La precaria mayoría de la censura seguirá cohesionada mientras siga en activo el expresidente
Mariano Rajoy dejando el hemiciclo el viernes. (Reuters)
Un elemental principio periodístico de buen estilo exige no hacer leña del árbol caído. Rajoy ha sido tumbado por una moción de censura de manera inédita como respuesta a un estilo de gobierno muy negativo
sobre el que personas de su propio ámbito ideológico han venido
advirtiendo inútilmente. En casi cuarenta años de democracia es el
primer presidente que resulta expulsado así del Gobierno. Él y sus políticas han logrado aglutinar a 180 escaños de los 350 del Congreso. Podríamos sumar, incluso, a los 32 de Ciudadanos que deseaban la dimisión del gallego, aunque no descabalgarle de esa manera de su cargo. Las razones por las que Rajoy ha conseguido que se pongan de acuerdo contra él grupos tan diferentes nos deben remitir a una observación retrospectiva que no es el mejor momento para elaborar.
Es mucho más importante el futuro del PP, que no debería pasar por la figura de Mariano Rajoy. Su herencia han de aceptarla los que le sucedan a beneficio de inventario, esto es, tendrán que pagar las deudas que deja el Gobierno popular en esta XII legislatura, pero hasta donde les corresponda en una razonable solidaridad. Los populares tienen ahora una tarea interna y otra externa. La primera les requiere a una suerte de refundación. Están solos, con un electorado envejecido y decreciente, con escasos resortes de poder y con un banquillo de dirigentes diezmado por unos años en los que Rajoy y su equipo han dejado la organización como un erial. La segunda tarea consiste en definir un rumbo y redactar un relato de recuperación desde la oposición a un gobierno de Pedro Sánchez que ha nacido reactivo y no proactivo.
Es mucho más importante el futuro del PP, que no debería pasar por la figura de Mariano Rajoy. Su herencia han de aceptarla los que le sucedan a beneficio de inventario, esto es, tendrán que pagar las deudas que deja el Gobierno popular en esta XII legislatura, pero hasta donde les corresponda en una razonable solidaridad. Los populares tienen ahora una tarea interna y otra externa. La primera les requiere a una suerte de refundación. Están solos, con un electorado envejecido y decreciente, con escasos resortes de poder y con un banquillo de dirigentes diezmado por unos años en los que Rajoy y su equipo han dejado la organización como un erial. La segunda tarea consiste en definir un rumbo y redactar un relato de recuperación desde la oposición a un gobierno de Pedro Sánchez que ha nacido reactivo y no proactivo.
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