El abandono del partido de José Ramón Bauzá, expresidente balear, alerta de cómo hay un grupo de dirigentes conservadores prestos a suscribir las tesis de Abascal y acompañarle en su travesía
Fotografía de archivo del expresidente balear José Ramón Bauzá. (EFE)
El PP celebró el pasado fin de semana la primera convención con Pablo Casado de presidente nacional sumida la organización en un espejismo. La presidencia de la Junta de Andalucía, de la que el viernes tomó posesión Juan Manuel Moreno Bonilla, ha sido una afortunada carambola para los populares. En los comicios autonómicos del 2-D obtuvieron uno de los peores resultados de su historia, perdiendo respecto de las elecciones anteriores más de 300.000 votos. Pero, a veces, se gana perdiendo.
El PP está prácticamente desaparecido en Cataluña, en donde obtuvo el 21-D de 2017 solo cuatro escaños y 185.670 votos, cuando en 2015 logró 11 diputados y 348.444 sufragios. Una debacle. A tal punto que ya hay intentos catalanes de recomponer un espacio de centro derecha a la navarra: pidiendo a Casado que disuelva allí la organización y favorezca que esos votos vayan a unas siglas que ocupen un espectro parecido. En la Comunidad Foral, el PP podría ser un partido extraparlamentario en mayo. En 2015 solo logró dos escaños y 13.080 votos. Según las encuestas, los populares serían sustituidos por Ciudadanos, sin que se descarte que Vox pueda superar el 3% de los sufragios y entrar en el Parlamento de Pamplona.
También en el País Vasco pintan bastos para el PP. En 2016 registró uno de sus peores resultados: nueve diputados con solo 107.357 votos, perdiendo un escaño y más de 20.000 papeletas. El PNV está devorando al españolismo tradicional. Por otra parte, los populares perdieron hace casi cuatro años las comunidades de Valencia, Extremadura y Castilla-La Mancha, y retuvieron las de Madrid, Murcia, Rioja y Castilla y León con el apoyo de Ciudadanos. Los conservadores solo mantuvieron una mayoría absoluta: Galicia.
Aparentemente, las expectativas populares serían mejores para la cita electoral de mayo. Otro espejismo. Los resultados serán peores que en 2015 porque hay un notable trasvase de voto desde el PP a Vox, por la derecha, y a Ciudadanos, por la izquierda. Y la fórmula andaluza es para Andalucía, pero ni es seguro que den los números para repetirla en otras comunidades ni que Ciudadanos esté por la labor de mantener la alianza de Sevilla en otras capitales comunitarias.
La opción de Casado es taponar la herida por la derecha soportando la sangría por la izquierda que, se supone, es menor. Tal vez. Los electores de Vox, al parecer, presentan tres características: 1) mayoritariamente proceden del PP, 2) son muy escasos los que previamente han votado a Ciudadanos o a opciones de izquierda y 3) no se perciben como militantes de extrema derecha sino como ciudadanos defraudados por el comportamiento inane del PP de Rajoy y hartos de las pautas y estándares impuestos por la izquierda conformando lo que se entiende por 'políticamente correcto'.
El abandono del partido por José Ramón Bauzá, expresidente balear, alerta de cómo hay un grupo de dirigentes conservadores prestos a suscribir las tesis de Abascal y acompañarle en su travesía. Y que no han atendido al giro del nuevo presidente del partido, dando por perdida la posibilidad de que los populares encuentren de nuevo la senda del éxito que depende mucho más de muletas ajenas que de las posibilidades propias.
El PP está prácticamente desaparecido en Cataluña, en donde obtuvo el 21-D de 2017 solo cuatro escaños y 185.670 votos, cuando en 2015 logró 11 diputados y 348.444 sufragios. Una debacle. A tal punto que ya hay intentos catalanes de recomponer un espacio de centro derecha a la navarra: pidiendo a Casado que disuelva allí la organización y favorezca que esos votos vayan a unas siglas que ocupen un espectro parecido. En la Comunidad Foral, el PP podría ser un partido extraparlamentario en mayo. En 2015 solo logró dos escaños y 13.080 votos. Según las encuestas, los populares serían sustituidos por Ciudadanos, sin que se descarte que Vox pueda superar el 3% de los sufragios y entrar en el Parlamento de Pamplona.
También en el País Vasco pintan bastos para el PP. En 2016 registró uno de sus peores resultados: nueve diputados con solo 107.357 votos, perdiendo un escaño y más de 20.000 papeletas. El PNV está devorando al españolismo tradicional. Por otra parte, los populares perdieron hace casi cuatro años las comunidades de Valencia, Extremadura y Castilla-La Mancha, y retuvieron las de Madrid, Murcia, Rioja y Castilla y León con el apoyo de Ciudadanos. Los conservadores solo mantuvieron una mayoría absoluta: Galicia.
Los
resultados serán peores que en 2015, porque hay un notable trasvase de
voto desde el PP a Vox, por la derecha, y a Ciudadanos, por la izquierda
Aparentemente, las expectativas populares serían mejores para la cita electoral de mayo. Otro espejismo. Los resultados serán peores que en 2015 porque hay un notable trasvase de voto desde el PP a Vox, por la derecha, y a Ciudadanos, por la izquierda. Y la fórmula andaluza es para Andalucía, pero ni es seguro que den los números para repetirla en otras comunidades ni que Ciudadanos esté por la labor de mantener la alianza de Sevilla en otras capitales comunitarias.
La opción de Casado es taponar la herida por la derecha soportando la sangría por la izquierda que, se supone, es menor. Tal vez. Los electores de Vox, al parecer, presentan tres características: 1) mayoritariamente proceden del PP, 2) son muy escasos los que previamente han votado a Ciudadanos o a opciones de izquierda y 3) no se perciben como militantes de extrema derecha sino como ciudadanos defraudados por el comportamiento inane del PP de Rajoy y hartos de las pautas y estándares impuestos por la izquierda conformando lo que se entiende por 'políticamente correcto'.
El abandono del partido por José Ramón Bauzá, expresidente balear, alerta de cómo hay un grupo de dirigentes conservadores prestos a suscribir las tesis de Abascal y acompañarle en su travesía. Y que no han atendido al giro del nuevo presidente del partido, dando por perdida la posibilidad de que los populares encuentren de nuevo la senda del éxito que depende mucho más de muletas ajenas que de las posibilidades propias.
He luchado durante años contra la catalanización de Baleares frente a los nacionalistas de izquierdas, pero tb frente a los de mi partido. Desgraciadamente la línea nacionalista del PP d Baleares ha sido refrendada, y yo no puedo militar en un partido al q no votaría.
Si Casado se vuelca como ahora a la derecha, contra el criterio del gran elector conservador Núñez Feijóo,
pierde a los electores templados y no es seguro que conquiste a los que
ya están seducidos por Vox, y si hace lo contrario, se le irán los que
ahora se mantienen en el redil pero muy dubitativos. La horquilla de
posibilidades abarca el espacio ideológico que existe entre el discurso
del presidente gallego y el de José María Aznar, aunque en ambos late el temor al emparedamiento popular entre Vox y Ciudadanos.
La salida para los populares es laberíntica y, más allá de expresiones
refundacionales, imágenes épicas, cromatismo y banderas de dimensiones
hiperbólicas, requiere de ideas.
Quizás el PP haya de asumir que los años de su gobierno (de 2011-2015 a 2018) han merecido a sus votantes más censura que elogio (la tertulia en la convención de Rajoy y Pastor resultó el viernes pasado de mesa camilla) y que la recomposición de la organización requiere de una travesía por el desierto. El PP tiene que mirar el mapa de su decadencia y reaccionar no con impulsos sino con serenidad y capacidad estratégica. El aldabonazo de José Ramón Bauzá provocó consternación en Génova. Porque ni se lo esperaban ni lo entendieron. De ahora en adelante, en la sede central del partido deben prever más casos como el del dirigente balear. Efectos secundarios de la decadencia.
JOSÉ ANTONIO ZARZALEJOS Vía EL CONFIDENCIAL
El aldabonazo de Bauzá provocó consternación en Génova. Porque ni se lo esperaban ni lo entendieron
Quizás el PP haya de asumir que los años de su gobierno (de 2011-2015 a 2018) han merecido a sus votantes más censura que elogio (la tertulia en la convención de Rajoy y Pastor resultó el viernes pasado de mesa camilla) y que la recomposición de la organización requiere de una travesía por el desierto. El PP tiene que mirar el mapa de su decadencia y reaccionar no con impulsos sino con serenidad y capacidad estratégica. El aldabonazo de José Ramón Bauzá provocó consternación en Génova. Porque ni se lo esperaban ni lo entendieron. De ahora en adelante, en la sede central del partido deben prever más casos como el del dirigente balear. Efectos secundarios de la decadencia.
JOSÉ ANTONIO ZARZALEJOS Vía EL CONFIDENCIAL
No hay comentarios:
Publicar un comentario