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domingo, 13 de enero de 2019
EL MUNDO EN 2019
2019 será el año de la
desaceleración mundial, y posiblemente en 2020 veamos una recesión en la
primera economía del mundo, muy serios problemas en la segunda, y
estancamiento en la tercera
Foto: Reuters
Bob Farrell afirmó que “no hay nuevas eras, los excesos nunca son
permanentes”. Creo que esta afirmación es pertinente para el mundo este
año que afrontamos: 2019 será el año de la desaceleración mundial,
y posiblemente en 2020 veamos una recesión en la primera economía del
mundo, muy serios problemas en la segunda y estancamiento en la tercera.
Los tres fenómenos tendrán consecuencias globales.
EEUU encara un 2019 con condiciones financieras más duras tras las subidas de tipos de la Fed
y el importante drenaje de liquidez que el banco central de los EEUU ha
estado llevando a cabo (aproximadamente de 10.000 millones de dólares
semanales, lo que en parte explica la fortaleza del dólar). Como el
impacto de los estímulos fiscales vence este agosto, es de esperar un
segundo semestre muy difícil para la economía de los EEUU. La Fed
dice que va a subir los tipos dos veces más, y sin embargo el mercado
no descuenta más subidas e incluso apuesta por una bajada. ¿Por qué? La
Fed estima que EEUU crecerá un 2,3% este año. El mercado, a tenor de la
curva de tipos a punto de invertirse, del aumento de los diferenciales
de crédito vs. los bonos gobierno y de la caída de la bolsa, está descontando una recesión para finales de 2019.
Según
Duke University, la mitad de los directores financieros de los EEUU
espera una recesión para 2019 y un 82%, para 2020. Una recesión no será
igual a lo vivido en 2008-2009, implicará dos trimestres de crecimientos negativos,
pero marcará un punto de inflexión frente a una de las expansiones
económicas más duraderas de la historia reciente. Si en este contexto la
Fed sigue subiendo tipos durante el primer semestre de 2019 y
reduciendo balance al ritmo actual, el mercado descontará un 'policy
mistake' o error de política monetaria:
un endurecimiento excesivo que provocará una recesión (la práctica
totalidad de recesiones de los EEUU han sido precedidas por ejercicios
de endurecimiento monetario por parte de la Fed). La Fed tendrá que
afrontar este riesgo mirando de reojo el riesgo de inflación,
al alza según los salarios suben ya al 3,1% —el mayor nivel desde
2009—, así como monitorizando crecientes riesgos de inestabilidad
financiera.
China parece encarar un 2019 extremadamente complejo, como expuse hace unas semanas. Las guerras comerciales
han hecho por fin mella en sus exportaciones. Las inversiones crecen al
menor ritmo de los últimos 20 años. El sector inmobiliario afronta un
gran reto, con caídas de compraventas y precios de las casas en
territorio de burbuja. La gran sorpresa está siendo el consumo chino,
que, lejos de venir al rescate del resto de la economía, está afrontando
una súbita desaceleración. En este contexto, no es de extrañar si los
estímulos monetarios y fiscales anunciados por China resultan tan
estériles como los europeos de 2008-2009.
Mientras,
en un entorno de fuerte desaceleración, aumentará el riesgo de una
crisis financiera en una economía adicta al crédito. La situación china
será determinante para los países emergentes, que han
vivido un muy difícil 2018 y que encararán 2019 afrontando vencimientos
de deudas en dólares difíciles de atender según las divisas locales se
han depreciado, y que verán sufrir sus exportaciones a medida que la
desaceleración global haya impactado muy negativamente en los precios de
las materias primas. Tan solo Brasil parece arrojar alguna luz tras una
histórica recesión (mayor que la vivida recientemente por España).
La zona euro sigue siendo la tercera economía mundial, y aunque no vislumbro riesgo de recesión, el crecimiento será muy exiguo,
cercano al 1,5%. Con una Italia estancada, en parte por su pintoresca
situación política, una Alemania afectada de lleno por las guerras
comerciales que están impactando en su industria y una Francia
paralizada por las protestas, tan solo España seguirá actuando como
motor de la eurozona, con crecimientos superiores al 2%.
A nivel global, se observarán varios factores. Primero: los crecimientos económicos estarán por debajo de lo pronosticado por el consenso, lo que provocará reducciones de estimados por primera vez en tres años. Segundo: comenzaremos a observar una recesión de beneficios,
ya que estos aún se sitúan en niveles de récord histórico… La mayor
inflación salarial, el menor crecimiento económico y la subida del
precio del dinero marcarán una tendencia decreciente en márgenes.
Tercero: el sector industrial sufrirá especialmente,
acusando el menor crecimiento, las guerras comerciales y la disrupción a
las cadenas de suministros que están provocando estas últimas. Cuarto: el mundo presenta hoy más deuda que antes de la crisis (2,3
veces PIB vs. 2,1 en 2007), los crecimientos vía deuda no son sanos y
acaban estallando, como bien sabemos en España. Quinto: si las hipótesis
expuestas en este artículo se materializan, entonces preveo que el euro subirá frente al dólar la segunda mitad de 2019.
No todo el dibujo es negativo.
Hay países y zonas económicas que estarán menos expuestos debido a que
no han abusado del crédito, a los que beneficiarán las caídas de
materias primas. En mi opinión, España y la zona euro destacan. Por otro
lado, una parte de los inquietantes presagios expuestos en esta columna
(que, por cierto, adelantamos en octubre del pasado año) se han reflejado en las abultadas caídas de los mercados durante 2018.
Dice
un proverbio árabe que la experiencia es el peine con el que la vida
nos recompensa una vez que nos hemos quedado calvos… Veamos si es así en
2019.
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