Pedro Sánchez, el presidente de la Generalitat, Quim Torra, el
vicepresident, Pere Aragonés, y la consellera de Presidencia, Elsa
Artadi.
EFE/Andreu Dalmau
Ya son 4.480 las empresas que han huido de esta Cataluña en manos de orates. Recordemos cuando Artur Mas aseguraba que ninguna se marcharía de esa Ítaca a la que prometía llevarnos.
Es
un caso único en la historia de la Europa moderna. Ningún lugar ha
vivido el mazazo que supone que las corporaciones de mayor peso
económico lo abandonen, presas del pánico, mientras que sus gobernantes
no tan solo no dimiten, mucho peor, lo dicen que carece de importancia.
Lo afirmó Oriol Junqueras cuando era el
responsable de la economía catalana, lo siguen diciendo los actuales
políticos separatistas, incluso aducen que la culpa la tiene España, el
decreto que hizo Rajoy para facilitar los trámites a quienes querían velar por su empresa o que, en el colmo del cinismo, el responsable es el Rey.
La
locomotora de España se ha visto relegada al furgón de cola, con sus
cuentas en bancarrota, dependiendo de los fondos que le da el Estado y
sin un horizonte esperanzador. Nadie quiere venir a invertir, nadie
arriesga su dinero en un lugar en el que la improvisación, la
insensatez, el amateurismo y la locura imperan. Si añadimos a eso las
políticas de Ada Colau en Barcelona, que
han ahuyentado a importantes sectores de la capital catalana como el
hotelero, la ruina que deberemos afrontar los catalanes en los próximos
años está asegurada. Sus yerros los pagamos entre todos, como el hotel
que debía construirse delante de las Atarazanas, que tenía todos los
permisos y licencias pertinentes, y que a la señora Colau se le puso
entre ceja y ceja no autorizar. El propietario fue a los tribunales,
ganó, como era lógico, y ahora el ayuntamiento podemita le ofrece
cuarenta millones como indemnización. El perjudicado se ha negado a
aceptarlos porque sabe que, si persevera, sacará más, mucho más. No es
el único caso. Los costes judiciales y sumas por daños y perjuicios que
está pagando ese consistorio de ninis hiper subvencionados suma ya una
cantidad enorme. ¡Y estos son los que querían hacer una nueva política y
defender a la gente!.
La actual situación es, sin exageración alguna, de auténtica alarma social
Es
muy difícil que en menos de diez años, y eso volviendo al sentido común
y arrinconando a esta pandilla de insensatos, se pueda remontar la
actual situación que es, sin exageración alguna, de auténtica alarma
social. Porque sin empresas no hay puestos de trabajo, ni impuestos que
recaudar para luego poder redistribuirlos. No circula el dinero y de eso
solo sale miseria, radicalismo, conflicto, en fin, desorden social.
Incluso contumaces separatistas prefieren tener sus negocios fuera del territorio catalán, como la familia Carulla, protectora del nacional separatismo desde siempre, o el mismo marido de Elsa Artadi.
Más de 32.500 millones de euros en depósitos se han ido de Cataluña
para, desgraciadamente, nunca más volver. Solo el Sabadell y Caixabank
han perdido nueve mil. Ese es el resultado de llevar a sus últimas
consecuencias la insana locura de los Pujol, de los Puigdemont, de los Torra,
de los que se creen superiores al resto de sus conciudadanos. El
supremacismo solo es rentable para quienes tienen cuentas en paraísos
fiscales a base de comisiones ilegales. La ruina que ellos han
propiciado, y con ellos todos sus colaboradores, deberá estudiarse en el
futuro con mucha atención. Que sea la propia burguesía catalana la que
se ha hecho el hara kiri, en favor de Aragón o Valencia, las dos
comunidades que se han visto más favorecidas por la crisis catalana
junto a Madrid, va más allá de las estrategias políticas. Es pura
locura, es un desprecio total y absoluto hacia quienes han de ganarse el
pan sin recurrir a amiguetes con despacho oficial.
No sé si tendrán perdón por parte de los jueces, pero lo que está claro es que no tienen es perdón de Dios
Han hundido a Cataluña económica, política y espiritualmente. Con estos pacta Sánchez. También con Otegui
y Bildu. De hecho, los familiares de los presos separatistas se han ido
a hacer no sé qué con sus homónimos de los presos etarras.
No
sé si tendrán perdón por parte de los jueces, pero lo que está claro es
que no tienen es perdón de Dios. Es lo mínimo para quienes que han
condenado a dos generaciones de sus paisanos a vivir en la miseria. Y,
al paso que vamos, al horror.
MIQUEL GIMÉNEZ Vía VOZ PÓPULI
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