrático. Dado que ni
Cospedal ni Santamaría van a modificar la línea abúlica de su
desaparecido mentor, es tarea de Pablo Casado demostrar que tiene el
propósito de recuperar para su partido la identidad que perdió en 2008
adaptada a las circunstancias presentes. Si lo hace, les devolverá a sus
cariacontecidas bases la esperanza y el ánimo. Si no se atreve a salir
de la zona de confort que proporciona la mera gestión del día a día
políticamente correcta, su formación desaparecerá y será reemplazada por
Ciudadanos, que ya le ha comido un buen
pedazo de tarta electoral. Pronto sabremos de qué madera está hecho el
que aparece hoy como la última tabla de salvación para el que un día no
tan lejano fue un proyecto de cohesión, seguridad, libertad y
prosperidad para todos los españoles.
ALEJO VIDAL-QUADRAS Vía VOZ PÓPULI
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