El secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, atiende a los periodistas en el Congreso
EFE
El gobierno afirma que no va a negociar ningún referéndum; Torra
se mantiene en que ha de celebrarse. Ambos dicen emplazarse para el
diálogo, pero, si están tan lejanos ¿de qué podrían hablar? Está claro:
de lo que jamás nos cuentan.
No es independencia, es supervivencia
Tanto PSOE como los separatistas precisan algo muy valioso en política: tiempo. Sánchez quiere agotar la legislatura, ya que en estos dos años tendría tiempo para visualizar obra de gobierno, rematar al PP y neutralizar del todo a Ciudadanos. Por su parte, nunca necesitó tanto el separatismo un juego a medio plazo como ahora. Torra
tiene que templar gaitas con los más radicales entre los suyos, lidiar
con los presos y los fugados y, a la vez, gobernar el día.
Esto último es una de las cosas que más preocupa en Palau. Recuperar a los cargos cesados, mantener el statu quo de los medios públicos, las subvenciones a entidades separatistas y, en suma, mantener engrasado el entramado separata per quan vingui un altre juny, como dice el himno catalán. Eso requiere la anuencia del gobierno de la nación y su promesa de no inmiscuirse en Cataluña más allá del teatro que se hace de cara a la galería.
Que
una de las primeras medidas del gobierno Torra haya sido echar una mano
en forma de viático millonario a la Corporación Catalana de Medios
Audiovisuales –TV3 goza de un presupuesto mayor que el de la Casa Real- no es casualidad. Que esta se haya apresurado a renovar el contrato de Mónica Terribas, conductora de las mañanas de Catalunya Ràdio,
tampoco. La agenda de ambos presidentes se fundamenta, pues, no en la
independencia, sino en su supervivencia. Supervivencia de un modelo
nacionalista agotado sin más salida que la judicial –la ex consellera Ponsatí
afirma que jugaron de farol– y supervivencia de un PSOE con ochenta y
cuatro diputados que, más allá de gobiernos mediáticos, tiene que
afrontar el problema de gobernar en minoría, apoyándose en no solo uno o
dos, sino en más grupos salvo que pretenda pactar con los populares,
cosa improbable visto lo visto.
"Iceta afirma que, para él, que en Palau se exhiba una pancarta en favor de los presos políticos no supone ningún problema. Es un trozo de tela, ha dicho con desgana 'icetiana', en alusión directa a Arrimadas"
Al PSOE no se le van a caer los anillos para mirar hacia otro lado cuando el separatismo cometa sus excesos habituales. Miquel Iceta afirma
que, para él, que en Palau se exhiba una pancarta en favor de los
presos políticos no supone ningún problema. Es un trozo de tela, ha
dicho con desgana icetiana, en alusión directa a Inés Arrimadas,
que se ha negado a entrevistarse con Torra mientras no se retire dicha
pancarta. El socialismo vuelve por sus fueros de siempre, inhibiéndose
de todo lo que no sea aferrarse al poder aunque el precio que deba pagar
sea carísimo. Rectifico: estos nunca pagan nada, los que siempre
acabamos por hacernos cargo de la cuenta somos los de a pie, que no tan
solo nos hemos quedado solos ante el monstruo supremacista, sino que,
además, tenemos al gobierno de la nación apoyándolo. Con sordina, por
debajo del mantel, pero apoyándolo, y de qué manera.
La lista de Torra
El president de la Generalitat va a plantearle a Sánchez varias cuestiones vitales para consolidarse como líder del separatismo.
Es fundamental que la opinión pública comprenda que en este envite no
debemos tener en cuenta lo que se dice, y analizar escrupulosamente lo
que se hace. La primera cosa que piensa hacer es agradecerle que el
Estado haya retirado el control sobre las exhaustas finanzas de la
Generalitat. Es el primer gesto de Sánchez con los separatistas y Torra
es persona agradecida. Ahora bien, lo prioritario en la lista de Torra
es la pela, a saber, plantear una inyección de
millones en Cataluña, bien sea por la vía del nuevo sistema de
financiación autonómico, bien por desviar al territorio catalán algunas
futuras inversiones que vengan de fuera. No de menor importancia es
prolongar el periodo de gracia en el pago de intereses de la deuda
catalana, así como desencallar el corredor mediterráneo, presionar para
que vuelvan empresas de bandera que abandonaron Cataluña –la Caixa, por
ejemplo– y que Moncloa facilite contactos discretos con el mundo de las
altas finanzas y la Generalitat para recobrar un clima de confianza y
estabilidad.
Por lo que respecta a lo que los separatistas denominan señas de identidad, Torra exige blindar el modelo de inmersión lingüística,
los medios de comunicación catalanes, los Mossos y que se permita la
reapertura de las embajadas. Sabe muy bien que, si no tiene carta blanca
y no aparece ante su clientela como el president que supo recuperar
para la Generalitat no se sabe muy bien que cosas, caerá tarde o
temprano. Quiere aparecer ante los suyos como un vencedor, como un
ferviente independentista que ha ganado el pulso al perverso gobierno de
Madrid. Y pretende hacerlo sin intermediarios, de tú a tú con Sánchez,
pasando olímpicamente de Meritxell Batet o
de cualesquier otra chica o chico de los recados que el gobierno tenga a
bien enviarle. Torra vive más de los gestos que un estadista chino de
la dinastía Ming.
"Así como Torra quiere ser el Bolívar catalán, el presidente socialista pretende ser quien consiga volver a encauzar el conflicto territorial"
Hay otra parte de la lista, quizás la más peligrosa, en
la que Torra exige una mayor presencia en los foros sensibles del
Estado. Sabe que el CNI puede cambiar de director, si finalmente al
general Sanz Roldán se le retira, y quiere influir en el nombramiento de su sucesor, tener acceso, por ejemplo, al digest que reciben diariamente un selecto puñado de personalidades en España redactado por el Centro –Pujol
lo recibía- y, en fin, disponer de su porción de tarta en lo que a
información sensible se trata. Además, desea la creación de una mesa
conjunta de entre Cuerpos de Seguridad del Estado, CNI y la unidad de
inteligencia de los Mossos a la que desea dar carta de naturaleza, so
pretexto del terrorismo yihadista. Todo esto se compadece muy poco o
nada con el perfil de un político que quiere irse de España, pero Torra
ha adoptado la estrategia de Churchill, dar
un paso al lado y jugar al posibilismo. Sabe mejor que nadie que lo
dicho por Ponsatí acerca de que jugaban de farol es una verdad como un
templo, desea pactar para ganar tiempo, tiempo para rearmarse, para
echar tierra al intento de golpe de Estado, para que la justicia le haga
el trabajo sucio con lo imputados.
Eso es lo que
piensa plantear al presidente del gobierno quien, por su parte, podría
aceptar muchas de las propuestas aunque de manera que no se notase
mucho. Sánchez sabe que si consigue quitarle hierro al asunto catalán
ganará muchos puntos en las encuestas. Así como Torra quiere ser el
Bolívar catalán, el presidente socialista pretende ser quien consiga
volver a encauzar el conflicto territorial.
Todo, claro, pensando siempre en las próximas elecciones, las que sea,
porque en este país tenemos demasiados comicios y pocos estadistas, por
desgracia.
Resumiendo: a Torra le interesa que le
dejen hacer lo que le dé la gana, siempre y cuando no rebase los límites
de la legalidad ni se vuelvan a repetir las astracanadas de los pseudo
referéndums; a Sánchez le interesa la paz social en Cataluña y dar
imagen de hombre de talante. ¿Les suena el término? Mientras tanto, en
Cataluña hay partidos boicoteados sistemáticamente por ganapanes e
instituciones, prosigue la intimidación en la calle, la radio y
televisión del régimen continúan vomitando odio y la economía está
grogui. Eso sí, ambos presidentes van a reunirse. Ya no hace falta que
cenemos, porque con tamaña alegría estamos más que satisfechos.
MIQUEL GIMÉNEZ Vía VOZ PÓPULI
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