¿Dónde debe estar el PP? La hiperespecialización del mercado electoral y la desafección hacia los partidos viejos fomenta la demolición del trifásico de José María Aznar
Pablo Casado y Mariano Rajoy, este viernes en la Convención nacional del PP. (EFE)
Enero de 1989. Alianza Popular consuma su refundación en el Partido Popular
bajo la ambición de aglutinar el espacio del centro hasta la derecha.
El diablo en los detalles, la maniobra no fue real para los moderados
hasta la llamada 'Operación Oreja'. Es decir, el compromiso de Marcelino Oreja
–candidato a las elecciones europeas– de dejar el grupo de
conservadores daneses y británicos para integrarse en la familia del PP
Europeo (PPE). "Perdimos dos escaños respecto a AP. ¿Y qué? Lo
importante es que el PP se había colocado en el lugar donde tenía que
estar. Mirábamos a largo plazo" avanza a este diario el exministro José Manuel Margallo sobre una biografía que verá la luz en primavera: 'Memorias heterodoxas de un extremista de centro'.
Tres décadas después, los populares afrontan una disyuntiva similar en el cónclave de este fin de semana en Madrid. ¿Dónde debe estar el PP? La hiperespecialización del mercado electoral y la desafección hacia los partidos viejos fomenta la demolición del trifásico de José María Aznar. Albert Rivera liberal progresista; Santiago Abascal liberal conservador. ¿Y Pablo Casado, en qué está? Enfrascado en fagocitar a Vox, creen algunos. “Por primera vez en su historia, el PP tiene que mirar a izquierda y derecha, y sólo lo está haciendo a la derecha. No tenemos discurso social” se queja una personalidad que apoyó abiertamente al líder en el pasado XIX congreso.
El hecho es que transcurridos seis meses las encuestas tampoco auguran al PP la remontada, si este domingo se consuma finalmente la derechización. "Nuestro problema era Cs, nadie pensaba en Vox" recuerda un asistente al conclave de julio. Ello pasaba por mantener los principios del PP, pero con afán de regeneración y vuelta a ciertas “esencias ideológicas” –como las bajadas de impuestos-. Precisamente, la paradoja sería actuar sobreestimando la fuerza potencial del partido verde. El riesgo para Casado es acercarse, preso de temores contextuales, darle carta de naturaleza y alimentar así la profecía autocumplida sobre su irrupción.
En primer lugar, el PP debe situarse desde ya en el dique de contención a Vox sobre los temas de Estado –junto a Cs y PSOE. Sirva de metáfora Pedro Sánchez. El entorno del presidente reconoce que el apoyo al artículo 155 (mal que pese) contribuyó a reducir a Podemos. La urgencia en la cuestión territorial alertó sobre los principios en juego y colocó a cada partido en su sitio. Por eso, el PP debe fijar un cerco moral –muy nítido– sobre la ley de violencia género, que se cimenta sobre valores amplios en la sociedad española. No se cedió en Andalucía, en efecto, pero desviar el debate aludiendo a una “ideología de género” inexistente difumina y puede engendrar dudas en la opinión pública.
Asimismo, el frentismo del nuevo PP facilita que se normalicen ciertas posiciones ideológicas. Con su afán de recuperar la derecha, Casado anunció una serie de políticas –Ley de Concordia, ilegalización de partidos independentistas…– que Abascal también reivindica en sus propuestas de gobierno. "Vox no propone nada que yo no haya visto antes en el PP" afirmó Isabel Díaz Ayuso, candidata por la Comunidad de Madrid, quizás tratanto de neutralizar. El riesgo ahí es no resaltar igualmente las diferencias, única manera de no invitar al votante popular a ese elegir 'otro' –nuevo y más creíble porque no tiene mochilas de gestión-. Asimismo, el debate bronco –como asociar a Sánchez con el "golpismo"–, que hizo Casado, favorece el clima de crecimiento de la formación verde.
Por otra parte, la identificación juega una mala pasada a ciertos dirigentes de Génova 13 para tomar distancia. La actual dirección no entra al ataque con "Santi" –como llaman a Abascal en público– porque le sienten suyo y comparten por qué se fue del PP –la "desideologización" de que acusan al 'marianismo'-. Es más: Casado, Ayuso... conocieron al dirigente de Vox hace años, y ellos, junto al candidato por Madrid, José Luis Martínez Almeida, han crecido al amparo de Esperanza Aguirre. También el fichaje Javier Fernández Lasquetty. Crítica con Rajoy es la directora de la red Floridablanca, Isabel Benjumea –en el gabinete de Casado–.
Curiosamente, la marcha de los 'sorayos' habría actuado como un factor relevante en obviar el centro. Su talante pragmático y democristiano en lo económico serviría ahora para mantener la pluralidad del 'casadismo'. "En la candidatura de Soraya siempre tuvimos claro que estos debates sobre el aborto y la violencia de género ya estaban superados, ya nos habíamos colocado en una España más moderna" –cuenta una fuente de su entorno. "Creo en más cosas que en la libertad. Creo en la igualdad de derechos y oportunidades. Y que el Estado tiene que ayudar a quienes no les va tan bien" advirtió Rajoy en 2008.
Sin embargo, la presencia de ciertos barones es ya la fuerza centrípeta que tendrá enfrente Casado. Eso moderará que el PP de Madrid de tinte aguirrista no se imponga. Alberto Núñez Feijóo, el eterno sucesor, es la voz más cualificada en estos momentos y su posición seguirá siendo firme al resaltar que Vox es “extrema derecha”, como mecanismo para apartarlo. Juan Manuel Moreno, flamante nuevo presidente andaluz, es de formas políticas más suaves. El PP vasco, con menos peso, también critica ciertos tonos. Los dirigentes regionales, aún menos permitirán deslegitimar el bastión por antonomasia de los populares –la España autonómica-.
Con todo, se podría argumentar que Rajoy tuvo antes que el discípulo su profecía autocumplida. Congreso de Valencia (2008). "Yo no quiero un partido reducido a una sola ideología (…) Quiero un PP que sea moderado, abierto e integrador y no un partido de doctrinarios (…) Quiero estar en el Partido Popular Europeo. Quiero que nuestros socios sean los que son: Merkel y Sarkozy. Y si alguien se quiere ir al Partido Liberal o al Partido Conservador, que se vaya" espetó al sector de Aguirre –que no se atrevió a plantarle cara entonces. Diez años después, el reto de Casado es demostrar que no es el PP quien se escinde de sí mismo, sino que su identidad genuina puede ser más atractiva que la de los otros.
ESTEFANÍA MOLINA Vía EL CONFIDENCIAL
Tres décadas después, los populares afrontan una disyuntiva similar en el cónclave de este fin de semana en Madrid. ¿Dónde debe estar el PP? La hiperespecialización del mercado electoral y la desafección hacia los partidos viejos fomenta la demolición del trifásico de José María Aznar. Albert Rivera liberal progresista; Santiago Abascal liberal conservador. ¿Y Pablo Casado, en qué está? Enfrascado en fagocitar a Vox, creen algunos. “Por primera vez en su historia, el PP tiene que mirar a izquierda y derecha, y sólo lo está haciendo a la derecha. No tenemos discurso social” se queja una personalidad que apoyó abiertamente al líder en el pasado XIX congreso.
Feijóo afirma que el PP no es ni una veleta ni practica la "dureza intransigente"
El hecho es que transcurridos seis meses las encuestas tampoco auguran al PP la remontada, si este domingo se consuma finalmente la derechización. "Nuestro problema era Cs, nadie pensaba en Vox" recuerda un asistente al conclave de julio. Ello pasaba por mantener los principios del PP, pero con afán de regeneración y vuelta a ciertas “esencias ideológicas” –como las bajadas de impuestos-. Precisamente, la paradoja sería actuar sobreestimando la fuerza potencial del partido verde. El riesgo para Casado es acercarse, preso de temores contextuales, darle carta de naturaleza y alimentar así la profecía autocumplida sobre su irrupción.
En primer lugar, el PP debe situarse desde ya en el dique de contención a Vox sobre los temas de Estado –junto a Cs y PSOE. Sirva de metáfora Pedro Sánchez. El entorno del presidente reconoce que el apoyo al artículo 155 (mal que pese) contribuyó a reducir a Podemos. La urgencia en la cuestión territorial alertó sobre los principios en juego y colocó a cada partido en su sitio. Por eso, el PP debe fijar un cerco moral –muy nítido– sobre la ley de violencia género, que se cimenta sobre valores amplios en la sociedad española. No se cedió en Andalucía, en efecto, pero desviar el debate aludiendo a una “ideología de género” inexistente difumina y puede engendrar dudas en la opinión pública.
Asimismo, el frentismo del nuevo PP facilita que se normalicen ciertas posiciones ideológicas. Con su afán de recuperar la derecha, Casado anunció una serie de políticas –Ley de Concordia, ilegalización de partidos independentistas…– que Abascal también reivindica en sus propuestas de gobierno. "Vox no propone nada que yo no haya visto antes en el PP" afirmó Isabel Díaz Ayuso, candidata por la Comunidad de Madrid, quizás tratanto de neutralizar. El riesgo ahí es no resaltar igualmente las diferencias, única manera de no invitar al votante popular a ese elegir 'otro' –nuevo y más creíble porque no tiene mochilas de gestión-. Asimismo, el debate bronco –como asociar a Sánchez con el "golpismo"–, que hizo Casado, favorece el clima de crecimiento de la formación verde.
Por otra parte, la identificación juega una mala pasada a ciertos dirigentes de Génova 13 para tomar distancia. La actual dirección no entra al ataque con "Santi" –como llaman a Abascal en público– porque le sienten suyo y comparten por qué se fue del PP –la "desideologización" de que acusan al 'marianismo'-. Es más: Casado, Ayuso... conocieron al dirigente de Vox hace años, y ellos, junto al candidato por Madrid, José Luis Martínez Almeida, han crecido al amparo de Esperanza Aguirre. También el fichaje Javier Fernández Lasquetty. Crítica con Rajoy es la directora de la red Floridablanca, Isabel Benjumea –en el gabinete de Casado–.
El reto de Casado en esta Convención es demostrar que no es el PP quien se escinde de sí mismo
Curiosamente, la marcha de los 'sorayos' habría actuado como un factor relevante en obviar el centro. Su talante pragmático y democristiano en lo económico serviría ahora para mantener la pluralidad del 'casadismo'. "En la candidatura de Soraya siempre tuvimos claro que estos debates sobre el aborto y la violencia de género ya estaban superados, ya nos habíamos colocado en una España más moderna" –cuenta una fuente de su entorno. "Creo en más cosas que en la libertad. Creo en la igualdad de derechos y oportunidades. Y que el Estado tiene que ayudar a quienes no les va tan bien" advirtió Rajoy en 2008.
Sin embargo, la presencia de ciertos barones es ya la fuerza centrípeta que tendrá enfrente Casado. Eso moderará que el PP de Madrid de tinte aguirrista no se imponga. Alberto Núñez Feijóo, el eterno sucesor, es la voz más cualificada en estos momentos y su posición seguirá siendo firme al resaltar que Vox es “extrema derecha”, como mecanismo para apartarlo. Juan Manuel Moreno, flamante nuevo presidente andaluz, es de formas políticas más suaves. El PP vasco, con menos peso, también critica ciertos tonos. Los dirigentes regionales, aún menos permitirán deslegitimar el bastión por antonomasia de los populares –la España autonómica-.
Con todo, se podría argumentar que Rajoy tuvo antes que el discípulo su profecía autocumplida. Congreso de Valencia (2008). "Yo no quiero un partido reducido a una sola ideología (…) Quiero un PP que sea moderado, abierto e integrador y no un partido de doctrinarios (…) Quiero estar en el Partido Popular Europeo. Quiero que nuestros socios sean los que son: Merkel y Sarkozy. Y si alguien se quiere ir al Partido Liberal o al Partido Conservador, que se vaya" espetó al sector de Aguirre –que no se atrevió a plantarle cara entonces. Diez años después, el reto de Casado es demostrar que no es el PP quien se escinde de sí mismo, sino que su identidad genuina puede ser más atractiva que la de los otros.
ESTEFANÍA MOLINA Vía EL CONFIDENCIAL
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