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domingo, 6 de enero de 2019

TRES ANTISISTEMA, TRES


/ANTONIO MORENO


En menos de una década, España ha pasado de ser un oasis libre de populismos radicales y un paradigma de estabilidad a contar nada menos que con tres fuerzas antisistema: Podemos, el independentismo catalán y Vox.

Podemos lo es porque sus dos propuestas estrella, la República y el plurinacionalismo, son incompatibles con el consenso constitucional de 1978. La Monarquía y la indivisibilidad de la nación fueron los elementos clave que permitieron a la derecha posfranquista formar parte de ese consenso. A cambio de la Monarquía y el artículo 2, la derecha aceptó la legalización del Partido Comunista y un modelo territorial altamente descentralizado. Una España republicana y plurinacional en la que, como demanda Podemos, Cataluña y País Vasco gozaran del derecho de autodeterminación, simplemente no sería España sino la Yugoslavia de Tito y no sería aceptable para amplísimos sectores de la población.

La respuesta simétrica a ese planteamiento es Vox, un partido que además de ser antisistema en lo que se refiere a derechos y libertades básicos (la igualdad de género, la libertad sexual o la libertad religiosa), sostiene postulados territoriales incompatibles con el actual marco constitucional. Cierto que un país no es más o menos democrático por ser unitario o federal (Noruega es unitaria y Suiza es federal y ambos son democracias avanzadas). Pero en el contexto español, la imposición de un modelo territorial unitario asociado a una sola identidad nacional y a una sola lengua dominante también supondría romper el consenso constitucional de 1978. Igual que los votantes de Vox se sentirían excluidos de una República plurinacional, la mayoría de los nacionalistas catalanes, vascos y de otros territorios se sentirían legitimados para resistirse al modelo uninacional de Vox, que solo podría imponerse de forma coactiva y que seguramente también acabaría con la unidad de España.

Del secesionismo catalán no hace falta decir mucho más: su propuesta de construir sí o sí una nación política basada en la lengua supone, como ya hemos visto, la exclusión del demos y, por tanto, de la democracia, de la mitad de los catalanes que mantienen una identidad dual. Su propuesta es sin duda equivalente a la que Vox plantea para los inmigrantes: pueden marcharse o quedarse pero si se quedan tendrán que aceptar ser ciudadanos de segunda clase.

Siento darles malas noticias, pero con tres fuerzas centrífugas 2019 promete ser el año de la polarización. No se va a llevar nada ser moderado, de centro, izquierda o nacionalista así que agárrense.


                                                                       JOSÉ IGNACIO TORREBLANCA  Vía EL MUNDO

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