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sábado, 19 de enero de 2019

¿LA IGLESIA DEBE INTERVENIR EN POLÍTICA?




Las muy recientes y controvertidas elecciones en el Congo han suscitado esta información:

“La Conferencia episcopal, la influyente CENCO, gestiona la mayor misión de observación electoral desplegada en el país. Según la Iglesia católica que ha hecho el seguimiento de todo el proceso a través de 40.000 agentes, las cifras del CENI (la autoridad electoral oficial) no coinciden con las que han recogido sus observadores a pie de urna. La credibilidad de la información de la Iglesia es muy superior a la de las instancias oficiales”. 

Con variaciones, esta información se ha divulgado por los medios de comunicación y señalan la importancia de la Iglesia en el Congo en la protección de un derecho fundamental como es el de unas elecciones limpias.

¿Es eso hacer política? Si, claro, en el sentido más noble, más cristiano -y aristotélico- del término, el servir al bien común, a un bien común concreto de la comunidad, aquel que solo puede lograse colectivamente, y que beneficia al conjunto. No es política con adjetivo de partido, pero es política. Naturalmente para los partidarios del presidente presuntamente fraudulento, lo que hace la Iglesia está mal, pero eso no es óbice que lo haga y son precisamente este tipo de actos que la dotan de credibilidad social.

La referencia al Congo no debe ser interpretada en términos de una aplicación concreta, la supervisión electoral, sino en su concepto: su presencia en temas claves en nombre del bien común. Y es que la Iglesia ha de proclamar alto, claro y concreto sus orientaciones morales en el ámbito político, porque desde la perspectiva cristiana, política y moral son vertientes distintas de un mismo cuerpo.

Evidentemente, la cultura no es lo contrario de la barbarie; más bien es, cuantas veces, un salvajismo con estilo[…]. La cultura es cierre, estilo, forma, postura, gusto, es algún tipo determinado de organización intelectual del mundo, no importa cuán aventurado, peculiar, salvaje, sangriento, o espeluznante todo eso sea. La cultura puede abarcar […] las más variadas atrocidades(Thomas Man, Pensamientos en la guerra)

Auschwitz demostró irrefutablemente el fracaso de la cultura […] Toda la cultura después de Auschwitz […] es basura (Adorno Dialéctica negativa)

La Iglesia, los cristianos como pueblo, aprendieron de la hecatombe humana, moral y física de la II Guerra Mundial que su voz y su acción, cada uno en el plano que le correspondía, debía hacerse presente. La Iglesia construyó el relato moral y de doctrina social riguroso e integral, y los cristianos lo llevaron a cabo lo mejor que supieron. Así surgió algo increíble: la reconciliación entre quienes llevaban siglos luchando entre ellos, la reconstrucción de lo destruido trabajando en común, y su resultado tiene un nombre que recuerda su éxito “Los treinta gloriosos años”. 

Todavía vivimos de sus rentas cada vez más desmochadas. Si la Iglesia hubiera hablado no fuerte, sino con la discreción del que pretende no importunar el devenir del mundo, si no hubiera impulsado a los cristianos a la acción en el orden temporal por un mismo camino, no con espíritu clerical, sino para construir un mundo mejor, difícilmente Europa se hubiera levantado de la postración tal y como lo hizo.

Después la Iglesia en Europa, en España, ha silenciado su discurso ético-político y de postulación de respuestas de la mano de su doctrina social, no ha empujado, atendido y guiado a los cristianos a la acción política, y a su vez ha sido silenciada. Ha tendido cada vez más a tratar aquello que resultaba más aceptable para el mundo para evitar ser atacada. 

Incluso algunos se creen que la Iglesia no “debe meterse” en política, demostrando una escasa compresión de la realidad, o incurriendo en una grave confusión, entre partidismo y bien común. Su papel colectivo en la ciudad de los hombres ha quedado limitado a atender a los heridos, a los dañados por esta sociedad, sin abrir espacios sociales sistemáticos dirigidos a las causas.

El resultado es que la caridad necesaria que practica posee cada vez más el indeseado efecto de actuar como válvula de seguridad de un sistema de valores y prácticas que no es cristiano, que es frontalmente incristiano

Confunden la política con el partidismo político, con la pugna descarnada por el poder, con la imposición ideológica. Pero eso no es la política. En todo caso es una parte y mala de la política.

La política en su plenitud de significado es la gestión necesaria para realizar los bienes comunes, aquellos que solo podemos obtener como sociedad mediante las instituciones que lo hacen posible y disfrutar en tanto que miembros de ella. No son directamente apropiables por nadie, pero nos aprovechan a cada uno porque permiten vivir mejor nuestras vidas. 

Los hospitales, las carreteras, favorecer a las familias, toman parte de este tipo de bienes. También el fin de la política es procurar otro tipo de bienes, los generales, que comparten con los anteriores que solo pueden conseguirse mediante la acción colectiva, pero benefician directamente a determinadas personas, las pensiones, por ejemplo

¿Cómo no va a tratar la Iglesia con voz alta y clara del bien común y del bien general? Seria contrario a su naturaleza, y lo ha de hacer desde el Evangelio, el Magisterio, especialmente de su doctrina social.

Porque, además, política y moral forman parte del mismo cuerpo solidario, aunque parezca increíble viendo lo que hacen los políticos. Una razón más para que sea una obligación la presencia cristiana.

Los laicos han de ser llamados, impelidos a trabajar lo más unidos posible al servicio del aquel hablar católico. No se trata del “partido católico” Eso no puede existir porque la Iglesia de Jesucristo no puede quedar reducida a una facción política, tampoco basta, en las condiciones concretas de nuestro país, la acción de los cristianos aislados, porque terminan indefectiblemente como la semilla plantada entre cardos de la parábola (Marcos 4,3-8). Se trata de actuar lo más juntos posibles, unidos unos, coordinados todos, en una Alianza para el bien común.


                                                                 EDITORIAL de FORUM LIBERTAS

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