La crisis institucional por el proceso soberanista y el referéndum condicionará la estabilidad política y la creación de alternativas políticas al PP
El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, comparece en el pleno del Congreso de los Diputados. (EFE)
La crisis institucional por el proceso soberanista en Cataluña
condicionará la estabilidad política, la duración de la legislatura y
del Gobierno y la creación de alternativas parlamentarias, además de
hacer saltar por los aires las estrategias de los partidos, pase lo que pase este domingo.
Con el 1-O arranca ya la cuarta etapa de la convulsa legislatura que se inició en las elecciones de junio de 2016. Primero fue la incertidumbre por la falta de Gobierno y el fracaso de la primera investidura de Mariano Rajoy; luego el fin de Pedro Sánchez, la abstención del PSOE y la toma de posesión del presidente como inicio de una etapa de sintonía entre populares y socialistas, con la quimera del “Gobierno desde el Parlamento” y, por último, las primarias del segundo partido, que dieron lugar a una fase con dos bloques ideológicos en el Congreso, el de la derecha y el de la izquierda.
De esos dos bloques se pasa ahora a un nuevo eje, el que tiene que ver con la política territorial, con Cataluña y quizás con la futura primera gran reforma de la Constitución. Esa nueva etapa mantendrá bloqueadas iniciativas parlamentarias, hasta el punto de adivinarse una legislatura fallida.
Al Gobierno le dificulta contar con el PNV para sumar la mayoría absoluta necesaria para aprobar los nuevos Presupuestos y en el campo contrario impide la formación de una mayoría alternativa al PP para una eventual moción de censura, porque el derecho a decidir separa irremediablemente a los partidos necesarios para sustituir a Rajoy.
El PP llega al 1-O con el discurso de la firmeza, el poderío y la eficacia que ha hecho que, con toda seguridad, el domingo no haya un referéndum en Cataluña con resultados homologables, sino, en todo caso, una enorme movilización ciudadana. Su problema es que los años de uso y abuso de su mayoría absoluta han dificultado que se diferencie entre Estado y Gobierno, justo ahora cuando más necesitaba Rajoy esa diferenciación.
Rajoy se juega su futuro a la carta de evitar el referéndum. Si lograra su objetivo, fuentes de la dirección del PP aseguran que no ven posible un proceso de negociación con los independentistas, sino la continuidad de las medidas adoptadas en las últimas semanas que, según explican, han impedido ya materialmente la celebración del referéndum.
Su
mensaje polariza el escenario, con posible comprensión y respaldo
mayoritario en el resto de España, pero con contraindicaciones como
reducirle a partido testimonial en la política catalana, sin perspectiva
de recuperación.
En 2006 inició esa tendencia con la recogida de firmas contra el Estatut y ahora corre el riesgo de mantener una deriva similar. La dirección del PP explica que desde Génova no se ha alentado ningún gesto o campaña de militantes, pero se ha dejado hacer a quienes lo han querido desde sus sedes.
La
dirección socialista admite que precisan mucha pedagogía para explicar
esa posición, aprisionados por la polarización extrema y, más aún, si
finalmente se aplicaran otras medidas como el artículo 155 de la Constitución.
Por eso Sánchez se negó a la foto del frente contra el independentismo
con el presidente del Gobierno y con Albert Rivera. El reverso es la
evidente falta de presencia pública del líder de la oposición en momento
tan delicado y su llamativo silencio.
Con el 1-O arranca ya la cuarta etapa de la convulsa legislatura que se inició en las elecciones de junio de 2016. Primero fue la incertidumbre por la falta de Gobierno y el fracaso de la primera investidura de Mariano Rajoy; luego el fin de Pedro Sánchez, la abstención del PSOE y la toma de posesión del presidente como inicio de una etapa de sintonía entre populares y socialistas, con la quimera del “Gobierno desde el Parlamento” y, por último, las primarias del segundo partido, que dieron lugar a una fase con dos bloques ideológicos en el Congreso, el de la derecha y el de la izquierda.
De esos dos bloques se pasa ahora a un nuevo eje, el que tiene que ver con la política territorial, con Cataluña y quizás con la futura primera gran reforma de la Constitución. Esa nueva etapa mantendrá bloqueadas iniciativas parlamentarias, hasta el punto de adivinarse una legislatura fallida.
Al Gobierno le dificulta contar con el PNV para sumar la mayoría absoluta necesaria para aprobar los nuevos Presupuestos y en el campo contrario impide la formación de una mayoría alternativa al PP para una eventual moción de censura, porque el derecho a decidir separa irremediablemente a los partidos necesarios para sustituir a Rajoy.
Partido Popular
El PP llega al 1-O con el discurso de la firmeza, el poderío y la eficacia que ha hecho que, con toda seguridad, el domingo no haya un referéndum en Cataluña con resultados homologables, sino, en todo caso, una enorme movilización ciudadana. Su problema es que los años de uso y abuso de su mayoría absoluta han dificultado que se diferencie entre Estado y Gobierno, justo ahora cuando más necesitaba Rajoy esa diferenciación.
Rajoy se juega su futuro a la carta de evitar el referéndum. Si lograra su objetivo, fuentes de la dirección del PP aseguran que no ven posible un proceso de negociación con los independentistas, sino la continuidad de las medidas adoptadas en las últimas semanas que, según explican, han impedido ya materialmente la celebración del referéndum.
Las
medidas adoptadas en las últimas semanas han impedido ya materialmente
la celebración del referéndum, según fuentes de la dirección del PP
En 2006 inició esa tendencia con la recogida de firmas contra el Estatut y ahora corre el riesgo de mantener una deriva similar. La dirección del PP explica que desde Génova no se ha alentado ningún gesto o campaña de militantes, pero se ha dejado hacer a quienes lo han querido desde sus sedes.
PSOE
Tras las primarias de mayo, Sánchez había roto el mensaje de la identificación con el PP
y había favorecido el de la colaboración con Podemos, aunque disipando
la idea del acuerdo para una nueva moción de censura contra Rajoy.
Ahora, Cataluña desmonta esa estrategia y les vuelve a separar.
Su
respaldo al Gobierno frente al proceso independentista pretende
anteponer la política de Estado a la estrategia partidista, lo que
comporta importantes efectos colaterales. Solo en privado ponen en cuestión abiertamente decisiones como la actuación de la Fiscalía o el despliegue policial.Sánchez avisa a Iglesias: su posición del 1-O puede servir de "coartada" para la secesión
Su baza estratégica es la de la comisión del Congreso, arrancada a Rajoy para abrir una pequeña rendija de diálogo, la única que se vislumbra en este momento, con el horizonte de la reforma Constitucional, y como contrapartida al apoyo político al Ejecutivo del PP. Su carencia es la de no saber o querer concretar esa propuesta futura.
Unidos Podemos
Empezaron restando importancia al referéndum, para valorar luego la importancia de la movilización ciudadana y, finalmente, se han subido a la ola al impulsar la idea de que el 1-O es un acto de enorme protesta popular contra Mariano Rajoy. Es decir, intentando extender a toda España el rechazo al PP y el desgaste del Gobierno, según han hecho explícito, entre otros, Ada Colau, Xavier Domènech e Íñigo Errejón, como proceso de acumulación de fuerzas y búsqueda de la hegemonía, al modo de Gramsci, para su pulso con lo que llaman el "régimen del 78".
Han sido muy críticos con la actuación del Estado, con expresiones como “presos políticos”, con el riesgo de ser tachados de antireferéndum en Cataluña y, paradójicamente, de proseparatistas en el resto de España. Esa posición borrosa se manifiesta en el apoyo peculiar de Colau al referéndum, buscando salvar una hipotética inhabilitación y anunciando finalmente su voto en blanco, y en las distintas posiciones en el Parlament, personalizadas en las discrepancias entre Joan Coscubiela y Albano Dante Fachín. Además de su fallida asamblea de cargos de Zaragoza.
Todo ello, a su vez, tiene que ver directamente también con la pluralidad de su opción política y las rivalidades internas.Según una encuesta de La Sexta, un 82% de los votantes de Catalunya Si que es Pot quiere un referéndum, y el 52% dice no ser independentista, situándoles en la amplia gama de grises entre el blanco y el negro que intentan gestionar su dirigentes.
Su apuesta es la de la futura consulta pactada, aunque presenta el problema práctico y jurídico de que, expresamente y por unanimidad, el Tribunal Constitucional ha cerrado esta vía. Solo es posible, según una de sus resoluciones, con un cambio constitucional que puede ser vetado por el PP, lo que imposibilita salir del bucle por esa puerta.
Ciudadanos
Aritméticamente encabeza la oposición en Cataluña, pero en el resto de España es el cuarto partido, de tal forma que su fuerza limitada ha quedado aprisionada por la polarización entre Gobierno e independentistas. Entre el original y la copia, se suele preferir a quien como el PP puede dirigir y tomar directamente las medidas a través del Gobierno.
C's cierra cualquier opción al diálogo y ha coincidido con ERC en el voto en contra a la comisión que abordará la reforma territorial
Cierra cualquier opción al diálogo futuro y, llamativamente, ha coincidido con ERC en el voto en contra a la comisión del Congreso que abordará la reforma territorial. Fuentes de su dirección admiten que, no obstante, participarán activamente en sus trabajos, con la idea de que nada se podrá hacer sin contar con ellos, especialmente, en Cataluña.
FERNANDO GAREA Vía EL CONFIDENCIAL
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