Es el tiempo, decía Séneca, lo que hay que cuidar con más atención porque no sabes cuándo faltará
Una chica saltando de felicidad. (iStock)
Entre los cincuenta y los sesenta años, cuando la verdadera sabiduría no procede tanto del conocimiento sino de lo aprendido de la propia existencia, Séneca escribió algunos de sus más famosos diálogos. Tres de ellos, dedicados a brevedad de la vida, al ocio y a la felicidad, están recopilados en un libro de la estupenda editorial Acantilado que mi amigo Tomás Pereda tuvo a bien regalarme, y del que no me resisto a dar unas pinceladas, más necesarias aún hoy que entonces.
Coetáneo de Jesucristo, el filósofo, político y erudito cordobés es uno de los más influyentes y admirados autores del pensamiento occidental. Los vaivenes de la vida de Lucio Anneo Séneca darían no solo para hacer una película, sino toda una serie, de esas que arrasan en la tele. Disfrutó de la gloria pero sufrió el destierro, vivió en la opulencia pero fue víctima de envidias y traiciones, ejerció con maestría la influencia hasta convertirla en verdadero poder. Mentor y consejero del joven Nerón durante “uno de los periodos de mejor y más justo gobierno de toda la época imperial” -según Trajano-, terminó por suicidarse tras ser condenado a muerte por su propio pupilo. Siglos más tarde, el Renacimiento convirtió al ilustrado Séneca en uno de sus referentes, bandera del humanismo, la ética y las virtudes.
Cualquier buen discurso actual podría contener ideas de aquel maestro de la retórica, quizás el más brillante orador de Roma
Su invocación a aprovechar el tiempo como el mayor tesoro, antes de que el peso de los años nos haga conscientes de lo efímero de nuestras vidas, tiene una validez eterna. Es el tiempo, decía, lo que hay que cuidar con más atención porque no sabes cuándo faltará. Cualquier buen discurso actual podría contener ideas de aquel maestro de la retórica, quizás el más brillante orador de Roma. Viene a mi cabeza el famosísimo 'speech' de Steve Jobs a los graduados de Standford, su alusión a lo limitado del tiempo -apremiado por lo fatal de su enfermedad- y su invitación a vivir con pasión y a encontrar lo que amaban sin perder nunca un toque de locura, con aquel “stay hungry, stay foolish”, que ha pasado a la historia junto al genio de la manzana.
Pasar revista a la vida propia y hacer balance es otra sabia recomendación senequiana, tan obvia como poco frecuente. “Cada cual precipita su vida y se atormenta por el deseo del futuro y el hastío del presente”, decía. Pues seguimos igual o peor, la verdad. Fijamos tan altas expectativas en el ansiado futuro que el presente solo es un instrumento para llegar a él. Tanto es así que hasta surgen técnicas como el 'mindfulness', para ayudar a las personas a ser más conscientes de su presente, a anclarlos en su realidad de aquí y ahora, a aceptarse tal y como son.
Los adictos al trabajo que persiguen acumular fama, poder o riqueza son blanco de sus críticas. “Cuando el desamparo de su naturaleza mortal les manda un aviso -dice de ellos-, piensan en cuántas cosas se procuraron en vano y de las cuales no disfrutaron, y a qué vacío fue a parar todo su esfuerzo”. Veinte siglos más tarde, el Dalai Lama insiste en ello, aunque ahora desde la filosofía oriental, cuando dice que los occidentales “viven como si no tuviesen que morir nunca…y mueren como si nunca hubieran vivido”. Seguro que tiene a su alrededor a alguna de estas personas, a las que no es nada fácil hacerlas conscientes de estos postulados.
En cuanto a la felicidad, esa sensación “esencialmente subjetiva” como dijo Freud, que se ha colado como aspiración universal hasta en nuestras oficinas -empleados felices, clientes felices, organizaciones felices-, Séneca lo tenía muy claro mirando, eso sí, el largo plazo. Es feliz, dice, “quien vive la virtud, cultiva la honradez, se acepta a sí mismo, aspira a cosas altas -incluso si cae-, y vive el presente conforme a la naturaleza, con moderación en los placeres y como si supiera que ha nacido para los demás”. Como declaración de principios para guiar nuestra existencia coincidirán conmigo en que no está nada mal.
Pronto llegará el verano, época estimulante que, además de invitar al disfrute y al optimismo, trae siempre consigo una cierta renovación a nuestras vidas. También surge un nuevo tiempo político en nuestro país que es toda una incógnita, después de unos días de carrusel con final sorprendente. Leer a Séneca tiene algo de bálsamo y de refugio. Y no solo leerlo, sino hacerle también algo de caso debería ser obligación para quienes más influyen en nuestras vidas con sus actos y decisiones. Para aquellos que nos gobiernan y lideran nuestras organizaciones, de quienes esperamos que trabajen para el bien común y exhiban conductas éticas y virtuosas. Este es un momento propicio para recordarlo. Es lo mínimo que debemos pedir y a lo que tenemos todo el derecho.
PLÁCIDO FAJARDO Vía EL CONFIDENCIAL
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