Cataluña necesita superar la división en bloques antagónicos creada por el 'procés' para entrar en una vía de normalización de la vida política y social
Ilustración: RAÚL ARIAS
Una nueva mayoría que englobe a todos aquellos que, en mayor o menor medida, se sienten catalanes y españoles y que, según todas las encuestas, se acercan al 70% de los catalanes.
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Para que lo anterior sea posible, es necesario el alumbramiento de una nueva fuerza política que aglutine a los numerosos catalanistas que se han quedado huérfanos de una opción política a la que apoyar, bien por no ser independentistas, por no apoyar la deriva radical y de confrontación por la que ha optado el secesionismo, o por no ser de izquierdas. Muchos dudan de que este espacio político pueda articularse para poder ser una fuerza que cambie las mayorías en Cataluña. Dicen que el catalanismo no independentista ha muerto. No es nuestro punto de vista.
El
voto está normalmente vinculado a su ideología. En cambio, en Cataluña,
el sentimiento de pertenencia se sobrepone al eje izquierda-derecha
El voto de los ciudadanos está normalmente vinculado a su ideología. En cambio, en Cataluña, el sentimiento de pertenencia se sobrepone al eje izquierda-derecha y es determinante. Recordemos que, según las últimas encuestas del CEO y del CIS, el 25% de catalanes se siente exclusivamente catalán, mientras que en torno a un 35% se declara tan catalán como español, entre un 25% más catalán que español, un 6% más español que catalán y un 5% solo español. Por su parte, el voto independentista alcanza entre el 44%-47%, porcentaje muy superior al de quienes se declaran exclusivamente catalanes, pero que es muy próximo a la suma de estos con los que se sienten más catalanes que españoles.
De las cifras anteriores, se deduce que aquellos que se declaran más catalanes que españoles, colectivo que mantiene un vínculo emocional con España, votan de forma muy mayoritaria a partidos independentistas. ¿Por qué esta anomalía? Sin duda, un factor determinante es la desaparición del panorama político catalán de una oferta electoral catalanista, no independentista, de centro-derecha.
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¿Volver a la antigua CDC? No exactamente. Pujol siempre actuó con deslealtad bajo su aparente moderación y nunca quiso implicarse en el gobierno de España, porque su objetivo siempre fue la independencia. Ya lo denunció Tarradellas en su carta al director de 'La Vanguardia' en 1981 y se refleja inequívocamente en el Programa 2000 publicado por 'El Periódico' el 28 de octubre de 1990.
Lo mismo puede decirse de quienes, ahora, piden moderación para ensanchar la base social del secesionismo con la misma actitud desleal del pujolismo. Todo ello bajo la indiferencia de los gobiernos españoles de turno, que siempre prefirieron mirar hacia otro lado en busca de réditos cortoplacistas.
Rovira,
precursor del separatismo hoy mayoritario, tenía una larga experiencia
como autor de libros de historia, instrumentos de propaganda política
El catalanismo ha tenido desde sus orígenes dos almas bien diferenciadas, por un lado, el del discurso rancio, supremacista y separatista de Rovira i Virgili, hoy omnipresente en la política catalana, y por otra la visión hispanista de Vicens Vives, expulsada del relato histórico. Rovira, precursor del separatismo hoy mayoritario dentro del viejo nacionalismo, tenía una larga experiencia como autor de libros de historia concebidos como instrumentos de propaganda política, en los que hacía encajar los hechos pasados con sus deseos políticos y lamentaba profundamente la participación de los catalanes en las guerras de la Convención, de la Independencia o carlistas y, retroactivamente avergonzado, los acusó de haber caído en un estado de degeneración nacional.
Un hecho que ha marcado la historiografía catalana y el discurso políticamente correcto fue la célebre polémica entre Rovira i Virgili y Vicens Vives al abrigo de un artículo que Rovira publicó en 'La Humanidad', el 7 de agosto de 1935, lamentando que había "demasiados casos de insensibilidad nacional" entre unos jóvenes intelectuales que mostraban "prevención contra el punto de vista nacional en la historia" y que pensaban que, "para trabajar en la investigación y la crítica históricas, la llama del catalanismo es un estorbo".
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Es decir, que escribían historia sin partir de premisas ideológicas previas. En concreto, Rovira alabó el trabajo de Manuel Cruells, militante de Estat Català, por su "afinadísima sensibilidad nacional" y deploró el de Vicens por osar dibujar a Fernando el Católico con unos colores no tan oscuros como los exigidos por la ortodoxia nacionalista, lo que evidenciaba su escasa "sensibilidad catalanesca". La existencia de intelectuales como Vicens, no rendidos al nacionalismo, demostraba al dirigente separatista que era necesario "un gran esfuerzo para avanzar más deprisa".
Vicens replicó con contundencia. Comenzó retrayendo a Rovira su obsesión con la "conciencia nacional, que veo que usted utiliza con una frecuencia que me hace sospechar que tiene usted la exclusiva y es el único con atribuciones para otorgarla". Consideraba Vicens a los historiadores nacionalistas una reliquia de la manera romántica de hacer historia, obsesionados con interpretaciones anacrónicas y de espaldas a los documentos, y reprochaba que la síntesis histórica que elaboraron fuera en extremo simplista: "Todo lo bueno debido a los esfuerzos catalanes, todo lo malo debido a los malévolos manejos de los enemigos nacionales, y en su mayor parte falsa, muchas veces por olvido, descuido o falta de tiempo y muchas otras veces, y esto es lo más grave, por falsedad clara y manifiesta". Contundente afirmación de Vicens, que sin duda suscribimos.
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Esta concepción del catalanismo no hispanofóbico, que tiene otros muchos exponentes, desde Valls i Taberner hasta Tarradellas, es hoy más vigente que nunca en un mundo globalizado, con la pertenencia a la UE y con un Estado descentralizado como el nuestro.
Una fuerza política que entroncara con esta corriente del catalanismo recogería a un creciente número de ciudadanos huérfanos de referente político que no son de izquierdas ni se sienten representados por Ciudadanos ni el PP. El primer paso debería ser unificar las diversas plataformas de náufragos de CIU y dar cabida a quienes se van desenganchando del 'procés', que verán aumentar su número exponencialmente después de la sentencia del TS, ya porque facilite la libertad condicional de los políticos presos o su indulto.
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Las opciones políticas pueden estar mucho tiempo latentes y eclosionar en el momento en que se dan las circunstancias adecuadas. Sin la épica de los presos, con las mentiras en que se sustenta el 'procés' al descubierto y ante la evidencia de la impotencia para hacer realidad la independencia, el discurso racional ganará posiciones entre una parte de quienes han apoyado opciones independentistas. Se producirá un reflujo, un retorno del 'seny'. La independencia unilateral fracasó en octubre de 2017. Los que soñaban con resucitarla controlando el territorio el pasado 21-D se dieron de bruces con la realidad y mostraron su debilidad.
Ese será el momento de esa nueva formación política que debería aspirar a alcanzar en torno a un 10% de los votos y entre 10-12 diputados en las próximas elecciones autonómicas, que podrían propiciar una mayoría alternativa a la independentista y al tripartito de izquierdas. Cataluña necesita ser gobernada durante una temporada desde la centralidad identitaria e ideológica.
FRANCESC MORENO* y JOSEP RAMÓN BOSCH* Vía EL CONFIDENCIAL
*Francesc Moreno, editor.
*Josep Ramon Bosch, historiador.
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