Toda persona, con contadas excepciones,
está influida por las deformaciones de su propio orden social. Esto es
siempre así y en todos los tiempos. Solo condiciones personales
peculiares o un esfuerzo como razonador independiente pueden significar
una excepción a la regla.
En nuestro
tiempo la influencia es mucho mayor y más manipulable. La razón radica
en la potencia de la comunicación no presencial. Las redes sociales, la
televisión y, en menor medida, los demás medios presionan con una
masividad e insistencia nunca vista sobre la capacidad de pensar y
formar la propia conciencia de cada ser humano. De ahí que la batalla de
la comunicación, la batalla cultural, en un sentido amplio, sea la batalla de nuestro tiempo.
Esta
característica, la importancia de los grandes vectores de la
comunicación, ha hecho que las barreras entre el espacio público y
privado desaparezcan, y de ahí, que los padres pierdan parte de su
capacidad para educar a sus hijos. Es un cambio radical que se inicia en
el siglo XX y que alcanza una magnitud inimaginable en los años
cincuenta del siglo pasado, con el desarrollo de los grandes grupos
empresariales e Internet y los teléfonos móviles 3G.
A lo largo de la historia humana, incluso
cuando el libro hizo su aparición, las ideas de las gentes, los marcos
de referencia dentro de los que vivían, estaban determinados en gran medida por la tradición y el derecho consuetudinario. Ambos, en particular la tradición, solo podían surgir de la voluntad popular expresada a lo largo del tiempo.
No podían existir unos pocos centros que con ayuda de mucho dinero saturaran el medio comunicativo con nuevos paradigmas. La tradición era en este sentido más democrática porque era la voz popular y no era manipulable. Esta situación hacia más lenta la formación de nuevas ideas -aunque no las impedía.
En
los tiempos actuales sucede lo contrario. Vivimos en tiempos de comida
rápida y promoción comercial de marca, lo cual es insano, y venimos de
una cocina familiar, lenta con mucho “chup, chup” y un aprovechamiento
máximo de los recursos. Hemos perdido en el cambio por la radicalidad con la que se realiza, solo posible en el actual modelo capitalista… pero esa es otra historia.
Volvamos
al principio, todo ser razonador está sujeto a las deformaciones de su
tiempo. Cuando eso no sucede tenemos una obra de valores más o menos
eternos. Los evangelios son un ejemplo, el más completo, porque supera el desorden del tiempo en que fueron escritos y todos los posteriores.
De aquel enunciado es lógico deducir que cada época tiene grandes limitaciones para diagnosticar cuáles son sus males reales.
La convulsa Europa del siglo XX es un ejemplo próximo, y su superación a
partir de 1945 y los “treinta gloriosos” expresan un cambio de
paradigma que ha sido en gran medida destruido reiniciando un nuevo
ciclo critico.
Y es que no es posible
un buen diagnóstico de los males que nos aquejan “la crisis de valores”,
el “machísimo”, la desigualdad creciente, el hundimiento del resultado
escolar de los chicos, la extensión de la drogadicción legal e ilegal,
el trauma del cambio climático, la crisis demográfica y de la familia y
sus consecuencias, y así una larga lista de cuestiones concretas, sin acudir a los recursos de las épocas precedentes.
Y esto significa recuperar el papel decisivo de la tradición destruida, del derecho consuetudinario de antes de las grandes rupturas, y las fuentes culturales
que nos han construido como sociedad, como civilización. Recuperar no
significa incorporar acríticamente el pasado en un ejercicio imposible
de añoranza y mitificación. También comporta educar en todas las fases
de la vida, también en la de adulto, aportando los recursos personales
necesarios para abordar nuestros deseos, proyectos y problemas desde una
capacidad realmente razonadora práctica, es decir, dotados de las virtudes necesarias a los distintos fines.
Lo
dicho significa aprovechar aquellos recursos para interpretarnos mejor.
Ellos son el paso atrás que todo pintor necesita dar para completar una
buena obra.
Si no actuamos en este
sentido, este país junto con una determina concepción de Europa surgida
en 1945, será dañado, si no -a largo plazo- destruido, porque su
incapacidad le lleva a crear nuevas deformaciones sin haber resuelto ninguna de las precedentes, configurando así una acumulación crítica acentuada por la aceleración en la que vivimos.
EDITORIAL de FORUM LIBERTAS
No hay comentarios:
Publicar un comentario